El Señor es mi escudo

Dios es tu escudo, Él es tu salvación, por lo que no debes temer a lo que pueda venir, porque ese escudo es Dios, el que te guardará de todos los dardos del que te quiere hacer daño.

En Él está toda mi confianza, porque Él, es el Dios en el que puedo confiar con todo mi corazón, no hay otro en el cual pueda yo confiar porque Él es misericordioso y bondadoso.

Mi escudo está en Dios,
Que salva a los rectos de corazón.

Salmos 7:10

Cada día debemos estar rectos delante de la presencia de Dios, porque si estamos en sus caminos estaremos más que seguros, y su escudo estará siempre delante de nosotros y nos protegerá en todo tiempo.

Si nos separamos de los caminos de Dios que son rectos, entonces su escudo estará separado de nosotros, y ya no tendremos protección porque estamos lejos de sus caminos.

Podemos poner como ejemplo al salmista David, este hombre confiaba plenamente en Dios, se mantenía en los caminos rectos de Dios porque él sabía que estando en sus caminos podía tener protección de parte del Señor.

David vencía todo lo que venía en contra de él, pero no lo hacía con su propia sabiduría ni con sus propias fuerzas, sino que Dios le ayudaba a vencer todos los obstáculos que estaban delante de él, pues confiaba en Dios el cual era su escudo.

Alabaré a Jehová conforme a su justicia,
Y cantaré al nombre de Jehová el Altísimo.

Salmos 7:17

Por eso este hombre le daba gracias a Dios con todo su corazón, alababa su nombre, le engrandecía por sus maravillas, por sus obras hermosas, y porque su escudo siempre estaba delante de él, y ese escudo era el Señor de los ejércitos. Confiemos en Dios y caminemos confiadamente y Él será nuestro escudo.

La imagen del escudo en la Biblia es poderosa, pues representa protección, cobertura y seguridad. En tiempos antiguos, un escudo era la defensa principal del guerrero en medio de la batalla. De la misma manera, Dios es quien nos cubre cuando atravesamos luchas espirituales, pruebas y momentos de angustia. Si permanecemos en sus caminos, podemos estar seguros de que ninguna arma forjada contra nosotros prosperará, porque su presencia será como un muro de fuego alrededor de nuestras vidas.

El apóstol Pablo también hace referencia a esta verdad cuando habla de la armadura de Dios en Efesios 6, donde menciona el “escudo de la fe” con el cual podemos apagar todos los dardos de fuego del maligno. Esto significa que cuando ponemos nuestra fe en el Señor, no importa qué ataque se levante en nuestra contra, podremos resistir firmes porque el Señor pelea nuestras batallas. La fe se convierte en la herramienta que activa ese escudo divino en nuestras vidas.

Confiar en Dios como nuestro escudo también nos invita a descansar en Él y no vivir dominados por el miedo. Muchas veces las preocupaciones del día a día intentan robarnos la paz, pero cuando recordamos que tenemos a un Dios todopoderoso cuidando de nosotros, podemos caminar en tranquilidad. Así como David enfrentó gigantes y enemigos, también nosotros podemos enfrentar las dificultades de la vida sabiendo que el Señor nos rodea como un escudo.

Otra enseñanza que podemos extraer es que este escudo no se gana por méritos humanos, sino por la gracia de Dios. No es por nuestras obras, sino por su amor y misericordia que tenemos esa protección constante. Lo único que se nos pide es caminar en rectitud y mantenernos cerca de Él, tal como lo dice el versículo: “que salva a los rectos de corazón”. Un corazón recto es aquel que busca agradar a Dios, aun en medio de sus debilidades.

Finalmente, debemos recordar que la mejor respuesta ante el cuidado de Dios es la gratitud. Tal como lo hizo David, nuestra vida debe estar llena de alabanzas, cantos y acciones de gracias. Cuando reconocemos a Dios como nuestro escudo, aprendemos a depender de Él en todo momento y a testificar de su fidelidad ante los demás. La alabanza no solo honra al Señor, sino que también fortalece nuestra fe y nos recuerda que no estamos solos.

Conclusión: Dios es nuestro escudo y nuestra salvación. En Él tenemos protección, descanso y victoria. No importa las pruebas que enfrentemos, si confiamos en su palabra y caminamos en rectitud, su cobertura estará sobre nosotros. Sigamos el ejemplo de David, quien no confiaba en sus fuerzas, sino en el poder de Dios, y aprendamos a vivir en constante gratitud. Caminar bajo el escudo del Señor es vivir en verdadera seguridad.

El Señor te da la victoria
Cambiará las tinieblas por luz