La sabiduría es uno de los dones más valiosos que podemos recibir de parte de Dios. No se trata de acumular conocimientos humanos ni de creer que todo lo sabemos, sino de reconocer nuestra dependencia del Señor en cada aspecto de la vida. Cuando dejamos que Dios nos guíe, nuestra perspectiva cambia y aprendemos a caminar con humildad, reconociendo que solos somos frágiles y limitados.
Cuando somos sabios en nuestra propia opinión, creemos que todo lo estamos haciendo bien, pero no es así porque nos equivocamos, somos seres imperfectos y solo Dios nos puede dar la sabiduría para poder seguir hacia adelante.
Muchas personas pretenden practicar la sabiduría, pero para sus propios beneficios. Aunque ellos tienen momentos buenos, llegan momentos malos en los que no saben qué hacer. Ellos dicen «yo sé hacer de todas las cosas», «solo yo y nadie más me puede enseñar porque lo sé todo», pero cuando llega el momento se están ahogando y con vergüenza porque no pudieron hacer nada de lo que se proponían.
No seas sabio en tu propia opinión;
Teme a Jehová, y apártate del mal;Proverbios 3:7
El hombre que es sabio en su propia opinión siempre estará mal, porque no deja que nadie lo ayude, sino que esa persona dice: «No necesito ayuda, yo puedo solo», y por ser altivo viene el mal y lo atrapa por no dejar que el Señor le guíe.
El orgullo es un gran obstáculo para recibir la verdadera sabiduría. Cuando alguien cree que no necesita de Dios ni de los consejos de otros, se expone a la caída. La Palabra nos recuerda que la altivez precede a la destrucción, mientras que la humildad nos abre la puerta a la gracia divina. Por eso, el sabio verdadero no es el que presume, sino el que reconoce que todo lo bueno proviene de lo alto.
Porque será medicina a tu cuerpo,
Y refrigerio para tus huesos.Proverbios 3:8
Porque la sabiduría que da el Señor a cada uno de sus hijos, es medicina a nuestro cuerpo y refrigerio para todos aquellos que acepten su sabiduría, esta es la sabiduría que viene de Dios, que es perfecto.
La sabiduría divina produce paz en el corazón y sanidad interior. Cuando vivimos bajo los principios del Señor, evitamos muchas angustias y sufrimientos que provienen de decisiones apresuradas. No se trata únicamente de un bienestar espiritual, sino también emocional y físico. Una persona guiada por Dios experimenta descanso para el alma y fortaleza para enfrentar las pruebas.
Honra a Jehová con tus bienes,
Y con las primicias de todos tus frutos;Proverbios 3:9
También es bueno que honremos al Señor con nuestros bienes, que todo lo que nosotros hagamos sea del agrado Dios, y que todo lo que nos ganemos sea limpio, y que no sea algo que vino de muerte o de robo, para que todo lo que presentemos delante de Dios sea grato.
Honrar a Dios con lo que tenemos es un acto de obediencia y de gratitud. No importa si lo que poseemos es mucho o poco, lo importante es presentarlo con un corazón sincero y con manos limpias. Cada fruto de nuestro trabajo debe estar dedicado al Señor, reconociendo que sin su bendición no podríamos obtener nada. La ofrenda y las primicias son expresiones externas de una vida que reconoce a Dios como proveedor.
Y serán llenos tus graneros con abundancia,
Y tus lagares rebosaránProverbios 3:10
Sé íntegro delante de la presencia del Señor y todo lo que hagas será próspero, y te irá bien todo el tiempo, porque al Señor le agrada la persona que actúa con la sabiduría de lo alto.
La promesa de Dios es clara: aquellos que confían en Él y caminan en obediencia experimentarán abundancia. No se refiere únicamente a riquezas materiales, sino a la plenitud en todas las áreas de la vida: paz, gozo, salud y esperanza. La prosperidad verdadera no se mide en cuentas bancarias, sino en la satisfacción de vivir bajo la bendición del Altísimo.
En conclusión, la sabiduría humana es limitada y muchas veces nos conduce al error. Sin embargo, la sabiduría de Dios es perfecta y transforma nuestra manera de vivir. Aprendamos a no confiar en nuestro propio entendimiento, sino a buscar al Señor en cada decisión. Solo así podremos disfrutar de una vida plena, en paz y en abundancia, según las promesas de su Palabra.