En diferentes instituciones educativas se nos ha enseñado que no existe un Dios creador de todas las cosas, sino que el mundo fue evolucionando hasta ser lo que somos hoy en día. ¿Es esto cierto? A ver, pensemos por un momento: De la nada subió todo lo que hoy somos y tenemos, todas las cosas hermosas, los mares, los ríos, los animales, el ser humano, ¿Todo esto nació de la nada? Más bien, no creemos que detrás de toda la creación se esconda la nada. Creemos que hay un ser superior y su nombre es Dios.
Bien nos enseña la Palabra de Dios el proceso de toda la creación en Génesis capítulo uno. Testificando el autor que Dios es el creador de todas las cosas y que por su voluntad todas las cosas existen. No hay nada como una evolución humana, sino un Dios creador soberano que tomó de su tiempo para formar todo lo que vemos hoy.
El relato de Génesis no es un mito ni una simple historia antigua, sino la revelación de cómo Dios mismo ordenó el universo. En seis días formó los cielos, la tierra, los mares y todo ser viviente, y al séptimo reposó. Este orden divino nos muestra que no somos un accidente cósmico, sino el fruto de un plan perfecto. Cada detalle, desde la luz que ilumina nuestro mundo hasta el diseño del ser humano, refleja inteligencia y propósito, no azar ni casualidad.
El ser humano a través de los años ha querido exponer la inexistencia de Dios, pero esto es imposible, es como si estuviésemos presos en un solo sitio y no tenemos salida, ¿por qué? Porque la misma creación cuenta la grandeza de sus manos. Solo tenemos que echar un vistazo, y ver todo lo bello, todo lo hermoso, todo lo perfecto y preguntarnos: ¿Acaso esto salió de la nada o existe un Creador detrás de todo esto? Claro que sí, detrás de todo esto existe un Creador soberano, Creador de los cielos y de la tierra, y por más que queramos negar eso, simplemente no podemos.
Cada montaña, cada flor, cada animal y cada ser humano son evidencias vivas de la existencia de un Diseñador supremo. La ciencia misma, cuando es analizada con humildad, confirma el orden y la precisión de la creación. El ciclo del agua, el movimiento de los planetas y la complejidad del ADN humano no podrían provenir del azar. Es necesario un Creador que sostenga y mantenga todo en armonía.
El salmista dijo:
Los cielos cuentan la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.Salmo 19:1
No podemos dudar en lo más mínimo que Dios es el Creador del ser humano. A esto también el salmista nos dice:
13 Porque tú formaste mis entrañas;
Tú me hiciste en el vientre de mi madre.14 Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;
Estoy maravillado,
Y mi alma lo sabe muy bien.Salmo 139:13-14
El testimonio bíblico nos recuerda que no somos producto del azar, sino creación amada de un Dios que nos formó cuidadosamente. Cada vida tiene valor, y cada ser humano ha sido tejido con un propósito eterno. Este reconocimiento debería llevarnos a vivir con gratitud, a cuidar de nuestro cuerpo, de la naturaleza y de nuestro prójimo, entendiendo que todo proviene de un Creador sabio.
Aun cuando la sociedad moderna intenta negar la existencia de Dios, el corazón humano anhela respuestas que la ciencia no puede dar. Las preguntas más profundas sobre el origen, el propósito y el destino del ser humano encuentran su respuesta únicamente en Dios. Negar al Creador es como cerrar los ojos ante la luz del sol: aunque lo ignoremos, su brillo sigue ahí, alumbrando todo lo que existe.
Amado lector, debemos entender que existe un Dios verdadero, el Creador del universo y de todas las constelaciones existentes. Busca a ese Dios con todo tu corazón y te aseguramos que le encontrarás.
Conclusión: Creer en un Dios creador no es un acto ciego, sino una convicción respaldada por la naturaleza, la Biblia y la experiencia personal. Toda la creación declara que hay un propósito y un Diseñador detrás de lo que vemos. Si hasta ahora habías dudado, te invitamos a reflexionar profundamente: no somos fruto del azar, sino hijos de un Dios que nos ama y que desea tener una relación personal con cada uno de nosotros. Al reconocerlo como Creador, encontramos paz, identidad y esperanza eterna.