La importancia de Cristo en cada sermón

De esto hay mucho que hablar, mas lo expresaremos de una forma resumida con algunos versos. Pues, si en nuestras iglesias se deja de hablar sobre la persona de Jesucristo en toda su esencia, entonces no tendríamos iglesias sino edificios lujosos donde se reúnen personas como en cualquier otro centro de atracción. El verdadero fundamento de la iglesia no está en programas atractivos, en estructuras impresionantes ni en la creatividad humana, sino en Cristo mismo. Comencemos con Efesios 2:

19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,

20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,

21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;

22 en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.

Aquí vemos algo muy importante que nos lleva a varias preguntas, pero antes notemos cuál es el fundamento de la iglesia: las enseñanzas de los apóstoles y profetas, teniendo en cuenta que la piedra principal, el ángulo que sostiene todo, es Jesucristo mismo. Si quitamos a Cristo de la iglesia, se derrumba todo. Por eso Pablo constantemente recordaba a las congregaciones que el mensaje central nunca debía ser sustituido por tradiciones humanas ni por filosofías pasajeras.

El apóstol Pablo tuvo ciertos problemas con la iglesia de Galacia. Ellos habían comenzado bien en la fe, pero se desviaron rápidamente:

Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente.

Gálatas 1:6

El problema en Galacia era que habían añadido obras y mandamientos humanos al evangelio, debilitando la gracia de Cristo. Pablo les recuerda que solo existe un evangelio verdadero, y ese evangelio tiene como centro la cruz de Cristo. No hay buenas noticias fuera de Jesús crucificado y resucitado.

Por eso en otra de sus cartas Pablo explica con claridad cuál era el contenido de su predicación:

1 Cuando fui a vosotros, hermanos, proclamándoos el testimonio de Dios, no fui con superioridad de palabra o de sabiduría,

2 pues nada me propuse saber entre vosotros, excepto a Jesucristo, y éste crucificado.

3 Y estuve entre vosotros con debilidad, y con temor y mucho temblor…

1 Corintios 2:1-3

Este es el trabajo del predicador: pararse en el púlpito y hablar de Cristo. La meta del apóstol no fue impresionar con oratoria ni demostrar conocimientos humanos, sino anunciar a Cristo y este crucificado. La centralidad de la cruz debe ser la esencia de toda predicación, porque en ella está el poder de Dios para salvación. Charles Spurgeon, el conocido “príncipe de los predicadores”, entendía bien esta verdad. Él dijo:

¿No hay Cristo en tu sermón, caballero? Entonces vete a casa y nunca prediques de nuevo hasta que tengas algo que valga la pena oír.

Estas palabras, aunque duras, nos muestran lo esencial del mensaje. Un sermón sin Cristo no edifica, no transforma y no salva. Puede emocionar momentáneamente, pero carece de poder espiritual. La iglesia no necesita discursos motivacionales ni conferencias de autoayuda, necesita la proclamación clara del evangelio de Jesucristo.

Hoy en día, sin embargo, estamos saturados de mensajes que giran en torno al bienestar personal, la prosperidad material o las emociones pasajeras. En muchos púlpitos no se habla de Cristo, ni de la cruz, ni de la resurrección. Algunos convierten la iglesia en un espectáculo, donde lo más importante es entretener, mientras que otros caen en el extremo de convertirla en un espacio rígido y legalista, lleno de normas inventadas que ahogan el gozo del evangelio. Ambos extremos son peligrosos, porque en ambos casos Cristo queda relegado.

El trabajo del pastor y del predicador no es formular nuevas leyes ni buscar la aprobación de la gente, sino encerrarse en su habitación en oración, estudiar la Palabra y luego subir al púlpito a mostrar a Cristo. El rebaño no necesita las ocurrencias del hombre, sino la revelación de Dios en su Hijo. Cuando Cristo es exaltado en la predicación, la iglesia es edificada, los pecadores son confrontados, y los corazones son transformados.

No debemos olvidar que la iglesia es llamada “cuerpo de Cristo” (Colosenses 1:18). Si el cuerpo existe para glorificar a su Cabeza, entonces todo lo que hagamos debe girar en torno a Él. La alabanza debe estar centrada en Cristo, la enseñanza debe estar centrada en Cristo, y la misión de la iglesia debe ser anunciar a Cristo al mundo. El día que perdamos de vista esta verdad, nos convertiremos en simples instituciones humanas.

La historia de la iglesia nos recuerda que cada avivamiento genuino siempre ha comenzado cuando Cristo ha sido predicado con claridad. La Reforma Protestante no fue un movimiento cultural ni político, fue un redescubrimiento del evangelio de Cristo como centro. Hombres como Lutero y Calvino no buscaron innovar, sino volver al mensaje original: solo Cristo, solo gracia, solo fe, solo la Escritura. Hoy, más que nunca, necesitamos ese mismo regreso.

Conclusión

En conclusión, si quitamos a Cristo de la iglesia, lo perdemos todo. Los templos pueden estar llenos, los programas pueden ser exitosos y la música puede ser excelente, pero si Cristo no es el centro, no tenemos iglesia. Como dijo Pablo en Filipenses 1:21: “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. Esa debe ser también la declaración de cada congregación.

Que nuestros púlpitos vuelvan a proclamar a Cristo y este crucificado. Que nuestras vidas reflejen a Cristo en todo lo que hacemos. Y que nunca caigamos en el error de sustituirlo por mensajes vacíos, emociones pasajeras o normas humanas. Si Cristo es el centro, la iglesia permanece firme, porque está edificada sobre la roca inconmovible. Pero si lo apartamos, todo se derrumba. Que Dios nos conceda predicadores y congregaciones que amen y exalten al único Salvador: Jesucristo, Señor de la iglesia.

Las persecuciones nunca han hecho daño a la iglesia
Cinco versos bíblicos que hablan sobre el asombroso amor de Dios