Una esperanza viva

Recordemos que nuestra esperanza está en Jesús que es nuestra eternidad, Dios es nuestra ayuda, refugio, fuerza, amor, paz, Él es quien nos sostiene en todo momento.

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,

1 Pedro 1:3

Quizás muchas personas de aquellos tiempos pensaron que al escucharse de la muerte de Jesús ya no había esperanza, pero estaban equivocados porque Jesús les había prometido que cuando lo crucificaran resucitaría al tercer día. Y así pasó.

Esto nos deja dicho que nuestra esperanza se mantiene viva para siempre por los siglos de los siglos, y esto es porque tenemos un Dios real que cumple lo que promete.

que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.

1 Pedro 1:5

Está muy claro que el mismo Señor nos ayuda a permanecer en la fe, para que podamos seguir hacia adelante en el nombre de Cristo, sin importar los obstáculos que se presenten en el camino.

Cristo es nuestro ayudador solo Él nos puede conducir a la salvación y llevarnos hacia su promesa, Dios sigue encaminándonos para que no nos desviemos, sino que para podamos obtener nuestra salvación.

para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,

1 Pedro 1:4

Este verso Bíblico nos explica que el Señor nos dará una herencia que estará totalmente libre y limpia de todo mal.

Es bueno que sigamos creyendo en sus promesas, y que no desmayemos, sino que sigamos hacia adelante mirando a Cristo Jesús nuestro salvador. Así que si no estás esperando estas promesas y no crees que el Señor nos la entregará entonces es tiempo que creas, pero te tengo muy buenas noticias y es que Dios promete y así mismo lo cumple, pero no es cuando tú quieras, sino según su santa voluntad.

La esperanza cristiana no es un simple deseo, sino una certeza fundamentada en la obra de Jesucristo. A diferencia de las esperanzas humanas, que muchas veces terminan en desilusiones, la esperanza en Dios es firme, porque descansa en la fidelidad de Aquel que no miente. Esto nos invita a confiar cada día en que, aunque las circunstancias sean adversas, el Señor tiene un plan perfecto para nuestras vidas.

Muchos hombres y mujeres de fe a lo largo de la historia han tenido que enfrentarse a momentos difíciles, y en medio de ellos encontraron fortaleza al recordar que su esperanza estaba puesta en lo eterno y no en lo pasajero. Job, por ejemplo, en medio de su dolor y pérdida, pudo declarar: “Yo sé que mi Redentor vive”. Esa misma convicción debe estar en nuestro corazón, porque aunque todo se derrumbe a nuestro alrededor, Cristo permanece fiel.

Nuestra esperanza viva también nos motiva a vivir en santidad. Si sabemos que hemos sido llamados a una herencia incorruptible, debemos preparar nuestro corazón y vivir conforme a la voluntad de Dios. Esto significa apartarnos del pecado, buscar la justicia, practicar el amor y reflejar la luz de Cristo en medio de una sociedad que muchas veces vive sin esperanza.

Es necesario recordar que esta herencia celestial no se gana por obras humanas, sino que es un regalo de Dios por medio de la fe en Jesucristo. La salvación es un don gratuito, pero sí requiere de nosotros perseverancia, fidelidad y la decisión de mantenernos firmes en medio de las pruebas. La fe es el canal por el cual permanecemos guardados en el poder de Dios, esperando la revelación plena de Su gloria.

En la vida diaria esta esperanza nos ayuda a levantarnos cada mañana con la seguridad de que no caminamos solos. Cuando atravesamos dificultades económicas, problemas familiares, enfermedades o incertidumbres, podemos recordar que en Cristo tenemos refugio seguro. Él es la roca que no se mueve, el pastor que guía nuestras vidas, y el amigo fiel que nunca abandona.

Finalmente, es importante no solo vivir con esperanza, sino también transmitirla a los demás. El mundo necesita conocer que hay un Salvador que venció la muerte y que ofrece vida eterna. Cada creyente tiene la misión de compartir esta buena noticia, sembrando fe y esperanza en aquellos corazones que están abatidos.

Conclusión

Nuestra esperanza en Cristo es un ancla firme que nos sostiene en medio de las tormentas de la vida. No es una ilusión pasajera, sino una realidad respaldada por la resurrección de Jesús y por la promesa de una herencia eterna. Por eso, sigamos confiando, caminemos con fe y nunca olvidemos que lo que Dios ha prometido, Él lo cumplirá. Que cada día podamos vivir con la mirada puesta en lo eterno, con un corazón agradecido y con la seguridad de que en Cristo tenemos una esperanza viva e inquebrantable.

Una promesa de vida eterna
La misericordia de Dios