La palabra “ocultar” significa:
Poner una cosa o a una persona en un lugar en el que no pueda ser vista o de manera que no pueda ser vista.
En este estudio vamos a reflexionar sobre una gran verdad espiritual: la Palabra del Señor nos enseña que todo lo que el hombre intente ocultar, tarde o temprano saldrá a la luz. Lo oculto será revelado, y lo secreto será manifestado. Así como es imposible ocultar la luz de una lámpara encendida debajo de la cama, de igual forma es imposible vivir en el pecado y creer que nadie lo verá nunca.
Jesús fue muy claro en su enseñanza sobre la luz:
¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?
Marcos 4:21
Si hemos sido llamados a ser la luz del mundo, como lo dijo nuestro Señor, entonces nuestra vida debe brillar con buenas obras y un testimonio íntegro. La luz no se esconde, al contrario, ilumina lo que está en tinieblas. Todo aquel que hace maldad y cree que puede ocultarla, se engaña a sí mismo, porque tarde o temprano todo será expuesto.
El día a día nos enfrenta a diferentes realidades: engañadores que buscan su propio beneficio, ladrones que dañan a otros, personas que matan por envidia o por pequeñeces. Muchos de ellos creen que pueden esconderse de la justicia humana, pero olvidan que Dios todo lo ve. Su mirada penetra hasta lo más profundo del corazón y conoce lo más íntimo de nuestros pensamientos.
Nos equivocamos cuando pensamos que Dios no nos ve. El salmista declaró que “desde los cielos miró Jehová; vio a todos los hijos de los hombres” (Salmo 33:13). Nada se escapa a su conocimiento. Por eso es importante que nuestras vidas anden rectamente delante de Él, porque no podemos engañar al Todopoderoso.
Muchas veces nos sorprendemos cuando vemos que una persona comete un crimen y, en el momento, no se descubre al culpable. Sin embargo, al pasar el tiempo, los hechos ocultos salen a la luz y se hace justicia. La Palabra lo confirma:
Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz.
Marcos 4:22
Es un error de muchos creer que pueden hacer lo que quieran sin consecuencias, pensando que nadie los vigila. Pero Dios está atento a cada acción, a cada palabra y a cada pensamiento. Aunque la justicia de los hombres falle, la justicia divina nunca deja de cumplirse.
Debemos recordar también que Dios tiene el control de todo lo que sucede a nuestro alrededor. Nada ocurre sin que Él lo sepa, y si permite algo, es con un propósito. Por eso es vital que nuestra vida esté en orden con Él, porque de lo contrario lo oculto de nuestro corazón también será expuesto.
Ahora bien, ¿qué debemos hacer para vivir como luz y no como tinieblas? Lo primero es reconocer que no podemos brillar por nuestras propias fuerzas, sino que necesitamos a Cristo en nuestro corazón. Cuando recibimos a Jesús como Salvador, dejamos atrás la vida de pecado y comenzamos a caminar en la luz. Si antes vivíamos en la oscuridad de la mentira, del odio o de la envidia, ahora en Cristo podemos reflejar amor, verdad y justicia.
El apóstol Pablo lo expresó de esta manera: “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Efesios 5:8). Esa es nuestra responsabilidad: andar como hijos de luz en un mundo lleno de tinieblas, mostrando con nuestras acciones que hemos sido transformados.
Si aún no tienes a Cristo en tu vida, este es el momento para buscarle. Solo en Él puedes encontrar perdón y una nueva oportunidad. Cuando lo recibes, tu vida cambia por completo: ya no eres tinieblas, sino luz. Y si ya conoces a Cristo, recuerda que no puedes esconder esa luz, sino dejar que alumbre a todos los que están a tu alrededor.
En conclusión, todo lo oculto saldrá a la luz, pero el que vive en Cristo no tiene nada que temer, porque su vida es transparente delante de Dios. Que nuestra oración diaria sea: “Señor, líbrame de vivir en las sombras y ayúdame a reflejar tu luz en cada área de mi vida”. Así seremos verdaderos hijos de luz en medio de un mundo necesitado de esperanza.