Debemos entender que, si conseguimos algo, aunque sea poco, debemos sentirnos alegres en el Señor y no tristes. La verdadera alegría no depende de la cantidad de bienes materiales que tengamos, sino de la paz y el contentamiento que Dios pone en nuestro corazón. Muchas personas consiguen una gran fortuna, pero aun así su mente no está tranquila. Sus noches son largas, su conciencia les acusa y el temor de perder lo que han conseguido les roba la paz. El dinero, aunque puede traer comodidad, no garantiza la felicidad ni la satisfacción profunda que solo Cristo puede dar.
Algunos consiguen mucho dinero mal habido, y este dinero no se disfruta. La Biblia es clara en afirmar que las riquezas adquiridas de manera injusta pronto se desvanecen, porque así como llegan, se van. Proverbios 13:11 dice: “Las riquezas de vanidad disminuirán; pero el que recoge con mano laboriosa las aumentará”. Esto nos recuerda que el dinero obtenido por medios ilícitos, con engaños o injusticias, no tiene la bendición de Dios. Puede traer placer momentáneo, pero nunca paz duradera. Lo injusto no permanece, porque carece del fundamento de la justicia divina.
Con misericordia y verdad se corrige el pecado,
Y con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal.Proverbios 16:6
Solo hay Uno que puede llevarse el pecado del hombre, y ese es Jesucristo. El temor de Dios provoca un cambio real en el corazón, hace que las personas se aparten del mal y que todo lo que antes practicaban sea dejado atrás. No es simplemente un miedo humano, sino un respeto reverente, un reconocimiento de que Dios es santo y justo. Cuando alguien experimenta este temor de Jehová, ya no ve el pecado como algo atractivo, sino como algo que destruye. Ese cambio interior es obra del Espíritu Santo en el corazón del creyente.
Sabemos que muchos se apartan del mal cuando conocen al Señor, pero también es cierto que otros siguen cometiendo injusticia para conseguir lo que desean. Son capaces de mentir, robar e incluso matar con tal de obtener dinero. Esto sucede porque aman más las riquezas que a Dios, y la Escritura dice claramente: “Raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6:10). El dinero en sí mismo no es malo, pero cuando se convierte en el centro de la vida, termina esclavizando el corazón. El creyente debe recordar que “nadie puede servir a dos señores” (Mateo 6:24), no podemos amar a Dios y al dinero al mismo tiempo.
Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová,
Aun a sus enemigos hace estar en paz con él.Proverbios 16:7
Esta es una promesa hermosa. Cuando un hombre o una mujer decide apartarse del mal y caminar en los caminos de Dios, Él mismo se encarga de poner paz alrededor. Incluso aquellos que antes eran enemigos pueden volverse aliados, o al menos dejar de causar daño. Esto no significa que nunca tendremos oposición, pero sí que la gracia de Dios puede cambiar situaciones imposibles y traer calma donde antes había conflicto. El Señor tiene poder para tocar corazones y transformar relaciones. Nada es imposible para Dios, Él conoce nuestras mentes y corazones más profundamente que nosotros mismos.
Mejor es lo poco con justicia
Que la muchedumbre de frutos sin derecho.Proverbios 16:8
Tengamos en cuenta que a Dios le agrada todo lo que se obtiene con justicia. Él es un Dios recto, y lo que más valora no es la cantidad, sino la manera en que se consigue. Aunque sea poco, si lo recibimos de manera justa, será de gran valor delante de los ojos del Señor. En cambio, la abundancia obtenida sin derecho es despreciable, porque carece de la bendición divina. Es mejor tener poco con paz y alegría que mucho con remordimiento y temor. La justicia es más preciosa que la abundancia injusta.
El Señor se agrada de quienes practican la justicia, porque su carácter es justo y misericordioso. Siendo hijos de Dios, estamos llamados a reflejar ese carácter en nuestras decisiones diarias. Si trabajamos, hagámoslo con honestidad; si hacemos negocios, que sean transparentes; si tratamos con otros, que sea con rectitud y verdad. Practiquemos la justicia y, aunque recibamos poco, recibámoslo con gratitud ante los ojos del Señor. El contentamiento es una virtud que el mundo no entiende, pero que el creyente disfruta al saber que Dios es su proveedor y que lo poco con bendición vale más que mucho sin paz. Recordemos las palabras de Pablo: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Filipenses 4:11). Esa es la verdadera riqueza, vivir confiados en la provisión de Dios y caminar en justicia delante de Él.