Así te dice Dios

¿Alguna vez usted ha escuchado frases como: «así te dice Dios», «así te dice Jehová» o «Dios me dijo que te diga»? Estas y otras expresiones se han vuelto muy populares en la actualidad, especialmente en algunos círculos religiosos de Latinoamérica y Estados Unidos. Personalmente, he escuchado esas frases una y otra vez en boca de cientos de predicadores en mi país, y cada vez me surge la misma inquietud: ¿realmente Dios les habló, o están hablando de acuerdo a sus propias emociones?

El famoso «así dice Dios» se ha convertido en algo casi «esencial» en muchos cultos pentecostales y en iglesias bautistas de corte carismático. Siempre hay alguien que afirma haber tenido una «revelación», un «sueño», o una «visión» que supuestamente viene directamente de Dios. El problema es que, en medio de tanta supuesta voz profética, casi nunca se escucha lo más importante: «la Biblia dice».

El peligro es evidente. Cuando la iglesia reemplaza la Palabra de Dios por supuestas revelaciones personales, corre el riesgo de olvidarse de la verdad inspirada e infalible de las Escrituras. Pablo le escribió a Timoteo recordándole la suficiencia absoluta de la Palabra:

16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,
17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
(2da Timoteo 3:16-17)

Note que Pablo no dice «toda revelación nueva» ni «toda voz que alguien afirma haber escuchado», sino toda la Escritura. La Biblia es suficiente para la enseñanza, la corrección, la exhortación y la edificación de la iglesia. No necesitamos nuevas frases del tipo «así dice Jehová», porque ya tenemos la revelación completa y final en la Palabra de Dios.

Las Escrituras también advierten con mucha seriedad acerca de aquellos que dicen «Dios dijo», cuando en realidad Dios no ha dicho nada. Veamos algunos textos contundentes:

“Así dice el Señor DIOS: ¡Ay de los profetas necios que siguen su propio espíritu y no han visto nada!” (Ezequiel 13:3)

“Entonces el Señor me dijo: Mentira profetizan los profetas en mi nombre. Yo no los he enviado, ni les he dado órdenes, ni les he hablado; visión falsa, adivinación, vanidad y engaño de sus corazones ellos os profetizan.” (Jeremías 14:14)

“Pero el profeta que hable con presunción en mi nombre una palabra que yo no le haya mandado hablar, o que hable en el nombre de otros dioses, ese profeta morirá.” (Deuteronomio 18:20)

Estos pasajes muestran lo delicado que es poner palabras en la boca de Dios. Decir «Dios dijo» cuando Dios no ha hablado es una mentira peligrosa, comparable a la de los falsos profetas del Antiguo Testamento. Allí vemos cómo muchos engañaban al pueblo con visiones falsas, y Dios mismo pronunció un «¡Ay!» sobre ellos. Hoy, aunque los contextos culturales sean diferentes, el peligro es el mismo: la iglesia puede ser desviada por voces humanas que se presentan como divinas.

El Nuevo Testamento también nos exhorta a tener discernimiento. Juan escribió: «Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.» (1 Juan 4:1). El criterio para discernir no es la elocuencia del predicador, ni la emoción que produce el mensaje, sino si lo que se dice está conforme a la Escritura.

En nuestra época, es común escuchar a quienes utilizan frases como «Dios me dijo» para manipular a la congregación, buscar prestigio o incluso obtener beneficios económicos. La Biblia nos advierte que algunos harían «mercadería de la fe» (2 Pedro 2:3). Frente a esto, debemos recordar que Dios ya nos ha dado todo lo necesario en su Palabra. Ella es la “palabra profética más segura” (2 Pedro 1:19).

En conclusión, la iglesia no necesita nuevas revelaciones privadas para conocer la voluntad de Dios. Ya contamos con la Biblia, la cual es suficiente, clara y perfecta. No es un libro anticuado, sino la Palabra viva y eficaz de Dios que permanece para siempre (Hebreos 4:12). Aferrémonos a ella, confiemos en lo que está escrito, y no nos dejemos llevar por frases que buscan impresionar pero carecen de fundamento bíblico. Recordemos siempre: más importante que decir “Dios me dijo” es proclamar con convicción “la Biblia dice”.

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