Es muy bueno leer cada historia de la Biblia, porque además de ser relatos apasionantes, no son simplemente «historias» como las que inventa la literatura humana, sino hechos reales, verídicos y llenos de enseñanza. Cada pasaje de la Escritura tiene un propósito: mostrarnos quién es Dios, cómo se relaciona con su pueblo y qué espera de nosotros. Un ejemplo contundente lo encontramos en el pueblo de Israel. De ellos podemos aprender tanto de sus errores como de sus virtudes, y al meditar en su caminar nos damos cuenta de cuán parecidos somos en muchas ocasiones. Israel se desvió del camino de Dios en múltiples momentos, a pesar de haber visto una y otra vez la poderosa mano del Señor obrando en su favor.
Una de las lecciones más claras que nos deja Israel es la facilidad con la que el ser humano olvida los favores recibidos. Ellos, a pesar de haber sido liberados de Egipto con mano poderosa, de ver abrirse el Mar Rojo, de recibir maná del cielo y agua de la roca, en muchas ocasiones se olvidaron de que Dios era su refugio y recurrieron a otros «dioses». Esta realidad refleja también lo que nos ocurre hoy: aunque Dios ha hecho maravillas en nuestras vidas, somos propensos a olvidar su bondad y a buscar refugio en cosas pasajeras que jamás podrán sostenernos. Así como Israel, a veces nos apartamos y no reconocemos que solo en el Señor está nuestra verdadera salvación.
El salmista lo entendía muy bien, y por eso escribió estas poderosas palabras:
Hoy en día, muchos buscan refugio en la riqueza, en la fama, en los placeres, en la ciencia o incluso en las relaciones humanas. Pero todos esos refugios son temporales y limitados. Al final no pueden librarnos del dolor del alma, del vacío del corazón ni de la eternidad sin Dios. Solo Cristo puede ser nuestro refugio verdadero, porque en Él encontramos perdón, vida y salvación. Él mismo dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.
Hermanos, nuestro Dios es poderoso, fiel y eterno. Confiemos en Él en todo momento. No nos cobijemos en supuestos refugios que al final no traen la ayuda real que necesitamos. El Señor es nuestra roca firme, nuestro escudo y nuestro libertador. Les invito hoy a renovar su confianza en Dios de todo corazón. Que podamos vivir cada día recordando que nuestro socorro no viene de los hombres, ni de las cosas creadas, sino de Jehová, el Creador del cielo y de la tierra. ¡A Él sea toda la gloria y la honra por los siglos de los siglos! Amén.