La Palabra nos dice que El Dios todopoderoso escucha las oraciones de los afligidos. Dios les ayuda en su caminar, da aliento a su espíritu y alimenta sus esperanzas cada día.
Él no se olvida de los que están abatidos de corazón, sino que cuida de cada uno de ellos, sin importar su necesidad y donde ellos se encuentren, porque el Dios de los ejércitos pelea por todos.
Porque todos los que confían en Él son bienaventurados, porque Jehová vela por ellos y les defiende, porque Dios es consuelo al alma que está afligida. La esperanza de todo ser humano está en las manos de Dios.
En ti confiarán los que conocen tu nombre,
Por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.Salmos 9:10
Es bueno reconocer a Dios en todo lo que hagamos, dar gracias a, Él por sus maravillas, Él no desampara al que está mal de espíritu, porque Dios es su respirar, su alimento.
Qué bueno cuando leemos su Palabra, recordemos que cuando hacemos esto, nos fortalecemos en espíritu y nuestros corazones se llenan de alegría, por eso es bueno concentrarnos cada día en Santa Palabra.
Cantad a Jehová, que habita en Sion;
Publicad entre los pueblos sus obras.Salmos 9:11
Cante alegre toda la tierra, mencionen el nombre del Señor con todas sus fuerzas, porque Él es digno de honor y honra, demos cada día gracias al Dios que hace todo posible, un Dios que tiene el control de todo.
Porque el que demanda la sangre se acordó de ellos;
No se olvidó del clamor de los afligidos.Salmos 9:12
Podemos decir, que el Señor siempre tiene presente a sus hijos, Él, demanda que todos le adoremos y glorifiquemos, y que todo pueblo, lengua, y nación conozcan sus palabras.
En su palabra está la sabiduría, porque nuestra enseñanza viene del Todopoderoso, y es por esta razón que no podemos negar su Palabra, en ella encontraremos la verdad. Cuando leemos las Santa Escrituras, nos damos cuenta del poderío y la gloria del Dios grande, fuerte, y valiente.
La experiencia del afligido que se acerca a Dios es transformadora. Muchas veces, en medio de la tristeza, pensamos que nadie nos escucha, que nuestros problemas son demasiado grandes y que no existe solución. Sin embargo, la Biblia nos recuerda que Dios siempre está atento, que su oído no se ha cerrado ni su mano se ha acortado para salvar. Este consuelo es una fuente de esperanza para el creyente que deposita su fe en el Señor.
A lo largo de la historia bíblica vemos ejemplos de hombres y mujeres que clamaron a Dios en momentos de angustia y recibieron respuesta. Ana, la madre de Samuel, lloraba amargamente por no poder tener hijos, pero derramó su corazón delante del Señor, y Él escuchó su clamor. El rey David, autor de tantos salmos, constantemente confesaba sus penas y angustias delante de Dios, y hallaba fortaleza para seguir adelante. Estos relatos nos muestran que no estamos solos en nuestro sufrimiento, sino que contamos con un Dios cercano.
Además, cuando reconocemos a Dios en medio de nuestras dificultades, aprendemos a depender más de Él y menos de nuestras propias fuerzas. La fe crece en el terreno de la prueba, y el espíritu se fortalece cuando entendemos que no vivimos por vista, sino por fe. Por eso, la oración no es simplemente una tradición religiosa, sino una herramienta poderosa que abre las puertas de los cielos para que la voluntad de Dios se manifieste en nuestras vidas.
La Palabra también nos invita a cantar y publicar las maravillas del Señor. Esto significa que no basta con recibir el consuelo de Dios en lo íntimo de nuestro corazón, sino que debemos dar testimonio de lo que Él ha hecho en nuestras vidas. Cuando proclamamos sus obras, fortalecemos nuestra fe y animamos a otros a confiar en Él. Un corazón agradecido que reconoce la mano de Dios es un corazón que vive en paz y esperanza.
Finalmente, recordemos que Dios no se olvida del clamor de los afligidos. Aunque los hombres fallen, aunque las circunstancias parezcan imposibles, el Señor permanece fiel. En su tiempo perfecto, Él responde, consuela y da nuevas fuerzas al cansado. Por eso debemos perseverar en la fe, confiando plenamente en que nuestro Padre celestial tiene cuidado de nosotros.
Conclusión: La vida del creyente se sostiene en la confianza de que Dios escucha y responde. Su Palabra nos asegura que no estamos solos, que cada lágrima es tomada en cuenta y que cada oración llega a su presencia. Que cada día podamos acercarnos a Él con corazones sinceros, agradecidos y confiados, sabiendo que en su amor encontramos la verdadera esperanza.