El cristianismo es muy cuestionado en nuestros días, y claro, desde sus inicios, por el hecho de que creemos en una persona que no vemos y por esta situación nos tildan de superficiales e idiotas. Sin embargo, ellos creen en cosas que no pueden comprobar: En la teoría evolucionista, en el Big Bang, y en muchas otras cosas que son muy cuestionadas en nuestros días. Pero nosotros somos el blanco sobre el cual se lanzan todas las flechas.Nuestra fe no viene de que hayamos tenido una visión donde vimos a Dios sentado en un trono blanco. Nuestra fe ha venido de escuchar la poderosa Palabra de Dios, la cual ha cambiado todos nuestros sentidos. Y nos ha cambiado a tal punto que somos personas nuevas. Por otro lado, nuestra fe también está sustentada en la naturaleza misma, la cual expresa por sí sola que existe un ser superior y creador el cual es Dios.
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.
Hebreos 11:1
También dice Pablo en su Carta a los Romanos:
Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo.
Romanos 10:17
Hemos escuchado un mensaje que simplemente nos ha cambiado. El mensaje de un hombre que murió en la cruz, que soportó todo el dolor de la humanidad por pecadores sin gracia. ¡Este es el mensaje más maravilloso! Este es el mensaje que puede cambiar a los viciosos de la droga y el alcohol, y de todo tipo de pecado. Nadie más que Cristo puede cambiar el rumbo del ser humano.
La Biblia nos habla de un hombre llamado Tomás, el cual pertenecía a los doce discípulos de Jesucristo. Dicho hombre al parecer no tenía una fe completa en Jesús, puesto que este había dado instrucciones a sus discípulos de que resucitaría al tercer día, pero cuando Cristo resucita Tomás muestra una actitud de mucha duda.
Tomás, al que apodaban el Gemelo, y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús. Así que los otros discípulos le dijeron:
―¡Hemos visto al Señor!
―Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —repuso Tomás.
Juan 20:24
Ese Tomás del que nos habla Juan representa a nuestro siglo, un mundo que no quiere creer en la existencia de un Dios porque no le puede ver. Para Tomás era imposible de que Cristo este vivo, es como si él no creyó ninguna de las palabras dichas por Jesús anteriormente.
Jesús no dejó este caso con Tomás así, si no que más tarde le dio la prueba que él necesitaba para que crea:
Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.
―¡La paz sea con ustedes!
Juan 20:26
Este verso me impresiona mucho, pues, aquí podemos ver a Jesús que luego de una semana va a donde estaban reunidos los discípulos para mostrárseles nuevamente, y para nuestra sorpresa, ahí se encontraba el gran incrédulo Tomás, en el mismo lugar a donde Jesús fue.
Jesús, como aquel que conoce los pensamientos y el hablar del hombre, tiene una conversación directamente con Tomás y le dice:
―Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe. (V.27)
Jesús hizo que Tomás sintiera todo lo que quería sentir para poder creer que Cristo había resucitado. Simplemente Tomás no tuvo el gran privilegio de creer sin ver, el cual nos es otorgado a nosotros que creemos sin haber visto a Cristo.
Tomás respondió a Jesús:
―¡Señor mío y Dios mío! —exclamó Tomás.(V.28)
Ahora Tomás si que ha creído, tiene todas las evidencias ahí frente a sus ojos, ¿Cómo no creer? Hasta el incrédulo más grande existente de todos los siglos habría creído en ese momento. Como nosotros tendemos a decir en algunos situaciones: «Así si es fácil». Pero, ¿Qué privilegio tuvo Tomás en cuanto a la fe? Ninguno.
Jesús concluye con unas grandes palabra para Tomás y para nosotros mismos:
―Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen. (V.29)
Jesús utiliza la palabra «Dichoso», ¿Qué es una persona dichosa? Una persona dichosa es aquella que se siente plenamente satisfecha, que goza de algo bueno. En nuestro caso ese «algo bueno» es tener el privilegio de creer en algo que no hemos visto, de profesar una persona que no hemos visto y eso sí que es un gran privilegio, por eso Jesús dice: «Dichosos los que no han visto y sin embargo creen».
Nosotros somos dichosos y esto debe ponernos en una posición indescriptible. Continuemos con esa dicha de Creer en Cristo y hacer su voluntad y no nos desviemos a ningún lado, sino mas bien continuemos esparciendo nuestra fe para aquellos quienes no creen en esta verdad.
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