El pueblo de Israel tuvo sus momentos en los que se olvidó de Dios y en el libro de Nehemías, específicamente en el capítulo 8, nos damos cuenta de que estaban muy desorientados con respecto al libro de la ley. Durante años habían vivido en desobediencia, sin prestar atención a los mandamientos divinos, hasta que se halló nuevamente el libro de la ley. El escriba Esdras lo leyó frente a todo el pueblo reunido, y la multitud prestó suma atención a cada palabra. Fue un momento de gran solemnidad y de profunda reflexión espiritual, pues al escuchar las Escrituras, reconocieron cuánto se habían apartado del camino de Dios.
La escena descrita en Nehemías 8 es muy conmovedora: hombres, mujeres y niños estaban congregados en un mismo espíritu, conscientes de su necesidad de Dios. Al escuchar la lectura de la ley, sus corazones se quebrantaron y muchos lloraron al darse cuenta de su pecado y de cómo habían olvidado los mandamientos del Señor. Sin embargo, aquel momento no solo fue de tristeza, sino también de esperanza. Fue un nuevo amanecer, un nuevo comienzo para el pueblo de Israel. De la misma manera, la Palabra de Dios obra hoy en nuestras vidas: ilumina nuestro interior, nos muestra nuestras faltas y nos dirige nuevamente hacia nuestro Creador.
La Biblia nos dice:
8 Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.
9 Y Nehemías el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley.
10 Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.
Nehemías 8:8-10
Este pasaje nos enseña varias lecciones. Primero, la importancia de la claridad en la enseñanza de la Palabra. Esdras no solo leía, sino que explicaba, de manera que todo el pueblo pudiera entender. La Palabra de Dios no debe quedarse como un simple texto, sino que debe ser comprendida y aplicada a nuestras vidas. Segundo, vemos la sensibilidad del pueblo: lloraban al escuchar la ley porque comprendían la gravedad de sus pecados. Y tercero, aparece un mensaje de aliento: a pesar de la tristeza por la desobediencia, Dios les recordaba que era un día santo y que debían fortalecerse en Él. El gozo del Señor se convierte en su fuerza.
Quizá hoy estás pasando por una situación amarga, sintiéndote alejado de Dios o incluso olvidando su propósito para tu vida. Tal vez piensas que no hay vuelta atrás, pero así como Israel tuvo un nuevo comienzo, también tú lo puedes tener. Cada día Dios nos concede un amanecer, una nueva oportunidad para retomar su plan y vivir conforme a su Palabra. No importa cuán lejos hayas caminado, la gracia del Señor siempre abre una puerta para volver.
El gozo en Dios no depende de nuestras circunstancias externas, sino de la certeza de su presencia y de su fidelidad. Las lágrimas pueden durar una noche, pero la alegría viene en la mañana. Nehemías recordó al pueblo que, aunque lloraban al escuchar la ley, ese día debía convertirse en un día de celebración, porque Dios había sido misericordioso con ellos. Del mismo modo, cuando nos sentimos abatidos, la Palabra de Dios nos levanta y nos invita a vivir con esperanza.
No importa lo triste que estés, no importa cuán grande sea la carga que lleves, escucha la voz del Señor que dice: “El gozo de Jehová es vuestra fuerza”. El gozo en Dios nos da firmeza, nos hace valientes, nos sostiene cuando las fuerzas humanas se acaban. Al poner nuestra confianza en Él, podemos caminar seguros sabiendo que nada ni nadie podrá detenernos, porque si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?
Que estas palabras nos recuerden cada día que no vivimos en derrota, sino en victoria. El mismo Dios que restauró a Israel y los llamó a celebrar en medio de su quebranto, es el que hoy te invita a levantarte y a confiar en su fidelidad. Mantente firme, aférrate a su Palabra y permite que el gozo del Señor renueve tus fuerzas para seguir adelante.