5 Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole,
6 y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado.
7 Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.
8 Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará.
9 Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
10 Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
11 Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos;
12 mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
13 Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.
La Palabra nos enseña en Hebreos 11:1 que la fe es la seguridad de que lo que estamos esperando será hecho, y que estamos convencidos de eso aunque no lo estemos viendo:
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Pero ¿qué tan seguros y convencidos estamos? ¿Hasta qué nivel llega nuestra fe?
Jesús hizo numerosos milagros, muchos de ellos de sanidad, entre estos podemos mencionar: el leproso, la suegra de Pedro, el paralítico, el hombre de la mano seca, la mujer del flujo de sangre, los enfermos de Genesaret, el lunático, los dos ciegos y la multitud de enfermos que pusieron a sus pies en el mar de Galilea por solo mencionar algunos casos. ¿Qué tienen en común estas historias de fe? En casi todas Jesús tocó a los enfermos (o el enfermo tocaba a Jesús), y en todas ellas, Jesús estaba físicamente donde se encontraba el enfermo, y en este punto es donde podemos notar algo de especial si comparamos todas estas historias con la historia del centurión.
El centurión, al igual que todos los otros enfermos que fueron sanados por Jesús tenía fe. Pero la fe del centurión era especial. Tan especial que sorprendió al mismo Jesús. El centurión fue donde Jesús a pedirle que sanara a su criado que estaba paralítico postrado en la casa del centurión. Jesús inmediatamente expresó que iría a su casa a sanarlo. Pero el centurión, que no se sentía digno de recibir al Maestro en su casa, le dijo que no tenía que ir, que solo Su Palabra bastaba para que su criado fuese sano. Al escuchar esas palabras de fe del centurión Jesús dijo: «ni aun en Israel he hallado tanta fe.»
Muchos cristianos dicen tener fe. Pero en la práctica parecen demostrar lo contrario. Saben que Dios puede hacer cosas grandes por sus vidas pero en vez de creerle y pedirle directamente a Él, tienen que recurrir a otros seres humanos. Esperan que un predicador ore por ellos, que otro mortal tenga que tocarlos y decirles algunas palabras para verdaderamente sentir que Dios está obrando. Si bien es verdad que a veces necesitamos una palabra de aliento, debemos recordar que Dios conoce todas nuestras necesidades y las peticiones de nuestro corazón y que si tenemos fe y confiamos en Él, a Su Tiempo Él nos concederá la victoria.
Creámosle a nuestro Dios. Recordemos que no hay nada imposible para Él. Somos sus hijos. Él no nos desamparará. Confiemos y creamos en Él. Amén.
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