Existen muchas personas que mantienen el afán de decir que Dios no existe, muchos de ellos son ateos expertos que buscan cuestiones y tratan de justificarlo y enseñarle a millones de personas que Dios no existe, diciendo que muchas de las cosas que pasan en nuestra fe simplemente son coincidencias de la vida. Bueno, millones y millones de personas a lo largo de la existencia han testificado de las maravillas de Dios, ¿y dicen que esto es coincidencia?
A lo largo de la historia, los creyentes hemos levantado la voz para afirmar que la fe no se basa en meras coincidencias, sino en la obra poderosa de un Dios real. Desde la creación del mundo hasta el testimonio personal de cada cristiano, los hechos revelan que hay un Creador que sostiene todas las cosas con su palabra. La naturaleza misma es un reflejo de su existencia; cada amanecer, cada detalle en el universo, y hasta la complejidad del ser humano apuntan a que hay un diseñador inteligente y eterno.
Al salmista David le encantaba testificar de las maravillas de Dios y nosotros hoy en día también lo hacemos, a pesar de que muchos quieran enseñar que no existe un Dios, nosotros testificaremos de lo bueno que ha sido Dios con nosotros. Amén.
El testimonio de los hijos de Dios nunca ha podido ser silenciado. Aunque muchos levanten argumentos, el gozo que hay en el corazón de un creyente es imposible de ocultar. Cada oración contestada, cada milagro recibido y cada situación difícil en la que hemos visto la mano de Dios son pruebas vivas de su fidelidad. David, a pesar de haber atravesado momentos de angustia y persecución, siempre levantó cánticos de gratitud porque sabía que Dios jamás lo había abandonado.
El profeta Isaías dijo:
1 Jehová, tú eres mi Dios; te exaltaré, alabaré tu nombre, porque has hecho maravillas; tus consejos antiguos son verdad y firmeza.
2 Porque convertiste la ciudad en montón, la ciudad fortificada en ruina; el alcázar de los extraños para que no sea ciudad, ni nunca jamás sea reedificado.
3 Por esto te dará gloria el pueblo fuerte, te temerá la ciudad de gentes robustas.
Isaías 25:1-3
El profeta Isaías también tuvo que hablar de las maravillas de Dios, él sabía todo lo que Dios había hecho por él y las poderosas obras que había hecho por el pueblo de Israel en toda su trayectoria.
Isaías no solo recordaba lo que Dios había hecho, sino que anunciaba con firmeza que el Señor tenía un plan eterno. Las profecías cumplidas a lo largo de los siglos son otra evidencia irrefutable de la grandeza de Dios. Nadie puede predecir con tanta precisión el futuro, salvo aquel que conoce todas las cosas desde la eternidad. Por eso, cada palabra escrita en la Biblia tiene el sello de lo divino, y nos invita a confiar en que el mismo Dios que obró ayer sigue obrando hoy.
Lo cierto es que Dios es poderoso hermanos, la Biblia dice que los cielos de los cielos no le pueden contener. La Biblia también dice que nadie le puede instruir, que Él existe desde antes de todo lo creado, que no hay nadie más hermoso y admirable que Él. Nuestro Dios es Creador de los cielos y de la tierra, por lo cual, nosotros también contaremos las maravillas de Dios y las publicaremos en las esquinas, para que todos sepan que no existe nadie como nuestro Dios.
Además, cuando compartimos lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, estamos cumpliendo con el llamado de ser testigos. No podemos guardar silencio ante tantas obras de amor y misericordia. El simple hecho de tener vida, respirar y disfrutar de la gracia de Cristo es motivo suficiente para alabarle. En un mundo lleno de incredulidad, la voz del cristiano debe resonar fuerte, proclamando que Dios vive y reina por los siglos de los siglos.
En conclusión, aunque muchos se esfuercen en negar la existencia de Dios, los creyentes tenemos razones de sobra para declarar lo contrario. Desde los testimonios bíblicos hasta nuestra propia experiencia personal, todo apunta a un Dios que actúa con poder y amor. Sigamos proclamando sus maravillas, recordando que el mundo necesita escuchar que Cristo es real y que en Él hay salvación. Nada ni nadie podrá borrar las huellas del Creador en su creación ni en nuestras vidas. Por eso, levantemos nuestras voces y publiquemos en todo lugar que no hay nadie como nuestro Dios. Amén.