Todos alguna vez hemos escuchado o leído sobre la vida de Martín Lutero. En las escuelas se habla de él, aunque de manera superficial, mencionando apenas que fue un reformador religioso. Sin embargo, es importante que como cristianos conozcamos con mayor profundidad la vida y obra de este hombre, a quien considero uno de los personajes que más aportes ha hecho al cristianismo después de los tiempos del Nuevo Testamento. Su valentía, su firmeza doctrinal y su pasión por la Palabra de Dios marcaron un antes y un después en la historia de la iglesia.
Martín Lutero fue hijo de Juan Lutero y Margarita Ziegler, nacido en Eisleben el 10 de noviembre de 1483. Desde joven mostró una gran capacidad intelectual. A los 20 años ya había recibido el título de licenciado. Se cuenta que un día, mientras caminaba por los campos, un rayo cayó cerca de él, arrojándolo al suelo, mientras que un compañero murió fulminado a su lado. Este acontecimiento impactó profundamente a Lutero y lo llevó a reflexionar sobre la fragilidad de la vida y la eternidad. A raíz de esto tomó la decisión, sin consultar a nadie, de ingresar en el convento de los eremitas de San Agustín, dedicando su vida a Dios con una seriedad que lo caracterizaría siempre.
Durante sus años de formación como monje, Lutero se dio cuenta de lo poco que la Biblia se enseñaba al pueblo. En una ocasión, encontró una Biblia en latín en la biblioteca del convento, lo que marcó un punto crucial en su vida. A partir de allí, comenzó a estudiar con mayor profundidad las Escrituras, descubriendo la verdad de la gracia de Dios y la necesidad de una reforma en la iglesia.
“Si no se me convence mediante el testimonio de las Escrituras o por razones claras y evidentes (porque no creo ni al Papa ni a los concilios, ya que ellos han errado y se han contradicho muchas veces), estoy sujeto a las Escrituras que he citado, mi conciencia está cautiva de la Palabra de Dios, y no puedo ni quiero retractarme de nada, porque ir contra la conciencia no es seguro ni correcto. Aquí estoy; no puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude. Amén.”
Estas palabras reflejan la esencia de la Reforma: la Biblia como única autoridad infalible para la fe y la práctica cristiana. Lutero no buscaba una revolución política, sino una reforma espiritual que devolviera al pueblo el acceso directo a la Palabra de Dios y al evangelio de la gracia.
Entre sus aportes más importantes destaca que fue el primero en traducir la Biblia completa al alemán, para que el pueblo pudiera leerla en su propio idioma. Además, compuso numerosos himnos, pues entendía la importancia de la música en la adoración congregacional. Lutero también escribió tratados y sermones que confrontaban los abusos de la iglesia romana, incluyendo la venta de indulgencias, y enfatizó que la salvación es solo por gracia, solo por la fe y solo en Cristo.
Martín Lutero no fue un hombre perfecto, pues tuvo errores y limitaciones como todo ser humano. Sin embargo, Dios lo usó poderosamente para encender una llama que hasta el día de hoy sigue iluminando a la iglesia: el llamado a volver a las Escrituras. Un solo hombre, con la convicción puesta en Cristo, pudo iniciar un movimiento que transformó Alemania, Europa y el mundo entero. La Reforma Protestante es el testimonio vivo de que la Palabra de Dios nunca vuelve vacía y que Él levanta siervos valientes en cada generación para proclamar la verdad.