El Señor no retarda su promesa

El tema de la segunda venida de Cristo ha sido objeto de debate, esperanza y también de burla a lo largo de la historia. No se trata de un asunto nuevo, sino de una promesa que la iglesia ha sostenido firmemente por más de dos mil años. Cada generación de creyentes ha proclamado con fe que Cristo viene pronto, y aunque los incrédulos levantan argumentos en contra, para los cristianos esta verdad sigue siendo una de las columnas fundamentales de la fe. Hablar de la venida de Cristo no es un recurso motivacional ni una tradición religiosa más, sino una convicción basada en la Palabra de Dios.

Muchas personas que no son cristianas han prestado atención a nuestras predicaciones, aunque muchas veces no para creer sino para cuestionar. Durante más de dos mil años la iglesia ha proclamado con firmeza que Cristo viene pronto, y es precisamente ahí donde los incrédulos levantan sus argumentos. Algunos se burlan diciendo: “Si realmente viene pronto, ¿por qué ha pasado tanto tiempo y aún no ha regresado?”. Otros van más lejos y comparan este mensaje con cuentos de hadas o con tradiciones como la historia de Santa Claus, tratando de ridiculizar la esperanza cristiana.

Sin embargo, lo importante es recordar que Jesús nunca prometió venir en una fecha específica. Él dijo claramente que vendría un día, y dejó establecido que ese día sería “pronto”. Ahora bien, debemos entender que “pronto” en el lenguaje divino no es lo mismo que en nuestro lenguaje humano. Para Dios, el tiempo no transcurre como para nosotros. Él es eterno, no está limitado por segundos, horas o años. La Biblia dice que para el Señor “un día es como mil años, y mil años como un día”. Nosotros, en nuestra humanidad, nos cansamos de esperar con facilidad, pero Dios cumple sus promesas en el momento perfecto.

Cuando analizamos la historia bíblica, vemos que muchas promesas parecieron demorarse, pero al cumplirse demostraron la fidelidad de Dios. Abraham tuvo que esperar años para ver nacer a Isaac; el pueblo de Israel aguardó siglos para recibir al Mesías. Esto nos enseña que el “pronto” de Dios es diferente, y que su plan siempre se ejecuta en el momento preciso, aunque a nosotros nos parezca tardanza.

Es verdad que la iglesia ha predicado por siglos acerca de la venida de Cristo, y todavía no ha ocurrido. Pero también es cierto que jamás se nos dio una fecha exacta. Los apóstoles tampoco pusieron día ni hora. Ellos, al igual que nosotros, esperaban con anhelo ese glorioso momento, pero sabían que estaba en las manos del Padre. Jesús mismo dijo: “De aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre”.

En los tiempos bíblicos ya había burladores que levantaban dudas sobre esta promesa. Los cristianos del primer siglo también eran confrontados con preguntas y burlas de parte de aquellos que odiaban la fe. Por eso Pedro escribió en su segunda carta estas palabras llenas de verdad y consuelo:

El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.

2 Pedro 3:9

Este versículo es clave para entender la aparente tardanza de Cristo. El Señor no está retrasando su venida por negligencia, sino por misericordia. Su paciencia nos muestra su amor, porque aún hay millones de personas que necesitan escuchar el evangelio y ser salvas. El plan de Dios no ha cambiado: antes de la fundación del mundo ya estaba escrito el tiempo exacto en que Cristo regresará. Pero hasta entonces, el Señor sigue extendiendo su gracia, dando la oportunidad de arrepentimiento incluso a aquellos que hoy se burlan de la promesa.

Esto debe llenarnos de esperanza y también de responsabilidad. La iglesia no está llamada a desanimarse ni a callar el mensaje, sino a proclamar con más fuerza que Cristo viene. Debemos ser pacientes, sí, pero pacientes activos: predicando, enseñando, evangelizando, mostrando con nuestras vidas que seguimos esperando a nuestro Señor. Cada día que pasa sin que Cristo regrese es un día más de oportunidad para que alguien conozca la salvación. De hecho, quizás aquellos que hoy dudan y critican sean los mismos que mañana se rindan a los pies de Jesús.

La venida de Cristo también nos invita a vivir en santidad. No se trata solamente de esperar pasivamente, sino de estar preparados. El apóstol Pablo comparó ese momento con la llegada de un ladrón en la noche, algo inesperado, que sorprende a los desprevenidos. Por eso debemos velar y mantener nuestra lámpara encendida, porque el encuentro con Cristo será glorioso, pero solo estarán listos aquellos que permanecieron fieles.

No olvidemos que la venida de Cristo será inesperada, como ladrón en la noche. No habrá avisos ni fechas anticipadas. Por eso debemos estar preparados, viviendo en santidad y fidelidad. No sabemos cuándo será, pero sí sabemos que sucederá. Y cuando ocurra, la burla de los incrédulos quedará en silencio ante la gloria del Hijo de Dios viniendo en las nubes con poder y gran majestad.

Así que, hermanos, seamos pacientes y perseveremos en nuestra esperanza. Sigamos predicando a todo pulmón que Cristo viene pronto. Aunque el mundo se burle, aunque digan que es un cuento, nosotros sabemos en quién hemos creído. Un día, la trompeta sonará y Cristo vendrá por su iglesia. Esa es nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro consuelo eterno.

En conclusión, la aparente tardanza no es un motivo para la incredulidad, sino una evidencia de la paciencia de Dios. Él espera porque ama, y mientras tanto nos da la oportunidad de vivir en fidelidad, de predicar su Palabra y de prepararnos para el encuentro con nuestro Salvador. Cada día que pasa nos acerca más a ese acontecimiento glorioso, y esa es la razón por la cual debemos mantener firme nuestra fe. Cristo viene pronto, y esa verdad nunca cambiará.

La nación que tiene a Jehová como Dios es bienaventurada
El gran mandamiento