Desde aquel día en que el hombre desobedeció el mandato divino, desde ese momento en que el hombre conoció el pecado, todos los hombres luego del primero (Adán) fueron arrastrados por el pecado y todavía seguimos siendo arrastrados por el mismo. Esto quiere decir que antes éramos seres perfectos a semejanza de Dios, pero ahora hemos venido a ser seres llenos de imperfecciones.
Desde Adán que fue el primer hombre hasta el último ser humano ha pecado, puesto que no existe ningún ser humano perfecto, incluyendo a aquellos grandes hombres de la Biblia, aquellos que admiramos y respetamos, pero, lo cierto es que ellos alguna vez también cometieron errores al igual que nosotros y de una forma u otra esto puede alentarnos a nosotros, en el sentido que nuestras imperfecciones no pueden ir más arriba que el plan de redención de Cristo por la humanidad. Su eterno amor, su misericordia inagotable nos ha alcanzado, no porque nosotros seamos buenos o merecedores de su amor, sino porque Él decidió amarnos y eso lo explica todo.
¿Crees que existió algún hombre perfecto en la Biblia? Pues esa pregunta es fácilmente respondida a través de las Escrituras mismas:
Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
Romanos 3:23
Todo hombre ha desobedecido la ley divina, todo hombre ha pecado, todo hombre comete errores, y la Biblia no guarda silencio sobre esto, pues, encontramos los errores del apóstol Pedro cuando negó tres veces a Jesús y más adelante fue hipócrita cuando predicaba un mensaje distinto para los judíos y otro delante de los gentiles (Gálatas 2:11-14). Tomás tuvo que ver y tocar para creer que Jesús estaba vivo (Juan 20:29). El mismo apóstol Pablo una y otra vez nos habla de lo débil que es el hombre. La Biblia tampoco nos oculta el error de Jonás al preferir que el misericordioso Dios destruyese a Nínive en vez de salvarla. La Palabra de Dios nunca nos oculta los errores de aquellos hombres que fueron usados por Dios, ¿por qué? pues todo hombre es pecador, mas Dios es veraz.
Este mensaje es importante porque nos recuerda que la Biblia no es un libro que endiosa a los hombres, sino que nos muestra la realidad de la condición humana. Aquellos héroes de la fe que hoy admiramos no eran perfectos, sino que dependieron de la gracia de Dios para poder cumplir el propósito que Él tenía para sus vidas. Esto debe animarnos, ya que si Dios pudo usar a personas débiles y con errores, también puede usarnos a nosotros para llevar su mensaje y mostrar su gloria.
¿Ahora qué? ¿No hay solución para nuestra condición pecadora? De ninguna manera, pues el mismo Pablo continúa diciendo a los Romanos:
Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
Romanos 3:24
Esta es nuestra solución para dicha condición, que aun siendo nosotros seres imperfectos, pecadores malvados, aun así, Dios quiso amarnos con un gran amor y envió a su Hijo a morir en la cruz para que nosotros seamos justificados por la fe que es en Cristo Jesús nuestro amado Señor.
La obra de Cristo en la cruz no solamente cubre nuestro pecado, sino que nos ofrece una nueva vida. El perdón de Dios no significa simplemente borrar lo malo, sino también darnos la oportunidad de comenzar de nuevo bajo su gracia. Esto es lo que Jesús le explicó a Nicodemo cuando le habló de nacer de nuevo (Juan 3:3). En Cristo se nos concede una identidad diferente: ya no somos esclavos del pecado, sino hijos de Dios.
Esto también nos invita a reflexionar sobre cómo vivimos cada día. Si hemos sido justificados por la gracia, entonces debemos procurar vivir agradecidos, mostrando con nuestras acciones el fruto de esa transformación. No significa que seremos perfectos, pero sí que cada día caminamos hacia una vida de santidad, confiando en que Dios perfeccionará la obra que comenzó en nosotros (Filipenses 1:6).
Por tanto, aunque la condición de la humanidad es de pecado, la esperanza que tenemos en Cristo es mucho mayor. Su amor nos libra de la condenación y nos ofrece la vida eterna. Esta verdad debe llenarnos de paz, porque no se trata de lo que nosotros podemos hacer, sino de lo que Él ya hizo por nosotros en la cruz. Confiemos, entonces, en esa gracia maravillosa y vivamos cada día con la certeza de que en Jesús tenemos victoria.