¿Donde hay dos o tres congregados en su nombre ahí está Él?

Este es el segundo artículo de nuestra serie sobre versículos de la Biblia que acostumbramos a sacar de contexto. Primero le tocó a Filipenses 4:13 (si no lo ha leído, visite este post). En esta ocasión le toca el turno a Mateo 18:20.

Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Actualmente se le da dos usos principales a este versículo. El primero es en los casos donde hay pocas personas en un servicio. A menudo escuchamos al que dirige la reunión decir: «Bueno, hay pocas personas, pero la Biblia dice que donde hay dos o tres reunidos en su nombre ahí está Él, y aquí hay más de tres». El segundo uso es el de quienes aseguran que no es necesario asistir a una iglesia, porque —según entienden ellos— basta con que dos o tres se junten en cualquier lugar y ya tienen “iglesia”, puesto que allí está Cristo.

Ambos usos, sin embargo, son incorrectos, no porque carezcan de buena intención, sino porque citan el versículo fuera de su contexto. Y cada vez que sacamos un versículo de su contexto corremos el riesgo de distorsionar lo que realmente quiso decir el Señor. Para comprender Mateo 18:20 debemos leer el pasaje completo, del cual forma parte:

15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.

16 Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra.

17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.

18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.

19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.

20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?

22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.

Mateo 18:15-22

Si analizamos el contexto, queda claro que el pasaje no está hablando de reuniones con poca asistencia ni de la justificación para no congregarse en una iglesia. En realidad, Jesús está enseñando sobre la disciplina eclesiástica y cómo tratar los casos de pecado dentro de la comunidad de creyentes. En el versículo 15 se nos dice qué hacer cuando un hermano peca contra otro: primero debe hablarse en privado. Si no hay arrepentimiento, entonces se deben llamar testigos (v.16). Si aún así persiste en su pecado, el asunto debe ser llevado a la iglesia (v.17). Y si no escucha a la iglesia, debe ser considerado como gentil y publicano, es decir, alguien que ya no muestra evidencias de ser parte de la comunidad de fe.

En ese marco, Jesús introduce las palabras de los versículos 19 y 20. Lo que Él afirma es que, cuando dos o tres testigos dan testimonio en un proceso de disciplina, Él mismo está en medio de ellos respaldando esa acción. El propósito del texto es garantizar que, cuando la iglesia ejerce la disciplina de manera bíblica y justa, el mismo Señor está presente en ese proceso, aprobando lo que se hace conforme a su Palabra. Mateo 18:20, por tanto, no es una excusa para justificar reuniones pequeñas sin cobertura ni autoridad eclesial, sino una promesa de respaldo divino en el ejercicio de la disciplina cristiana.

Otro detalle importante es que Cristo ya está con cada creyente. El Espíritu Santo habita en todo aquel que ha nacido de nuevo. Jesús prometió: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Eso significa que no necesitamos un mínimo de “dos o tres” para que Él esté presente. Aun si estás solo en tu habitación orando, Cristo está contigo. El énfasis de Mateo 18:20 no es su presencia general con los creyentes —porque esa ya está garantizada— sino su presencia judicial, su respaldo al momento de establecer disciplina en la comunidad.

De hecho, a lo largo de la historia de la iglesia, este pasaje ha sido central en la práctica de la disciplina eclesiástica. La iglesia primitiva entendía que la santidad del pueblo de Dios debía mantenerse y que el pecado abierto no debía ser tolerado. Pablo, en 1 Corintios 5, enseña lo mismo cuando habla del hombre que había caído en inmoralidad: “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?”. La iglesia está llamada a ser un testimonio de pureza y verdad, y para eso se requiere aplicar la disciplina con justicia, amor y fidelidad a Cristo.

Por eso es tan peligroso sacar un versículo de su contexto. Cuando usamos Mateo 18:20 para justificar la falta de compromiso con la iglesia local o para sentirnos cómodos con la baja asistencia en un culto, lo estamos despojando de su fuerza y de su verdadero sentido. En lugar de hablar de disciplina, lo usamos como comodín para nuestras excusas. Pero si respetamos el pasaje, veremos que Jesús estaba recordándonos la seriedad del pecado, la necesidad de tratarlo con testigos y el respaldo divino a la iglesia cuando actúa en obediencia.

Esto también nos confronta a nivel personal. ¿Cómo tratamos el pecado en nuestra vida y en nuestra comunidad? ¿Somos indiferentes, lo ocultamos o lo justificamos? ¿O seguimos el modelo de Mateo 18, confrontando en amor, buscando restauración y, cuando es necesario, llevando el caso a la iglesia? La disciplina no es para destruir, sino para salvar. Y el hecho de que Cristo prometa estar en medio de ese proceso nos da seguridad de que no estamos actuando solos, sino bajo su autoridad.

Así que, la próxima vez que escuchemos Mateo 18:20, recordemos que no se trata de la cantidad de asistentes en un culto ni de la posibilidad de reemplazar la iglesia local por un grupo de amigos en casa. Se trata de la seriedad del pecado, del llamado a vivir en santidad y de la promesa de que Jesús mismo respalda a su iglesia cuando ésta actúa en disciplina y restauración. Este pasaje no minimiza la importancia de congregarse, más bien subraya la necesidad de una comunidad bíblica que ejerza corrección bajo la dirección del Señor.

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