La grandeza de Dios

Lo grande que es nuestro Dios es algo que vemos desde el principio de la creación, es decir, cuando Dios creó los cielos y la tierra.

Desde la primera página de la Biblia somos testigos de un acto que ningún ser humano podría realizar: la creación de todo lo que existe. Esto nos recuerda que la grandeza de Dios no tiene límites, pues solo Él tiene el poder de traer a la existencia lo que antes no existía. Cada vez que meditamos en este pasaje, comprendemos que no estamos hablando de un dios pequeño o limitado, sino del Dios Todopoderoso que merece toda gloria y honra.

El libro de Génesis muestra el primer acontecimiento que hubo en aquel día: organizar la tierra. No era simplemente un lugar vacío, sino que estaba desordenado, sin forma y sin vida, hasta que la voz de Dios intervino para ordenar y llenar lo que estaba incompleto.

En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo,
y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.
Génesis 1:2-3

La Biblia nos dice que luego del acto de la creación, la tierra no estaba en orden, y además, cubierta por tinieblas. Luego Dios comienza a declarar todas las cosas que Él veía que hacían falta en la tierra. Esta es una enseñanza poderosa: donde hay caos y tinieblas, la presencia de Dios puede traer orden y claridad. Así como lo hizo en el principio, Él también puede hacerlo en nuestra vida.

En el verso 3 del primer capítulo de Génesis Dios crea la luz. Cuando hablamos de las tinieblas era porque todo allí estaba oscuro y no se veía nada, por eso Dios creó la luz y fue así, entonces cuando apareció la luz las tinieblas se hicieron a un lado. Este acto nos recuerda que Dios es quien disipa toda oscuridad, tanto en la creación como en el corazón humano.

La grandeza de Dios es visible en todo, y no solo por crear los cielos y la tierra, sino que podemos ver la maravilla de Dios en otras cosas más adelante. Cada amanecer, cada estrella en el cielo, cada vida que nace son testimonio de su poder inigualable. Aun los científicos, con toda su sabiduría, no pueden negar que la complejidad de la creación refleja a un Creador sabio y eterno.

La Biblia está llena de muchas obras que el Señor hizo, la creación del hombre, los animales, las estrellas, la luna, el sol, y todo lo que existe fue creado por el Dios Todopoderoso, el alfa y la omega, el principio y el fin. Cada detalle, desde la más pequeña flor hasta las galaxias más lejanas, son prueba de que no hay nada imposible para Él.

Además de la creación, podemos mencionar una de las más grandes maravillas de Dios, que fue entregar a su único Hijo para morir por nuestros pecados. Si la creación es un testimonio de su poder, la cruz es el testimonio supremo de su amor. Juan 3:16 nos recuerda que este acto no fue por obligación, sino por amor: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

¿Podemos nosotros rechazar a alguien que dio su vida por amor a nosotros? La respuesta debería ser un rotundo no. Cada persona que medita en este sacrificio debe reconocer que el amor de Dios es incomparable y que su fidelidad es eterna. A pesar de nuestras fallas, Él nos perdona y nos restaura.

Dios es bueno para con cada uno de nosotros, a pesar de las fallas que tenemos, Él es fiel y nos perdona. Dios no nos rechaza, aún los cielos cuentan su gloria y el firmamento anuncia sus obras, glorifica a aquel que te puede salvar, Dios Todopoderoso. Al contemplar la grandeza de su creación y la profundidad de su amor, solo podemos concluir que nuestra mejor respuesta es adorarlo con todo nuestro ser.

En conclusión, desde Génesis hasta el Nuevo Testamento, vemos que Dios no solo es grande por lo que hizo en la creación, sino también por lo que hace en nuestras vidas día tras día. Él es el mismo Dios que ordena el caos, que trae luz donde hay oscuridad, que nos da esperanza cuando todo parece perdido y que nos ofrece salvación eterna en Jesucristo. Por eso, no hay duda de que lo más grande que podemos hacer es reconocer su poder y rendirle nuestra vida.

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