La vida cristiana no está exenta de dificultades, y es precisamente en medio de ellas donde aprendemos a conocer mejor la fidelidad de Dios. Cada situación adversa puede convertirse en una oportunidad para fortalecer nuestra fe, para recordar que, aunque seamos débiles, en Cristo somos más que vencedores. El dolor, la incertidumbre y los momentos de oscuridad no son señales de derrota, sino escenarios donde el poder de Dios se manifiesta con mayor claridad. Así lo vemos a lo largo de toda la Escritura, donde hombres y mujeres experimentaron la grandeza del Señor en medio de sus pruebas.
Dolor, engaño, amargura, desilusiones, tristeza, hambre, desnudez, abandono y un sinnúmero de cosas más son las que pasamos muchas veces, pero ninguna de estas cosas son lo suficientemente fuertes para separarnos del amor de Cristo. Nuestro Dios es poderoso para mantenernos firmes ante estas cosas y es demostrado a través de las historias bíblicas que nos acompañan hoy en día.
Hay una historia en la Biblia que nos narra aquel momento en el cual los discípulos estaban en la barca y hubo una gran tempestad, de cómo ellos estaban sumamente asustados, pues, imagínese usted en medio del mar, en una barca de madera y las grandes olas sobre usted, el mar sumamente enfurecido, ¿acaso no es de temer? Los discípulos estaban temblando, lo mismo que usted y yo haríamos.
Hay una frase que dice: «Jesús siempre llega a tiempo». Esta frase es completamente cierta, aunque quizás creamos que a veces él llega tarde, pero esto es porque lo calculamos humanamente, pero Dios en verdad siempre llega a tiempo, y en aquel momento tan difícil para los discípulos Él estaba llegando en el momento correcto, en el momento en que la humanidad de ellos no podía hacer nada para salvarles. Dios es especialista haciendo de lo imposible posible, en hacer grandes obras cuando el brazo humano no puede hacer más nada. Dios es especialista sacándonos de problemas que por nuestras propias fuerzas nunca lograríamos, amados, Dios es el Dios de lo imposible.
Hay una canción que me gusta bastante y una de sus estrofas dice:
Dulce refugio
en la tormenta
es Jesucristo el salvador
quien me alienta y alimenta
con su palabra y su amor
En ese refugio debemos reposar, debemos vivir, confiar, andar y creer cada día que en nuestros peores momentos, que en nuestras peores pruebas Él está ahí para darnos consuelo. En esos momentos difíciles Dios es especialista haciendo obras maravillosas. ¡Confía en Dios!
Dijo el salmista:
Aunque tiemble la tierra
y se hundan las montañas
hasta el fondo del mar;
aunque se levanten grandes olas
y sacudan los cerros con violencia,
¡no tendremos miedo!Salmos 46:2-3
Todos los hombres de la Biblia pasaron por momentos quizás más duros que los nuestros, sin embargo, ellos creían en la poderosa mano de Dios.
Cuando leemos estos relatos, comprendemos que los problemas actuales, aunque dolorosos, no son diferentes de los que enfrentaron nuestros antepasados en la fe. Abraham, Moisés, David, Job, Pablo y muchos otros fueron probados en distintas formas, pero cada uno experimentó que la fidelidad de Dios era más grande que la magnitud de sus pruebas. Lo mismo ocurre en nuestra vida: cada crisis es una oportunidad para ver cómo el Señor obra de manera sobrenatural, trayendo paz donde había angustia y esperanza donde solo había desconsuelo.
La confianza en Dios no significa ausencia de pruebas, sino la seguridad de que nunca enfrentaremos esas pruebas solos. Cristo prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y esa promesa se mantiene firme hoy. Por eso, en lugar de temer, debemos aprender a descansar en la presencia de Aquel que tiene el poder de calmar cualquier tormenta. Los discípulos lo vieron literalmente cuando Jesús reprendió al viento y al mar, y hoy lo experimentamos cuando su Espíritu nos da calma en medio de las dificultades.
Recordemos también que la fe se fortalece en medio de la prueba. No es en tiempos de abundancia cuando aprendemos a depender de Dios, sino en los momentos en que no tenemos más recursos que su gracia. Es ahí donde descubrimos que su amor es inquebrantable y que sus brazos son nuestro refugio seguro. Lo que hoy parece un obstáculo insuperable, mañana será un testimonio de la gloria de Dios en nuestra vida.
En conclusión, nada de lo que enfrentemos podrá apartarnos del amor de Cristo. Así como los discípulos vieron al Maestro llegar en medio de la tormenta, así también nosotros podemos confiar en que Jesús siempre llegará en el momento justo. Él es nuestro refugio, nuestra fortaleza y nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Aferrémonos a esa verdad con fe y esperanza, sabiendo que en Cristo siempre somos más que vencedores.