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Origen de la frase de Halloween «dulce o truco»

Estamos en víspera de Halloween y, como cada año, en este mes se desatan distintas polémicas en el mundo cristiano sobre si se debe o no celebrar Halloween. La sociedad en general lo ve como una fiesta inocente, llena de disfraces, dulces y diversión para los niños. Sin embargo, al analizar el trasfondo espiritual y cultural, nos damos cuenta de que no se trata simplemente de un juego. Una de las frases más famosas de esta celebración es la que los niños repiten mientras sostienen sus calabazas de plástico en las manos: “Dulce o truco”, la versión en español de “trick-or-treat”. Pero, ¿cuál es el verdadero origen de esta expresión?

¿De dónde viene la expresión «dulce o truco»?

Contrario a lo que muchos piensan, Halloween no es de origen estadounidense. En realidad, sus raíces son celtas, específicamente relacionadas con la celebración de Samhain, una festividad pagana en la que se creía que el 31 de octubre los espíritus de los muertos y de seres sobrenaturales vagaban libremente por la tierra. Este contexto es clave para entender el trasfondo espiritual de lo que hoy parece un simple juego de disfraces y dulces.

La frase «trick-or-treat», que en español se traduce como «truco o trato», proviene de una antigua leyenda celta. Según esta, existía un espíritu maligno llamado Jock, considerado el más temible de la noche de Halloween. Se decía que quienes tenían la mala suerte de encontrarse con él debían hacer un pacto o trato para evitar sufrir daños. De allí surge la idea del “trato” que hoy los niños simbolizan pidiendo dulces. En esencia, el trasfondo de la expresión no es tan inocente como parece, pues recordaba una práctica de negociación con espíritus malignos.

Otra de las leyendas que alimentó la tradición fue la de “Jack el tacaño” o “Jack O’Lantern”. Según el relato, Jack era un granjero alcohólico que logró engañar al mismo diablo y hacer un pacto para no ir ni al cielo ni al infierno. Como resultado, quedó condenado a vagar eternamente con una linterna hecha de un nabo ahuecado (que con el tiempo se convirtió en la calabaza característica de Halloween). De esta historia proviene la costumbre de tallar calabazas con rostros y encenderlas por dentro.

El concepto de “dulce o truco” que hoy vemos como un juego infantil tiene entonces sus raíces en creencias paganas y pactos con espíritus. Los niños que dicen “trick-or-treat” están, sin saberlo, repitiendo una fórmula que en su origen representaba un acuerdo con fuerzas oscuras. Aunque hoy día la mayoría lo hace sin esa intención, no podemos ignorar el trasfondo que tiene y el peligro de trivializar asuntos espirituales tan serios.

Como cristianos, debemos recordar que la Biblia nos advierte claramente sobre no participar de prácticas que tengan relación con la oscuridad. Efesios 5:11 nos exhorta: “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas”. Celebrar Halloween, incluso en su forma aparentemente inocente, puede abrir la puerta a la influencia de ideas y símbolos contrarios a la fe cristiana. La Palabra de Dios nos llama a ser sobrios, a velar, y a no dar lugar al enemigo.

En resumen, la famosa frase “Dulce o truco” proviene directamente de la expresión inglesa “trick-or-treat”, cuyo trasfondo está vinculado a leyendas celtas y pactos con espíritus como Jock o el personaje de Jack el tacaño. Lejos de ser un simple juego, representa la herencia de tradiciones paganas que con el tiempo se disfrazaron de entretenimiento. Por eso, en esta víspera de Halloween es importante educarnos, reflexionar y enseñar a nuestros hijos que, aunque el mundo lo celebre como algo normal, nosotros hemos sido llamados a vivir en santidad. No caigamos en el error de celebrar fiestas que glorifican la oscuridad. Más bien, aprovechemos este tiempo para proclamar la luz del evangelio y recordar que en Cristo tenemos libertad de toda superstición.

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