Esther (o Ester) tiene su origen en el idioma hebreo y significa “Estrella”. El simbolismo de este nombre apunta a la belleza, la luz y el éxito, pues las estrellas se encuentran muy lejos en el cielo y parecen tan inalcanzables, pero también brillan en la oscuridad y guían a los que miran hacia ellas. En el caso bíblico, el nombre de Ester refleja no solo su gracia y hermosura, sino el papel crucial que Dios le daría en la historia de su pueblo.
En la Biblia, Esther fue una joven judía que, providencialmente, llegó a ser elegida reina de Persia. Su vida está marcada por la obediencia, el silencio prudente y, más tarde, la valentía. Desde el inicio de su historia, notamos que ella ocultó su identidad como judía, en obediencia a su primo Mardoqueo, quien la había criado como a una hija. Veamos cómo se relata su ascenso en el libro de Ester:
8 Sucedió, pues, que cuando se divulgó el mandamiento y decreto del rey, y habían reunido a muchas doncellas en Susa residencia real, a cargo de Hegai, Ester también fue llevada a la casa del rey, al cuidado de Hegai guarda de las mujeres.
9 Y la doncella agradó a sus ojos, y halló gracia delante de él, por lo que hizo darle prontamente atavíos y alimentos, y le dio también siete doncellas especiales de la casa del rey; y la llevó con sus doncellas a lo mejor de la casa de las mujeres.
10 Ester no declaró cuál era su pueblo ni su parentela, porque Mardoqueo le había mandado que no lo declarase.
Ester 2:8-10
Aquí observamos cómo Ester halló gracia ante Hegai, el eunuco encargado de las doncellas. La gracia que se menciona no se debe solo a su belleza física, sino a la providencia divina que obraba en ella. Dios estaba preparando el camino para usar a esta joven en un propósito mayor. La obediencia de Ester al consejo de Mardoqueo también nos habla de humildad y prudencia, virtudes que Dios suele exaltar.
17 Y el rey amó a Ester más que a todas las otras mujeres, y halló ella gracia y benevolencia delante de él más que todas las demás vírgenes; y puso la corona real en su cabeza, y la hizo reina en lugar de Vasti.
Ester 2:17
Este versículo marca un giro en la historia. La reina Vasti había sido depuesta, y ahora Ester ocupa el lugar más alto en el palacio. No fue un simple accidente ni un capricho del rey: fue la mano soberana de Dios. El Señor había preparado este momento para preservar a Su pueblo. Así como José fue llevado a Egipto y más tarde se convirtió en instrumento de salvación para su familia, Ester también es puesta en posición de autoridad “para un tiempo como este” (Ester 4:14).
Y Ester, según le había mandado Mardoqueo, no había declarado su nación ni su pueblo; porque Ester hacía lo que decía Mardoqueo, como cuando él la educaba.
Ester 2:20
La fidelidad de Ester a las instrucciones de Mardoqueo muestra su carácter obediente. No reveló aún su identidad judía, pues Dios tenía un plan en proceso. Esto nos enseña que, en ocasiones, el silencio y la prudencia son parte de la sabiduría espiritual. No siempre debemos hablar o revelar todo de inmediato; hay tiempos y circunstancias que Dios controla para manifestar su propósito en el momento oportuno.
Más adelante, surge el antagonista de la historia: Amán, un alto funcionario del rey Asuero. Lleno de orgullo, exigía que todos se inclinaran ante él. Cuando Mardoqueo se negó, Amán no solo se enojó contra él, sino que planeó exterminar a todo el pueblo judío. Aquí vemos el odio irracional y destructivo que muchas veces ha perseguido a Israel.
5 Y vio Amán que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él; y se llenó de ira.
6 Pero tuvo en poco poner mano en Mardoqueo solamente, pues ya le habían declarado cuál era el pueblo de Mardoqueo; y procuró Amán destruir a todos los judíos que había en el reino de Asuero, al pueblo de Mardoqueo.
Ester 3:5-6
El odio de Amán contra Mardoqueo se transformó en genocidio contra toda la nación judía. Esto nos recuerda cómo el pecado del orgullo y la soberbia pueden llevar a decisiones terribles. Aquí la historia de Ester toma un giro dramático, pues el pueblo de Dios está en peligro.
Cuando Mardoqueo se enteró del plan, envió un mensaje a Ester para que intercediera ante el rey. En ese momento, Ester enfrenta la decisión más importante de su vida: callar y salvarse ella sola, o arriesgarse y buscar la salvación de su pueblo. La respuesta de Ester es uno de los pasajes más conmovedores de toda la Escritura:
15 Y Ester dijo que respondiesen a Mardoqueo:
16 Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca.
Ester 4:15-16
Aquí Ester demuestra su fe y valentía. Antes de actuar, pide que todo el pueblo ore y ayune por ella. Reconoce que su vida está en riesgo, pero decide confiar en Dios. Sus palabras “y si perezco, que perezca” son un acto de rendición total. Es un ejemplo de alguien dispuesto a dar la vida por su pueblo, lo cual nos recuerda la obra de Cristo, quien dio su vida por la salvación de muchos.
Ester, con sabiduría, no se apresura a acusar a Amán. Invita al rey y a Amán a un banquete, y luego a un segundo, esperando el momento oportuno. En el segundo banquete, revela la conspiración contra su pueblo:
3 Entonces la reina Ester respondió y dijo: Oh rey, si he hallado gracia en tus ojos, y si al rey place, séame dada mi vida por mi petición, y mi pueblo por mi demanda.
4 Porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser destruidos, para ser muertos y exterminados. Si para siervos y siervas fuéramos vendidos, me callaría; pero nuestra muerte sería para el rey un daño irreparable.
5 Respondió el rey Asuero, y dijo a la reina Ester: ¿Quién es, y dónde está, el que ha ensoberbecido su corazón para hacer esto?
6 Ester dijo: El enemigo y adversario es este malvado Amán. Entonces se turbó Amán delante del rey y de la reina.
7 Luego el rey se levantó del banquete, encendido en ira, y se fue al huerto del palacio; y se quedó Amán para suplicarle a la reina Ester por su vida; porque vio que estaba resuelto para él el mal de parte del rey.
8 Después el rey volvió del huerto del palacio al aposento del banquete, y Amán había caído sobre el lecho en que estaba Ester. Entonces dijo el rey: ¿Querrás también violar a la reina en mi propia casa? Al proferir el rey esta palabra, le cubrieron el rostro a Amán.
9 Y dijo Harbona, uno de los eunucos que servían al rey: He aquí en casa de Amán la horca de cincuenta codos de altura que hizo Amán para Mardoqueo, el cual había hablado bien por el rey. Entonces el rey dijo: Colgadlo en ella.
10 Así colgaron a Amán en la horca que él había hecho preparar para Mardoqueo; y se apaciguó la ira del rey.
Ester 7:3-10
La justicia de Dios se manifiesta en esta escena. El mismo instrumento de muerte que Amán había preparado para Mardoqueo termina siendo el lugar de su propia ejecución. Esto nos recuerda Proverbios 26:27: “El que cava un hoyo caerá en él; y al que revuelve la piedra, sobre él le volverá.” Dios es justo, y aunque por un tiempo parezca que los enemigos triunfan, finalmente Su justicia se cumple.
La historia de Ester no solo es emocionante, sino profundamente teológica. Nos enseña sobre la providencia de Dios, que obra incluso en circunstancias donde su nombre ni siquiera es mencionado directamente en el libro. Cada detalle, cada decisión, incluso la belleza y gracia de Ester, fueron usados por Dios para cumplir su propósito eterno.
Ester es admirada porque intercedió a favor de su pueblo, aún a costa de su vida. Es un modelo de valentía, fe y entrega. Su historia también apunta a Cristo, quien es el verdadero mediador entre Dios y los hombres. Así como Ester se presentó ante el rey para salvar a su pueblo, Jesús se presentó ante el Padre y entregó su vida para salvarnos del pecado y la condenación eterna.
Si aún no has leído esta historia completa, te animamos a hacerlo. Son solo diez capítulos, pero contienen una de las narraciones más bellas de cómo Dios protege a su pueblo y transforma lo que parecía tragedia en victoria. A través de Ester aprendemos que Dios sigue siendo fiel, que levanta instrumentos humildes para grandes propósitos, y que su justicia nunca falla.