¿Qué es el amor fraternal? En el diccionario castellano la palabra fraternal significa: «Propio de hermanos». En nuestras Biblias la palabra «fraternal» proviene del vocablo «filadelfia» que es la palabra que se utiliza como sentimiento de afecto y confianza que es propio entre hermanos de la misma sangre. Ya sabemos lo que quiere decir la palabra «fraternal», entonces, partiendo desde esta definición ahora vamos a ir a la Biblia:
1 Permanezca el amor fraternal.
2 No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.
3 Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo.
Hebreos 13:1-3
Con lo primero que da inicio el autor de los Hebreos es con la pequeña frase: «Permanezca el amor fraternal». Es una orden directa del autor de este libro, diciéndonos que el amor fraternal debe permanecer entre nosotros. Ese vínculo que existe entre los hermanos de sangre, también debe ser latente con las personas que no poseen nuestra sangre, debemos amar con ese mismo amor, sentir ese afecto por los demás, ese amor tan entrañable de hasta dar nuestra vida por los demás. Recordemos que no hubo ni habrá un amor más grande que el de nuestro salvador, que ofreció su vida como holocausto vivo por nuestros pecados.
La exhortación a que “permanezca” nos enseña que este amor no debe ser pasajero ni condicionado, sino constante y perseverante. No se trata de amar solo cuando todo va bien o cuando la otra persona nos agrada, sino de mantener ese amor aun en medio de pruebas, diferencias y dificultades. El amor fraternal es un reflejo del carácter de Cristo en nosotros, y se demuestra en la paciencia, la compasión y la disposición a perdonar. En un mundo lleno de egoísmo, el amor fraternal es una señal de que realmente somos discípulos de Jesús.
En el segundo verso nos habla de la hospitalidad. ¿Qué es la hospitalidad? Amabilidad y atención con que una persona recibe y acoge a los visitantes o extranjeros en su casa o en su tierra. La Biblia nos habla de muchos personajes que recibieron hospitalariamente a ciertas personas, también nos habla de la parábola del buen samaritano, y es que las Escrituras nos hablan de principio a fin sobre la hospitalidad. Recordemos que algunos hombres del Antiguo Testamento recibieron o hospedaron ángeles, como es el caso de Lot.
La hospitalidad cristiana no es simplemente cortesía social, sino una expresión del amor de Dios. Cuando abrimos nuestras puertas y nuestros corazones para recibir a otros, estamos mostrando el carácter de Cristo. En la iglesia primitiva, donde muchos cristianos eran perseguidos y vivían en la clandestinidad, la hospitalidad era vital para el cuidado mutuo. Hoy también, al practicar la hospitalidad, demostramos que nuestro hogar y nuestros recursos son para servir y bendecir a los demás, especialmente a los necesitados.
También nos dice que nos recordemos de los presos, pero no solo que los llevemos en nuestros pensamientos, sino que nos recordemos de ellos como si nosotros estuviésemos presos juntamente con ellos. Recordemos que aquel era un tiempo donde muchos hermanos eran presos por causa del evangelio, y el autor de los Hebreos les dice que se recuerden de esas personas y que su amor sea tan fraternal que se comportasen como si ellos también estuviesen presos.
Este llamado a identificarnos con los presos y maltratados es una invitación a vivir la empatía cristiana en su máxima expresión. No se trata únicamente de sentir lástima, sino de compartir las cargas de nuestros hermanos, interceder por ellos, visitarles, ayudarles en sus necesidades y recordar que el cuerpo de Cristo es uno solo. Si un miembro sufre, todos sufrimos con él. La verdadera comunión cristiana implica acompañar en el dolor, no mirar hacia otro lado.
Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros en el amor de Cristo. El amor fraternal es la evidencia visible de que Dios habita en nosotros. No podemos decir que amamos a Dios a quien no vemos, si no amamos a nuestro hermano a quien sí vemos. Este amor se traduce en gestos concretos: perdonar ofensas, compartir lo que tenemos, dar ánimo al que está débil, acompañar al que está triste, y alegrarnos con los que se alegran. Es el amor que trasciende palabras y se demuestra en hechos.
Que permanezca el amor fraternal en nuestras iglesias, en nuestras familias y en nuestros corazones. Que la hospitalidad sea una marca de nuestra fe, que la empatía con los que sufren sea parte de nuestra vida diaria, y que nunca olvidemos que Cristo nos amó primero y nos enseñó lo que significa amar de verdad. Si vivimos de esta manera, el mundo podrá ver en nosotros un reflejo del evangelio, y nuestro testimonio será poderoso para atraer a otros al conocimiento del Señor.