Las historias de Eliseo y Elías que se encuentran en los libros de Reyes y Crónicas siempre serán de mis favoritas, ya que a través de estos hombres de Dios, mediante los milagros y las señales que realizaron, recordamos en parte las grandes obras que Jesús y los apóstoles hicieron en el Nuevo Testamento. El día de hoy meditaremos en una historia muy conocida: Eliseo frente a los sirios. Esta narración no solo nos habla de un conflicto bélico, sino también de la manera en que Dios defiende a su pueblo, enseña misericordia y nos muestra que la verdadera batalla se libra en el terreno espiritual.
Leamos el Segundo libro de los Reyes en su capítulo 6:
8 Tenía el rey de Siria guerra contra Israel, y consultando con sus siervos, dijo: En tal y tal lugar estará mi campamento.
9 Y el varón de Dios envió a decir al rey de Israel: Mira que no pases por tal lugar, porque los sirios van allí.
10 Entonces el rey de Israel envió a aquel lugar que el varón de Dios había dicho; y así lo hizo una y otra vez con el fin de cuidarse.
11 Y el corazón del rey de Siria se turbó por esto; y llamando a sus siervos, les dijo: ¿No me declararéis vosotros quién de los nuestros es del rey de Israel?
12 Entonces uno de los siervos dijo: No, rey señor mío, sino que el profeta Eliseo está en Israel, el cual declara al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu cámara más secreta.
13 Y él dijo: Id, y mirad dónde está, para que yo envíe a prenderlo. Y le fue dicho: He aquí que él está en Dotán.
14 Entonces envió el rey allá gente de a caballo, y carros, y un gran ejército, los cuales vinieron de noche, y sitiaron la ciudad.
15 Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?
16 El le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos.
17 Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.
18 Y luego que los sirios descendieron a él, oró Eliseo a Jehová, y dijo: Te ruego que hieras con ceguera a esta gente. Y los hirió con ceguera, conforme a la petición de Eliseo.
19 Después les dijo Eliseo: No es este el camino, ni es esta la ciudad; seguidme, y yo os guiaré al hombre que buscáis. Y los guió a Samaria.
20 Y cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: Jehová, abre los ojos de éstos, para que vean. Y Jehová abrió sus ojos, y miraron, y se hallaban en medio de Samaria.
21 Cuando el rey de Israel los hubo visto, dijo a Eliseo: ¿Los mataré, padre mío?
22 El le respondió: No los mates. ¿Matarías tú a los que tomaste cautivos con tu espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua, para que coman y beban, y vuelvan a sus señores.
23 Entonces se les preparó una gran comida; y cuando habían comido y bebido, los envió, y ellos se volvieron a su señor. Y nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel.
Esta narración nos muestra una situación que parecía imposible de resolver con fuerzas humanas. El ejército sirio, mucho más numeroso, había rodeado la ciudad con la intención de capturar al profeta. El criado de Eliseo, al ver semejante despliegue militar, sintió un temor profundo y desesperación. Sin embargo, Eliseo, lleno de fe, pudo ver lo invisible: el ejército celestial que rodeaba al pueblo de Dios. Esta es la primera gran enseñanza: no debemos dejarnos dominar por lo que vemos con los ojos naturales, sino confiar en lo que Dios ha prometido en lo espiritual.
Cuando Eliseo ora para que se abran los ojos de su criado, este puede ver carros de fuego alrededor. En ese instante se revela la realidad del mundo espiritual: Dios siempre protege a los suyos. Esta visión nos recuerda las palabras del apóstol Juan: “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4). El creyente debe recordar que, aunque se sienta rodeado por problemas, enfermedades o enemigos, nunca está solo. El poder de Dios es infinitamente mayor que cualquier circunstancia adversa.
Otra enseñanza profunda de este pasaje es la oración de Eliseo cuando pide que los sirios sean heridos con ceguera. Dios responde a esa oración y, de manera sorprendente, en vez de aprovecharse de sus enemigos indefensos, Eliseo los guía hasta Samaria. Allí, cuando el rey de Israel pregunta si debe matarlos, Eliseo le enseña un principio de misericordia: “Pon delante de ellos pan y agua, para que coman y beban, y vuelvan a sus señores”. En vez de una masacre, hubo un banquete. En vez de odio, hubo bondad. Y la consecuencia fue la paz, pues nunca más los sirios enviaron bandas armadas contra Israel.
Este episodio nos enseña que la victoria del pueblo de Dios no siempre se manifiesta con violencia, sino con misericordia. Jesús mismo nos enseñó a amar a nuestros enemigos y a orar por quienes nos persiguen (Mateo 5:44). Alimentar a los enemigos y enviarlos en paz parece una estrategia extraña, pero es justamente el reflejo del carácter de Dios. Romanos 12:20 nos recuerda: “Si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza”.
Así como Israel venció mostrando misericordia, nosotros también debemos aprender a responder al mal con bien. Muchas veces enfrentamos batallas emocionales o espirituales donde quisiéramos “acabar” con quienes nos hieren, pero la enseñanza de Eliseo es clara: el camino de Dios es superior. Cuando damos pan y agua en vez de odio y venganza, demostramos que confiamos en el poder de Dios para transformar las circunstancias y los corazones.
Este capítulo también nos habla de prudencia y justicia. Eliseo no actuó por impulso, sino que esperó la dirección de Dios. Él entendió que una victoria militar podía desencadenar una guerra interminable, pero una victoria espiritual traería paz duradera. Esto es vital para nuestra vida cristiana: no se trata solo de resolver el problema del momento, sino de pensar en las consecuencias futuras. El cristiano debe aprender a actuar con sabiduría, buscando siempre glorificar a Dios en sus decisiones.
Además, esta historia nos recuerda la importancia de la oración. Eliseo oró para que su criado viera, oró para que los sirios fueran cegados, y oró para que luego recuperaran la vista. En cada paso, Eliseo buscó la intervención divina. Así debe ser nuestra vida: cada situación, por difícil que parezca, debe ser llevada en oración delante del Señor. La oración abre los ojos espirituales, cambia circunstancias y revela la gloria de Dios.
Querido lector, esta historia de Eliseo frente a los sirios no es solo un relato antiguo, sino una lección viva para nosotros hoy. Puede que no tengamos un ejército rodeando nuestra casa, pero sí tenemos problemas, tentaciones, enfermedades y enemigos espirituales que nos acechan. En medio de esas batallas, Dios nos dice: “Más son los que están contigo que los que están contra ti”. El Señor de los ejércitos pelea por nosotros, y su misericordia nos llama a vencer no con odio, sino con amor.
Oremos, entonces, para que Dios abra nuestros ojos y nos permita ver su poder y su cuidado. Aprendamos de Eliseo a confiar en la protección divina, a actuar con misericordia, y a responder con bien incluso a quienes buscan nuestro mal. Porque al final, la verdadera victoria no es destruir al enemigo, sino mostrarle el amor de Dios y vivir en paz conforme a la voluntad del Señor.