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La ferviente oración de un rey

LA FERVIENTE ORACION DE UN REY

La Biblia nos relata la historia de un rey que, en medio de una crisis personal, oró a Dios con fervor y obtuvo más años de vida como respuesta. Ese rey se llamaba Ezequías, quien comenzó a reinar a los 25 años sobre Jerusalén. A lo largo de las Escrituras encontramos ejemplos de reyes buenos y malos, pero la vida de Ezequías resalta entre los buenos. En las crónicas de los reyes de Israel se dice de él: “E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre” (2 Crónicas 29:2).

Ezequías fue un rey muy importante porque emprendió obras que marcaron la vida espiritual del pueblo. A diferencia de muchos reyes anteriores que se habían entregado a la idolatría, él tuvo un corazón inclinado hacia Dios. Una de sus primeras acciones fue restaurar el culto en el templo, devolviendo al pueblo la adoración verdadera:

En el primer año de su reinado, en el mes primero, abrió las puertas de la casa de Jehová, y las reparó. E hizo venir a los sacerdotes y levitas, y los reunió en la plaza oriental. Y les dijo: “¡Oídme, levitas! Santificaos ahora, y santificad la casa de Jehová el Dios de vuestros padres, y sacad del santuario la inmundicia”.

2 Crónicas 29:3-5

Desde sus primeros días en el trono, Ezequías demostró que su prioridad era el Señor. No obstante, la Biblia también nos muestra que incluso los más fieles enfrentan pruebas difíciles. El momento más amargo para Ezequías llegó cuando enfermó de muerte. La Escritura relata:

Por aquellos días Ezequías se enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. El profeta Isaías hijo de Amoz fue a verlo y le dijo: «Así dice el Señor: “Pon tu casa en orden, porque vas a morir; no te recuperarás”».

Isaías 38:1

¿Qué impacto tendría escuchar de boca de un profeta de Dios que tu vida ha llegado a su fin? Y no era cualquier profeta, sino Isaías, un hombre temido y respetado por su fidelidad al Señor. Aquel mensaje debió haber sido desgarrador para Ezequías. Sin embargo, su reacción no fue resignarse, sino clamar con lágrimas a Dios:

Ezequías volvió el rostro hacia la pared y le rogó al Señor: «Recuerda, Señor, que yo me he conducido delante de ti con lealtad y con un corazón íntegro, y que he hecho lo que te agrada». Y Ezequías lloró amargamente.

Isaías 38:2-3

Este episodio nos muestra la humanidad del rey. Nadie desea morir, menos aún alguien que ha procurado andar en justicia. Ezequías lloró, y en su llanto puso delante de Dios su vida y su servicio. Muchas veces nosotros también nos enfrentamos a situaciones donde sentimos que no hay salida, y pensamos que todo está terminado. Pero como Ezequías, debemos aprender a acudir a Dios con sinceridad, reconociendo que Él es el único que tiene el poder sobre la vida y la muerte.

Lo más sorprendente es que Dios escuchó su oración. El Señor envió nuevamente a Isaías con un mensaje de esperanza:

Entonces la palabra del Señor vino a Isaías: «Ve y dile a Ezequías que así dice el Señor, Dios de su antepasado David: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas; voy a darte quince años más de vida. Y a ti y a esta ciudad los libraré de caer en manos del rey de Asiria”».

Isaías 38:4-6

Dios no solo le concedió más años, sino que además le prometió protección frente a sus enemigos. La misericordia del Señor fue evidente: un rey que estaba a punto de morir recibió una segunda oportunidad. Esto nos recuerda que la oración sincera y la fe pueden mover la mano de Dios.

¿Cuál es la enseñanza para nosotros hoy? Primero, que Dios escucha las oraciones de sus hijos, incluso en los momentos más oscuros. Segundo, que no debemos quedarnos de brazos cruzados frente a las dificultades, sino acudir al Señor con humildad. Y tercero, que si Dios respondió a Ezequías, también puede responder a nuestras súplicas según su voluntad.

A veces pensamos que no somos dignos de pedirle algo a Dios, pero Ezequías nos da el ejemplo de clamar incluso cuando todo parece perdido. Dios ve nuestras lágrimas, entiende nuestro dolor y responde de acuerdo a sus propósitos eternos. El mismo Dios que extendió la vida de un rey es el que hoy sigue teniendo poder para obrar en nuestras vidas.

Creamos, pues, como creyó Ezequías. Acerquémonos a Dios con fe, sabiendo que Él es grande en misericordia y siempre atento a las oraciones de su pueblo. Quizá no siempre nos dará lo que pedimos, pero podemos estar seguros de que su respuesta será buena, agradable y perfecta, porque proviene de su amor eterno.

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