Venciendo al gigante

Todos tenemos grandes dificultades, problemas difíciles de los cuales pensamos que nunca vamos a salir, que no vamos a vencer, que el gigante que nos está haciendo la guerra nos va a destruir. Esos momentos nos mantienen tristes y muchas veces sin esperanza. Sin embargo, hoy quiero recordarte una verdad que puede traer consuelo y fortaleza a tu vida: Dios nunca abandona a los suyos, y aunque los gigantes parezcan más grandes que nosotros, Él es más poderoso que cualquier enemigo.

En la Biblia vemos cómo cada personaje enfrentó gigantes en diferentes formas. Moisés tuvo que enfrentarse al Faraón y a todo el poder del imperio egipcio. Elías tuvo que resistir a Jezabel y a los falsos profetas de Baal. David se encontró cara a cara con Goliat, un enemigo gigantesco en todos los sentidos. Jesús mismo tuvo como opositores a los escribas y fariseos, quienes constantemente intentaban detener su obra. Un gigante no es solo un hombre de gran estatura, sino también esas circunstancias, problemas y enemigos espirituales que intentan destruirnos. Todos ellos pasaron por pruebas inmensas, pero en cada caso Dios se manifestó con poder.

Uno de los relatos más conocidos es el de David y Goliat. Israel entero estaba paralizado de miedo porque veían imposible vencer a aquel filisteo que se levantaba con arrogancia. Goliat representaba la desesperanza y el temor colectivo, y por días mantuvo acorralado al pueblo de Dios. Ellos pensaban que no habría manera de derrotarlo. Quizá así te sientes hoy, frente a una dificultad que parece insuperable, una situación que parece tener la última palabra.

Pero debemos comprender algo muy importante: Dios siempre llega a tiempo. Él no se adelanta ni se atrasa, se glorifica en el momento justo. Aunque todo parezca perdido, aunque la batalla parezca imposible, cuando confiamos en Él veremos que Su mano poderosa obra de manera sobrenatural. Es en los momentos más oscuros cuando Dios manifiesta su luz con más fuerza.

43 Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses.

44 Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo.

45 Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.
1 Samuel 17:43-45

David, un joven pastor sin experiencia militar, se levantó con valentía en medio de un ejército lleno de temor. Mientras todos temblaban ante las palabras del gigante, David pronunció unas palabras de fe que resonaron en todo Israel. No confió en su fuerza ni en sus armas, sino en el nombre de Jehová de los ejércitos. Y esa fue la clave de la victoria: la confianza plena en Dios.

Hoy tú también puedes levantarte frente a tus propios gigantes. Tal vez tu gigante es una enfermedad, una deuda, un problema familiar o un enemigo espiritual que te atormenta. Tal vez es la depresión, la soledad o el miedo al futuro. Cualquiera que sea, recuerda que la victoria no depende de tu fuerza, sino del Dios que pelea tus batallas. Él nunca llega tarde, y sus promesas son seguras.

Las batallas más grandes no se ganan en el campo de guerra humano, sino en la intimidad con Dios. Allí, en tu cuarto de oración, con rodillas dobladas y corazón humillado, es donde se libra la verdadera lucha. Cuando depositamos nuestra fe en Dios, podemos estar seguros de que lo que hoy parece una gran montaña, mañana será solo un testimonio de su poder y fidelidad.

Recordemos que servimos al Dios de los escuadrones de Israel, al Dios que no falla, al Dios que sigue derribando gigantes. Si Él estuvo con Moisés, con Elías, con David y con Jesús, también estará contigo. Confía en que su mano poderosa te sostendrá, te fortalecerá y te dará la victoria. Que cada dificultad que enfrentes sea la oportunidad para que Dios se glorifique en tu vida y para que otros vean en ti un testimonio de fe viva.

Amigo querido, no importa el tamaño de tu gigante. No importa lo imposible que parezca la situación. Ten fe, mantente firme y cree que Dios ya tiene la victoria preparada para ti. Ora, espera en Él y confía en que todo lo que enfrentas hoy será usado para fortalecer tu fe y para animar a otros en su caminar con el Señor. Mi oración es que Dios fortalezca tu corazón y que su poder te acompañe en cada paso.

Por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado
Jesús no vino a llamar a justos, sino a pecadores