El camino de Jehová es fortaleza al perfecto

¿Por qué el camino de Jehová es fortaleza al perfecto? La respuesta está en que el Señor sostiene a aquellos que caminan en integridad, dándoles firmeza y dirección. El hombre íntegro no es perfecto en sí mismo, sino que depende de la gracia de Dios y procura obedecer su Palabra en cada área de su vida. Quien se mantiene fiel a Dios recibe de Él la recompensa: paz en medio de la tormenta, fuerza en los momentos de debilidad y esperanza aun en la adversidad. En cambio, aquel que se aparta de la justicia y vive en maldad se pierde de esta gran bendición y camina hacia destrucción.

El camino de Jehová es fortaleza al perfecto;
Pero es destrucción a los que hacen maldad.
Proverbios 10:29

Ahora bien, ¿qué debemos hacer nosotros para mantenernos fieles delante de Dios? La respuesta es clara: hacer lo correcto, vivir en obediencia a sus mandamientos, practicar la justicia, ser misericordiosos con los demás, anunciar las buenas nuevas del Evangelio y glorificar a Dios en todo lo que hacemos. La fidelidad no se demuestra solo con palabras, sino con acciones concretas que reflejan el carácter de Cristo en nosotros.

El justo no será removido jamás;
Pero los impíos no habitarán la tierra.
Proverbios 10:30

Este versículo nos recuerda que el justo permanece firme porque Dios lo sostiene. Puede pasar por pruebas, tentaciones y sufrimientos, pero no será removido, porque sus raíces están en el Señor. En cambio, los impíos, aunque por un tiempo parezca que prosperan, no tendrán parte en la herencia eterna. Ellos mismos se privan del lugar santo que Dios ha preparado para quienes le son fieles. Esta es una advertencia para que examinemos nuestro corazón y vivamos bajo la gracia de Dios.

La boca del justo producirá sabiduría;
Mas la lengua perversa será cortada.

Los labios del justo saben hablar lo que agrada;
Mas la boca de los impíos habla perversidades.
Proverbios 10:31-32

Aquí vemos otro contraste: el justo produce sabiduría con sus palabras, mientras que el impío pronuncia perversidades que conducen a ruina. El creyente debe ser consciente de que sus palabras tienen peso e impacto. Nuestra manera de hablar puede edificar o destruir, puede acercar a otros al Evangelio o alejarlos de Dios. Por eso, debemos procurar que nuestros labios expresen gracia, verdad y bondad. La sabiduría de lo alto debe reflejarse en cada conversación, testimonio y enseñanza que compartimos.

Es importante recordar que muchos ojos nos observan. Personas que no conocen a Dios miran cómo hablamos, cómo nos vestimos, cómo actuamos y cómo tratamos a los demás. No se trata de aparentar, sino de dar buen testimonio para que, al ver nuestras obras, glorifiquen al Padre que está en los cielos. Nuestro ejemplo puede ser el medio que Dios use para despertar en otros el deseo de acercarse a Cristo.

Hoy vemos con tristeza cómo hablar malas palabras y usar un lenguaje vulgar se ha vuelto algo común, incluso desde la niñez. Niños y jóvenes repiten lo que escuchan en sus hogares, porque los padres muchas veces maldicen, discuten, roban o actúan con violencia delante de ellos. Esto nos recuerda que el mal ejemplo se transmite con facilidad, pero también nos da la responsabilidad de mostrar un modelo diferente: el de la vida cristiana guiada por la Palabra de Dios.

Por eso, como creyentes, debemos hacer lo correcto delante de Dios y hablar con prudencia, humildad y amor. No se trata solo de evitar palabras ofensivas, sino de usar nuestra lengua para bendecir, edificar y proclamar la verdad. Así daremos testimonio de que somos diferentes, no por nuestras fuerzas, sino porque el Espíritu Santo vive en nosotros. Cada día debemos pedir sabiduría de lo alto para que nuestras acciones y palabras sean un reflejo del Dios justo, verdadero y fiel. Al hacerlo, no solo seremos fortalecidos en el camino de Jehová, sino que también seremos instrumentos de bendición para otros.

Más que vencedores
Vestíos de toda la armadura de Dios