Dios es un Dios de amor. Él no puede dejar de amarnos, ya que su naturaleza misma es el amor. Él es el amor personificado, y aunque a veces es difícil de comprender o entender qué clase de amor es ese que Él tiene por nosotros, todos sabremos que el amor de Dios es todo lo que necesitamos.
A continuación les mostramos cinco pasajes bíblicos que hablan del tan asombroso amor de Dios para todos nosotros.
1 – Juan 3:14-17
14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
Este pasaje es uno de los más conocidos de toda la Biblia y resume la esencia del evangelio: el amor de Dios se manifestó en el sacrificio de su Hijo Jesucristo. No fue un acto de condena, sino de redención, donde Dios mostró que su amor no tiene límites ni condiciones, sino que está disponible para todos los que creen en Él.
Aquí se nos recuerda que la salvación no depende de nuestras obras, sino de la fe en Cristo. Dios ama tanto al mundo que dio lo más precioso que tenía: a su Hijo unigénito. Este acto es la prueba más grande de que su amor es real, eterno y transformador.
2 – 1 Juan 3:1
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
En este versículo, Juan nos invita a contemplar la magnitud del amor del Padre. No solo nos muestra cariño, sino que nos otorga una nueva identidad: ser llamados hijos de Dios. Esta verdad debería llenar nuestro corazón de gratitud y confianza, pues significa que no somos huérfanos espirituales, sino parte de una familia celestial.
El hecho de que el mundo no nos reconozca también refleja la diferencia entre los valores de Dios y los del mundo. Aunque muchas veces enfrentemos rechazo o incomprensión, este pasaje nos recuerda que lo verdaderamente importante es que Dios nos ha adoptado como suyos y nos cubre con su amor incondicional.
3 – Juan 6:35-40
35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
36 Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.
37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.
38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
Jesús se presenta aquí como el pan de vida, es decir, la fuente que sacia todas las necesidades espirituales del ser humano. El amor de Dios se manifiesta en que nos ofrece una satisfacción eterna, más allá de las cosas temporales de este mundo. Al acudir a Cristo, encontramos plenitud y esperanza.
Además, este pasaje recalca la fidelidad de Dios. Su voluntad es que nadie que venga a Jesús sea rechazado, sino que todos tengan vida eterna. Esta promesa es un reflejo del amor divino: un amor que nos acoge, nos guarda y nos asegura resurrección y vida en la eternidad.
4 – Juan 10:11-16
11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.
14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
El amor de Cristo se describe de manera poderosa en esta metáfora del buen pastor. A diferencia del asalariado, que huye ante el peligro, Jesús da su vida voluntariamente por sus ovejas. Esto refleja la entrega total de un amor que protege, guía y nunca abandona.
También nos enseña que este amor es inclusivo. Jesús habla de otras ovejas que aún no están en el redil, pero que también serán parte de su rebaño. Esto muestra que el amor de Dios no se limita a un grupo específico, sino que se extiende a toda la humanidad.
5 – Romanos 5:6-8
6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Este pasaje nos recuerda que el amor de Dios no depende de nuestro mérito ni de nuestra justicia. Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores, cuando no teníamos nada que ofrecerle a cambio. Ese es el mayor ejemplo de amor desinteresado y sacrificial.
El apóstol Pablo resalta aquí que es difícil encontrar a alguien dispuesto a morir por otra persona, incluso por alguien bueno. Sin embargo, Dios fue más allá: entregó a su Hijo por los pecadores. Su amor no se basa en lo que somos, sino en lo que Él es: amor absoluto.
Conclusión
Estos pasajes nos muestran que el amor de Dios es infinito, incondicional y transformador. Es un amor que nos adopta como hijos, que nos sacia en nuestra necesidad, que nos protege como un pastor fiel y que nos redime aun cuando no lo merecíamos. Todo esto demuestra que el amor divino no tiene comparación ni límites.
Aceptar este amor cambia nuestra manera de vivir y de relacionarnos con los demás. Nos invita a amar con la misma entrega, a perdonar con la misma gracia y a confiar plenamente en Dios. Porque al final, su amor es todo lo que necesitamos para vivir en paz, esperanza y plenitud.