Viviendo por fe

La Biblia nos habla mucho sobre la fe, puesto que este debe ser un factor esencial en cada cristiano. Sin fe es imposible agradar a Dios, porque la fe es la base de nuestra relación con Él. La fe nos conecta con el Creador y nos permite vivir bajo sus promesas, incluso cuando no vemos con claridad lo que sucederá. En la Palabra de Dios encontramos a muchas personas que vivieron por fe, hombres y mujeres que confiaron plenamente en el Señor. También vemos ejemplos de aquellos cuya fe fue extraordinaria, que creyeron enteramente en Dios en toda circunstancia de la vida. A través de ellos, Dios nos invita hoy a vivir una fe firme, constante y rendida a su voluntad.

Necesitamos una gran fe para mantenernos firmes ante las tempestades de este mundo. La fe no se mide por palabras, sino por la capacidad de permanecer en pie cuando todo lo demás se tambalea. La Biblia nos presenta a un hombre llamado Pablo, apóstol de Jesucristo, que padeció incontables sufrimientos por causa del Evangelio. Fue azotado, encarcelado, perseguido y despreciado, pero jamás negó su fe, porque entendía que lo que había recibido era un tesoro incomparable. Su vida fue un ejemplo de resistencia, mostrando que la verdadera fe no se derrumba ante el dolor, sino que se fortalece en medio de él.

Nos preguntamos: ¿por qué los sufrimientos? La respuesta está en que el mensaje que predicamos es un tesoro invaluable. El Evangelio no tiene precio, porque contiene las palabras de vida eterna. No obstante, la tentación de gloriarnos a nosotros mismos siempre está presente. El ser humano busca reconocimiento, pero Pablo recordó a los corintios que toda la gloria pertenece solo a Dios. Por eso, escribió estas palabras:

La fe nos llama a perseverar en medio de las pruebas. Cada día pasamos por dificultades, luchas internas y externas, pero aún así mantenemos un gran aliento de vida. Aunque estemos en apuros, no debemos desesperarnos, porque nuestra esperanza descansa en Cristo Jesús, nuestro amado Redentor. Él es quien nos sostiene, quien fortalece nuestra fe y quien nos asegura la victoria final.

Recordemos siempre esta verdad poderosa: «Sin fe es imposible agradar a Dios». Por eso, nuestra confianza debe estar plenamente puesta en nuestro Creador, no en los recursos humanos ni en las circunstancias. La fe nos da la certeza de que lo que Dios dijo se cumplirá, aunque tarde en llegar. Confiar en Él nos permite vivir en paz, sabiendo que el Señor es fiel y que nunca abandonará a sus hijos.

Vestíos de toda la armadura de Dios
Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza