Los conflictos en las relaciones son inevitables. Ya sea con tu pareja, amigos, compañeros de trabajo, hermanos de la iglesia, etc, muchas veces aparece un punto en el que no estamos de acuerdo y puede que surja un conflicto.
Hay cosas que podemos hacer para reducir los conflictos en nuestras relaciones personales y profesionales como escoger cuidadosamente las palabras al discutir un tema sesible, actuar por amor, no echarle en cara a los demás los errores del pasado, etc. Pero inevitablemente habrán ocasiones en las que nos veremos envueltos en alguna forma de desacuerdo verbal.
Aunque no podamos evitar el conflicto, podemos prepararnos para el mismo. A continuación mostramos algunos pasajes bíblicos que te ayudarán a saber qué hacer en esos momentos conflictivos.
Discutir los problemas en forma privada
15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.
16 Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra.
17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.
Mateo 18:15-17
Este pasaje nos recuerda que el primer paso para resolver un conflicto no es hacerlo público, sino enfrentarlo en privado. Cuando hablamos directamente con la persona implicada, demostramos respeto y madurez, y evitamos que terceras personas distorsionen la situación. Resolver un problema en privado ayuda a preservar la confianza y reduce la posibilidad de generar chismes o divisiones.
La enseñanza de Jesús también nos muestra un proceso progresivo: primero en privado, luego con testigos, y finalmente frente a la iglesia si es necesario. Esto significa que debemos agotar todas las oportunidades de reconciliación antes de dar pasos más formales. Al aplicar este consejo, creamos un ambiente de gracia donde la prioridad no es condenar, sino restaurar la relación.
Cuidar lo que dices y cómo lo dices
Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.
Colosenses 4:6
El que guarda su boca y su lengua, Su alma guarda de angustias.
Proverbios 21:23
El hombre iracundo promueve contiendas; Mas el que tarda en airarse apacigua la rencilla.
Proverbios 15:18
La Biblia enseña que las palabras tienen poder para edificar o destruir. Cuando hablamos con gracia y moderación, evitamos que una situación difícil se convierta en un conflicto mayor. Una palabra dura puede avivar la ira, pero una palabra suave puede calmar incluso al corazón más airado.
Ser cuidadosos en lo que decimos también implica pensar antes de hablar. Muchas veces respondemos impulsivamente, y esto solo genera más tensión. La prudencia y el autocontrol son virtudes que nos ayudan a responder de una manera que honre a Dios y muestre sabiduría frente a los demás.
Ser pronto para resolver el problema
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo
Efesios 4:26
25 Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.
26 De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
Mateo 5:25-26
El que fácilmente se enoja hará locuras; Y el hombre perverso será aborrecido.
Proverbios 17:14
Un error común es dejar que los problemas se acumulen sin resolverlos. La Biblia nos anima a no dejar que el sol se ponga sobre nuestro enojo, es decir, a no guardar resentimiento de un día para otro. Cuando postergamos una reconciliación, la herida se profundiza y la relación se enfría.
Resolver un conflicto rápidamente demuestra que el amor y la unidad son más importantes que tener la razón. Además, nos ayuda a evitar que las emociones negativas se conviertan en raíces de amargura. La prontitud en buscar la paz abre la puerta para que Dios sane y restaure los vínculos dañados.
Seguir a Jesús y perdonar
31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Efesios 4:31-32
soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
Colosenses 3:13
El perdón es la clave para poner fin a los conflictos de manera definitiva. Si no aprendemos a perdonar, la herida seguirá abierta y la reconciliación será imposible. La Biblia nos enseña que así como Cristo nos perdonó, nosotros debemos extender ese mismo perdón a quienes nos ofenden.
Seguir el ejemplo de Jesús implica dejar a un lado la amargura, el rencor y la venganza. El perdón no siempre es fácil, pero libera tanto al que perdona como al que recibe el perdón. De esta manera, los conflictos se transforman en oportunidades para reflejar el carácter de Cristo en nuestras relaciones.
Conclusión
Los conflictos son parte de la vida, pero la Palabra de Dios nos muestra que no tienen por qué destruir nuestras relaciones. Hablar en privado, cuidar nuestras palabras, resolver pronto los desacuerdos y practicar el perdón son principios que nos conducen hacia la paz y la reconciliación. Cuando ponemos estos consejos en práctica, no solo fortalecemos nuestros vínculos personales, sino que también damos testimonio del amor de Cristo en nuestras vidas.
Si aplicamos estas enseñanzas bíblicas en el día a día, descubriremos que aún en medio de las diferencias podemos vivir en armonía. El conflicto no tiene que ser el fin de una relación; al contrario, puede ser una oportunidad para crecer, madurar y mostrar al mundo que en Cristo siempre hay un camino de restauración y esperanza.