¿Por qué necesitamos una reforma?

Han pasado más de quinientos años desde la reforma protestante. Cientos de años han pasado cuando la luz mostró todo su explendor en medio de la pesada oscuridad que la iglesia romana tenía cubierto el mundo. Dios elevó hombres en esos años, que no se subyugaron a las doctrinas corruptas dadas por los papas, sino que entendieron que la autoridad colasal se encontraba en la poderosa e inerrante Palabra de Dios.

Parece ser que luego de esto, en pleno siglo XXI florece la exigencia de una reforma, no de un avivamiento, no de una manifestación y profecías vacías y manipuladas por los hombres, sino que tenemos la necesidad de una “reforma”, de traer la Palabra de Dios como “sola scriture”.
Uno de los mayores problemas y deficiencias que tenemos en el púlpito es algo muy peculiar que dijo Mark Dever:

Estamos enviando a los hermanos que solo están motivados, pero no estamos enviando a los capacitados.

No se trata de estar motivados para ir al ministerio, no se trata del mero sentimentalismo de “quiero” predicar la Palabra de Dios. Quiero que sepas que si solo estas motivado y no preparado, a nadie le interesa tu mensaje, ya tenemos los púlpitos llenos de personas como tú que con su motivación están haciendo daño. Tenemos a los antiguos, comenzando desde Esdras hasta Charles Spurgeon; ellos no solamente sintieron la necesidad de una “Reforma”, ellos entendieron que el único diseño de causar una reforma era “traer la Palabra de Dios devuelta”.
Ministros, pastores, cuanto me gustaría que esta pequeña nota pueda llegar ante cada uno de ustedes y se pregunten ¿estoy haciendo lo que Dios quiere que haga en mi iglesia? Predicadores, pregúntense cada uno de ustedes ¿conozco al Dios de las Escrituras lo suficiente para predicar? Siento decir con gran peso en mi corazón que muchos de nuestros ministros, incluyendo pastores, tienen que volver a la Biblia, tienen que detenerse un momento y conocer al Dios de las escrituras, porque se nos ha enseñado un “dios cultural” que ha tomado fuerza sobre nuestras iglesias, y el parece ser el “becerro de oro” que Israel levantó en el desierto.
Nuestros pequeños métodos, nuestro marketing, pragmatismo y todo lo demás, parece reemplazar la palabra de Dios. Somos mejores que Dios y tenemos mejores cosas que llevar al mundo que Él, y por eso renovamos su palabra, porque no nos parece suficiente, porque no nos parece que ella puede transformar al pecador, no nos parece que ella puede reformar toda una nación sin necesidad de añadirle nada, simplemente nosotros hemos creado nuestra propia biblia, tenemos “profetas” y “apóstoles” que ellos son quienes tienen la revelación de lo alto, por lo cual no necesitamos predicar lo que dice la Biblia. Una vez más digo: “cuan gran peso siento en mi corazón”.
Tenemos al ilustre monje Martín Lutero, siendo un simple hombre pudo percibir que Alemania necesitaba una reforma, que las doctrinas de los papas eran sacadas del mismo infierno y que no mostraban la gloria de Dios.
En la dieta de Worms dicen a Lutero: «Lutero, ¿rechaza sus libros y los errores que en ellos se contiene?». En aquel momento tan pesado, pero a la vez tan glorioso e impactante Lutero tenía la oportunidad de demostrarles que las Escrituras son la autoridad absoluta e inerrante, por lo cual no puede rechazarlas. Entonces Lutero responde con gran valor:

«Que se me convenza mediante testimonios de la Escritura y claros argumentos de la razón —porque no le creo ni al Papa ni a los concilios, ya que está demostrado que a menudo han errado, contradiciéndose a sí mismos— por los textos de la Sagrada Escritura que he citado, estoy sometido a mi conciencia y ligado a la Palabra de Dios. Por eso no puedo ni quiero retractarme de nada, porque hacer algo en contra de la conciencia no es seguro ni saludable«. De acuerdo con la tradición, Lutero entonces dijo estas palabras: «¡No puedo hacer otra cosa; esta es mi postura! ¡Que Dios me ayude!«

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Oh, que nosotros también podamos decir aquellas palabras del reformador en su más grande premura: «Mi conciencia está cautiva de la Palabra de Dios».
Tenemos que volver a estudiar la “historia de la iglesia”, saber lo que les costó este evangelio, para ellos no fue algo fácil, no tuvieron muchos bienes, sino que sufrieron el más alto costo del vituperio. Les invito a leer el libro de los mártires de John Fox, donde nos da una alta descripción del dolor que pasaron aquellos grandes reformadores. Encontramos a Juan Huss, quien no sometiéndose a los doctrinas de los papas cantó un sublime cántico ligado de un palo mientras los brazos de fuego subían por cada parte de su cuerpo corrupto, pero para Huss esto fue una sublime muerte, una sublime victoria, porque murió abrazado de su Señor.

¿Por qué necesitamos una reforma?

Necesitamos una reforma porque hemos perdido los cinco grandes pilares de la reforma: “sola scriptura”, “sola fide”, “sola gratia”, “solus christus”, “soli Deo gloria”. Hemos olvidado que solo la Biblia es una autoridad, que la justificación se recibe por la fe y no por las obras, poniendo el diezmo y las ofrendas como algo mayor, que la salvación solo viene por la gracia divina y no por nuestros pequeños métodos, que solo Cristo es el mediador entre Dios y los hombres y que todo lo que hacemos debe ser única y exclusivamente para la gloria de Dios.
Nos urge una reforma porque en nuestros púlpitos Cristo no está siendo predicado, sino que muchas de nuestras iglesias se han convertido en circos, en centros de psicología, sociología, mercadología, teatros y un montón de cosas. ¿Queremos impactar al mundo? De la manera que lo hacemos nunca lo vamos a lograr, lo único que ha impactado nuestra sociedad a través de toda la historia ha sido la Palabra de Dios.
Necesitamos con urgencia una reforma. ¿Te quedarás cómodo en el palacio del rey o saldrás a la cruda destrucción y proclamarás la Palabra de Dios? Pastores, ministros, miembros de iglesias, esta es nuestra responsabilidad y Dios nos llamará a cuentas, si, Él lo hará.
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