Muchas veces nos encontramos en situaciones de la vida en las que sentimos que Dios guarda silencio, como si nuestras oraciones no fueran escuchadas. Esta sensación puede hacernos pensar que hemos sido olvidados, pero la verdad es que el Señor nunca se olvida de los suyos. Dios está más cerca de lo que imaginamos y, aunque no siempre comprendamos sus planes, su amor permanece intacto en todo momento. Él nos sostiene y nos acompaña incluso en medio de las pruebas más duras.
A veces decimos que Dios se olvidó de nosotros, pero no es así, porque Dios está más cerca de lo que nosotros pensamos. Él no nos deja solo, Él siempre está ahí para ayudarnos.
Recordemos algo muy importante, llegarán momentos en los que tendremos pruebas fuertes, y estas pruebas producirán en nuestros corazones aflicciones donde diremos ¿Dónde estás Dios?
¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?
¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?Salmos 13:1
Estas cosas pasan, esta expresión de David, era porque él se encontraba afligido en ese momento, y por eso él se expresaba de esta forma. Él le preguntaba al Señor, que, si él lo iba abandonar, pero no olvidemos algo importante, Dios actúa bajo su soberana voluntad y lo hace por un propósito.
La experiencia del salmista nos enseña que incluso los hombres y mujeres de fe sienten momentos de debilidad y angustia. La duda, el temor y la ansiedad son parte de la vida humana, pero la diferencia está en que podemos acudir al Señor y encontrar en Él fortaleza. Las preguntas de David no son una señal de incredulidad, sino una manifestación de su dependencia de Dios. Del mismo modo, cuando nosotros nos sentimos desanimados y pensamos que el cielo guarda silencio, debemos recordar que el Señor sigue teniendo el control absoluto.
Solo debemos pedirle a Él, aunque lleguen esos momentos de desesperación, en verdad esos momentos son muy difíciles, nos cansamos diciendo «¿Dios te olvidaste de mí? Ven en mi socorro porque estoy muy angustiado.»
Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío;
Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte;Salmos 13:3
Estas son más de las palabras que utilizamos cuando estamos afligidos: «respóndeme no me desampares, no apartes de mí tu rostro Señor, necesito de ti, ya no puedo más». ¿Crees tú que Dios está lejos de ti? ¿Acaso piensas que Él no te ayuda? Dios nunca te deja solo, ni te desampara, sino que está más cerca de lo que tú crees y llega en el momento que menos esperas.
Cuando pensamos que ya no tenemos fuerzas, el Señor nos levanta. La Biblia nos recuerda que su poder se perfecciona en nuestra debilidad, y es ahí donde entendemos que no dependemos de nuestras propias fuerzas, sino de su gracia y misericordia. En medio de la angustia, la mejor decisión es clamar, rendirnos en oración y esperar con paciencia en el tiempo perfecto de Dios.
Si Dios no estuviera a tu lado ¿estarías vivo? Él es quien te protege, el que te saca de la angustia, te restaura y vence todos los obstáculos que hay en medio de tu camino. Confía en Dios, clama a Él y no desmayes porque Él está contigo en medio de tu clamor.
La invitación es a no rendirse ni pensar que hemos sido abandonados. El silencio de Dios no significa ausencia, sino un espacio en el cual Él trabaja en lo profundo de nuestras vidas. Cada prueba es una oportunidad para fortalecer nuestra fe y depender más de su presencia. Así como David pasó de la angustia a la confianza en el mismo salmo, nosotros también podemos decir con seguridad: «en Jehová he confiado, mi corazón se alegrará en su salvación».
Conclusión: Aunque las circunstancias nos hagan sentir que Dios nos ha dejado, la realidad es que Él nunca nos abandona. Sus promesas son firmes, y su compañía es constante. Nuestro deber es esperar, confiar y mantenernos firmes en la oración. Dios llega siempre a tiempo y su ayuda nunca se retrasa. Por eso, cuando la angustia toque a nuestra puerta, recordemos que su amor es eterno y que su mano poderosa siempre estará extendida para levantarnos.