El cuerpo es templo del Espíritu Santo

La vida cristiana no está exenta de dificultades ni de ataques espirituales. La Biblia nos enseña que tenemos un enemigo que busca destruirnos y apartarnos del camino de Dios. Este enemigo no descansa, siempre está buscando cómo engañarnos, confundirnos y debilitarnos en nuestra fe. Por eso, cada creyente debe estar consciente de que la lucha espiritual es real, y que es necesario mantenerse firme en la oración, en la Palabra y en la obediencia a Dios.

Tenemos un enemigo que nos ataca de diferentes formas, y es por esto que debemos cuidarnos de nuestro adversario, satanás, que siempre está buscando la forma de hacer que le fallemos a Dios.

Huid de la fornicación.

Cualquier otro pecado que el hombre cometa,
está fuera del cuerpo; mas el que fornica,
contra su propio cuerpo peca.
1 Corintios 6:18

Este pasaje nos muestra una de las formas más comunes en que el enemigo intenta atraparnos: a través de la tentación de la carne. La fornicación, como todo pecado sexual, no solo afecta a la relación con Dios, sino que también destruye nuestra dignidad, nuestra salud emocional y nuestro testimonio cristiano. El apóstol Pablo enfatiza que este pecado es diferente a los demás porque se comete contra el propio cuerpo, y esto debe hacernos reflexionar sobre la necesidad de huir de toda práctica que nos aleje de la santidad.

Cuando huimos de la tentación y nos mantenemos siendo fieles a Dios, el Señor hará como dice en su Palabra: «si en lo poco me fuiste fiel, en lo mucho te pondré». Dios siempre recompensa la fidelidad de sus hijos, y aunque el camino pueda ser difícil, Él nos fortalece para vencer y nos prepara para recibir mayores bendiciones.

En nuestras oraciones debemos pedirle al Señor que nos libre y nos fortalezca, porque estamos viviendo tiempos muy difíciles en los que debemos estar siempre atentos a los dardos del maligno. No podemos enfrentar estas batallas solos, necesitamos el respaldo del Espíritu Santo, que es quien nos da discernimiento y poder para resistir al enemigo.

Una de las estrategias que utiliza el enemigo para hacernos caer, es hacernos pecar contra nuestro propio cuerpo, cosa que no es agradable ante los ojos de Dios, para que nos apartemos de los caminos de Dios. Hoy en día vemos cómo el mundo promueve prácticas que dañan el cuerpo y el alma, presentándolas como algo normal o incluso como libertad personal, cuando en realidad son cadenas espirituales que esclavizan al ser humano.

¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
1 Corintios 6:19

Como hemos leído en el texto bíblico anterior, no debemos ignorar que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Esto significa que nuestro cuerpo no nos pertenece, sino que es de Dios. Él nos lo ha confiado para que lo cuidemos y lo usemos para glorificar su nombre. Cuando lo contaminamos con el pecado, el Espíritu se entristece y nuestra comunión con Dios se ve afectada.

Porque habéis sido comprados por precio;
glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu,
los cuales son de Dios.
1 Corintios 6:20

Debemos glorificar a Dios tanto en nuestro espíritu como en nuestro cuerpo. Esto nos recuerda que Cristo pagó un alto precio por nosotros en la cruz del Calvario, y que ya no vivimos para nosotros mismos, sino para Aquel que nos salvó. Por esta razón debemos guardarnos y pedirle al Señor que nos ayude y nos cuide de todos los obstáculos que el enemigo pone para que caigamos y pequemos.

En conclusión, como hijos de Dios debemos reconocer que vivimos en una constante batalla espiritual, pero también debemos tener la certeza de que no estamos solos. El Espíritu Santo mora en nosotros, y con su ayuda podemos vencer las tentaciones y vivir en santidad. Que cada día recordemos que nuestro cuerpo y nuestro espíritu son de Dios, y que debemos glorificarlo en todo lo que hacemos, dando testimonio de su poder transformador. Así permaneceremos firmes en la fe y seremos luz en medio de un mundo que necesita ver la diferencia de Cristo en nosotros.

La prosperidad del generoso
Haced todo para la gloria de Dios