Nosotros como cristianos siempre estamos en una intensa lucha, ya sea en lo espiritual, lo emocional o incluso en lo físico. La vida del creyente no es fácil, y la Biblia nunca nos prometió que lo sería; sin embargo, se nos asegura algo glorioso: la victoria viene de Dios. La única persona que nos puede dar esa victoria se llama Jehová de los ejércitos. No importa cuántas estrategias tracemos o cuánta energía gastemos, si Dios no está con nosotros, todo esfuerzo es en vano. Por eso, es sabio y necesario que pongamos nuestras cargas sobre nuestro Creador, porque cuando lo hacemos con fe y dependencia, podemos estar seguros de que Él nos dará la victoria en su tiempo perfecto.
Nuestra reflexión del día de hoy se encuentra en el Salmo capítulo 20, un cántico que nos recuerda que el Señor es quien nos defiende y sostiene en medio de las batallas. Leamos atentamente:
1 Jehová te oiga en el día de conflicto; El nombre del Dios de Jacob te defienda.
2 Te envíe ayuda desde el santuario, y desde Sion te sostenga.
3 Haga memoria de todas tus ofrendas, y acepte tu holocausto. Selah.
4 Te dé conforme al deseo de tu corazón, y cumpla todo tu consejo.
5 Nosotros nos alegraremos en tu salvación, y alzaremos pendón en el nombre de nuestro Dios; conceda Jehová todas tus peticiones.
6 Ahora conozco que Jehová salva a su ungido; lo oirá desde sus santos cielos con la potencia salvadora de su diestra.
7 Estos confían en carros, y aquellos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria.
8 Ellos flaquean y caen, mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie.
9 Salva, Jehová; que el Rey nos oiga en el día que lo invoquemos.
Este pasaje nos conduce a una gran verdad: el ser humano no merece en lo más mínimo el favor de Dios, y sin embargo, el Señor nos brinda ayuda desde los cielos. En momentos de angustia, Él no se queda en silencio, sino que extiende su mano poderosa para sostenernos. Su misericordia es más grande que nuestras faltas, y por eso podemos alabarle cada día con gratitud.
El rey David, autor de este salmo, enfrentó incontables batallas. No solo guerras físicas contra ejércitos poderosos, sino también luchas internas, persecuciones y traiciones. En cada circunstancia aprendió que la victoria no provenía de su espada, ni de sus valientes soldados, sino del Dios que pelea por su pueblo. Y esa enseñanza sigue siendo válida hoy para nosotros: la verdadera victoria solo la concede el Señor.
Queremos destacar especialmente el versículo 7, que dice:
7 Estos confían en carros, y aquellos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria.
En la antigüedad, un ejército poderoso era aquel que poseía carros de guerra y caballos en abundancia. Eso representaba fuerza, estrategia y seguridad militar. Sin embargo, David nos recuerda que toda esa fuerza humana es limitada. Los ejércitos más preparados pueden caer, los carros pueden romperse, y los caballos pueden cansarse. Pero el nombre de Jehová permanece para siempre. Por eso el pueblo de Dios debe poner su confianza en Él y no en los recursos de este mundo.
Hoy, la humanidad sigue confiando en “carros y caballos” modernos: el dinero, la política, la ciencia sin Dios, los placeres y el poder humano. Pero nosotros, como creyentes, hemos experimentado la fidelidad del Señor y recordamos sus maravillas. Él abrió el Mar Rojo para su pueblo, derribó los muros de Jericó, cerró bocas de leones en tiempos de Daniel y resucitó a su Hijo amado para darnos vida eterna. Esa memoria de las obras de Dios fortalece nuestra fe y nos da confianza para seguir adelante.
Por lo tanto, es de suma importancia que nuestra confianza esté puesta en el Dios de los cielos. No importa qué tan grande sea la dificultad o qué tan feroz parezca la batalla, desde los cielos es que viene nuestra victoria. Y cuando la victoria llega, no se debe a nuestra capacidad, sino a la gracia y el poder del Señor. Por eso podemos decir con gozo: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”.
Hoy el reto es claro: deposita tu fe en Cristo, el autor y consumador de nuestra salvación. Rinde tus fuerzas, tus luchas y tus cargas en sus manos. Él es quien pelea por ti, Él es quien te levanta cuando caes, y Él es quien te asegura la victoria. No importa cuántas veces hayas tropezado, el Señor te invita a confiar plenamente en Él y levantarte en su nombre. Porque aunque otros caigan alrededor, tú podrás estar firme y en pie, recordando siempre que nuestra esperanza está en Jehová nuestro Dios.