En el ámbito cristiano, con el paso de los años, se han introducido expresiones y frases que no tienen respaldo bíblico, pero que lamentablemente se han popularizado en muchos púlpitos. Estas frases, aunque puedan sonar «espirituales» o «fuertes» en apariencia, muchas veces desvían del verdadero mensaje de la Palabra de Dios y generan confusión en los creyentes. Es importante recordar que como iglesia estamos llamados a fundamentar nuestra fe únicamente en la Escritura, y no en tradiciones humanas o en frases emocionales que se repiten sin base doctrinal. Uno de esos dichos es la expresión: «te mando al infierno sin retorno».
Hemos escuchado muchísimas frases anti bíblicas de boca de muchos de nuestros predicadores que muchas iglesias han usado con gran seguridad, de manera que ya se ha vuelto algo normal en muchas congregaciones. Les aseguro que usted alguna vez ha escuchado la frase «te mando al infierno sin retorno» y estos son cultos donde comienzan a reprender y atar al diablo y sus demonios y mandarlo al infierno. ¿Es bíblico esto? Veamos qué nos dice la Biblia.
El mejor ejemplo de la Biblia que podemos tomar sobre este punto es el de nuestro Señor Jesucristo. La Biblia menciona que existía un endemoniado el cual tenían encadenar porque tenía un espíritu muy fuerte y de esta historia podemos sacar la diferencia abismal entre Jesús y los predicadores del día de hoy a la hora de reprender un demonio:
7 Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.
8 Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo.
9 Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos.
10 Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región.
11 Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo.
12 Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.
13 Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron.
Marcos 5: 7-13
De estos versículos podemos aprender la forma en que Jesús reprendió a un demonio, la cual fue muy diferente a la que los predicadores usan el día de hoy. Jesús no mandó los demonios al infierno sin retorno, más bien acudió al ruego que decía: envíanos a los cerdos para que entremos en ellos. En ningún momento se nos ha dado autoridad de enviar demonios al infierno, mas sí de reprender.
Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;
Marcos 16:17
La Biblia no registra en ninguna parte que tenemos autoridad para enviar al diablo y sus demonios al infierno; Jesús nunca hizo tal cosa, ni los apóstoles, ni los piadosos padres de la antigua iglesia. ¡Nunca habíamos visto eso!, sin embargo, hoy lo vemos una y otra vez.
Iglesia, debemos tener mucho cuidado con las costumbres que añadimos en nuestro púlpito. Borremos esta frase de raíz y entendamos que toda la autoridad se encuentra en el Hijo de Dios y no en nosotros mismos.
Este tema nos invita a reflexionar sobre la importancia de basar nuestras prácticas espirituales en lo que está escrito en la Palabra de Dios y no en emociones o frases aprendidas. Si Jesús mismo, siendo el Hijo de Dios, no envió demonios al infierno, ¿con qué autoridad humana alguien podría hacerlo? Esto nos enseña humildad y nos recuerda que nuestra labor es predicar el Evangelio y reprender en el nombre de Cristo, pero nunca atribuirnos potestades que la Biblia no nos ha conferido.
Cuando la iglesia adopta frases sin fundamento, corre el riesgo de desviar a los creyentes de la verdad. Las congregaciones terminan repitiendo expresiones que suenan correctas, pero que en realidad generan confusión. El creyente debe estar firme en la Palabra, y el predicador tiene la responsabilidad de instruir con la sana doctrina, no con declaraciones inventadas.
Además, este pasaje de Marcos nos recuerda que aún los demonios reconocen la autoridad de Cristo. Ellos se sometieron a la decisión del Señor y no pudieron resistirse a su palabra. Esto muestra que el poder no está en el grito del hombre ni en las fórmulas religiosas, sino en la obediencia a Cristo y en la proclamación de su nombre. El cristiano tiene la promesa de que en el nombre de Jesús puede reprender demonios, pero debe hacerlo de acuerdo con la enseñanza bíblica, no inventando frases extrañas.
Otro aspecto relevante es que el enemigo busca constantemente distorsionar la verdad. Si los cristianos empiezan a creer que tienen la capacidad de mandar al diablo al infierno, se corre el peligro de caer en un evangelio centrado en el hombre y no en Dios. La iglesia debe mantenerse vigilante, evitando prácticas que alimenten el orgullo humano y recordando que toda gloria y poder pertenecen únicamente al Señor.
La enseñanza correcta nos lleva a vivir con confianza en la autoridad de Cristo y a depender de su Espíritu Santo. En lugar de repetir frases que no edifican, debemos orar con fe, predicar la verdad y caminar en obediencia. El verdadero creyente no necesita frases altisonantes, sino una vida de comunión con Dios que manifieste el fruto del Espíritu.
Conclusión
Este análisis nos lleva a comprender que debemos ser cuidadosos en nuestras palabras y prácticas espirituales. El ejemplo de Jesús es claro: Él tenía autoridad sobre los demonios y aun así no los mandó al infierno, sino que actuó conforme a la voluntad del Padre. Como iglesia, no debemos dejarnos llevar por modas espirituales ni frases que carecen de respaldo bíblico. Más bien, estamos llamados a sostenernos en la verdad de las Escrituras, entendiendo que el poder de reprender proviene del nombre de Cristo, no de fórmulas humanas. La Palabra es suficiente guía para nuestras vidas y ministerios; sigámosla con humildad y fidelidad.