Cinco pasajes bíblicos que nos muestran la autoridad que Dios nos dio

El cristiano posee alguna medida de autoridad que le permite hacer lo que Dios quiere que él haga. Esta autoridad es una autoridad compartida del Señor Jesucristo porque nosotros como cristianos somos Sus representantes comisionados aquí en la tierra, actuando como su Boca, Manos y Pies. Así, debemos aprender a seguirlo y ejercitar la autoridad que Él nos ha dado para ayudarnos a triunfar en la tarea que Él nos ha confiado.

Nuestra autoridad solamente es efectiva para esta noble Tarea. A continuación les mostramos algunos pasajes bíblicos que hablan de nuestra autoridad como hijos de Dios.

El privilegio de acercarse a Dios con confianza por medio de Cristo – Hebreos 4:14-16

14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.

15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Este pasaje nos recuerda que la autoridad del creyente no proviene de sus méritos personales, sino de la obra de Cristo como Sumo Sacerdote. Gracias a Él tenemos acceso directo a la presencia de Dios sin necesidad de intermediarios humanos. Esto significa que podemos acercarnos con valentía y plena confianza, sabiendo que no seremos rechazados, sino recibidos con misericordia.

La autoridad que poseemos como cristianos se fundamenta en esa comunión íntima con Dios, que nos permite recibir ayuda y dirección en los momentos de necesidad. Es un privilegio que fortalece nuestra fe y nos da la seguridad de que no estamos solos, pues Cristo intercede constantemente a nuestro favor.

La autoridad de hacer discípulos – Mateo 28:19-20

19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;

20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

El mandato de Jesús en la Gran Comisión nos otorga una autoridad que trasciende fronteras. No se trata solo de compartir un mensaje, sino de formar discípulos que vivan bajo los principios del Reino de Dios. Esta autoridad nos impulsa a enseñar, corregir y acompañar espiritualmente a otros, reflejando el amor de Cristo en todo lo que hacemos.

La promesa de que Jesús estará con nosotros todos los días reafirma que no cumplimos esta misión solos. Contamos con Su respaldo y poder para llevar el evangelio a todas partes. Por lo tanto, cada cristiano tiene la responsabilidad de asumir este llamado con seriedad, recordando que su labor tiene un impacto eterno en las vidas que alcanza.

La oportunidad de predicar el Evangelio acompañados de señales y maravillas en el nombre de Jesús – Marcos 16:15-18

15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.

17 Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;

18 tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.

Este texto muestra que la predicación del evangelio no solo se trata de palabras, sino también de demostración del poder de Dios. Las señales y maravillas confirman el mensaje, mostrando al mundo que el Reino de Dios es real y transformador. Estas manifestaciones no son para la vanagloria del creyente, sino para glorificar a Cristo y dar testimonio de Su autoridad.

Cada cristiano debe entender que cuando predica en el nombre de Jesús, no lo hace en su propia fuerza, sino bajo el poder del Espíritu Santo. Por eso, las señales que acompañan la predicación fortalecen la fe de los oyentes y demuestran que Dios sigue obrando de manera sobrenatural en medio de Su pueblo.

La alegría de ser embajadores de Cristo – 2ª Corintios 5:18-21

18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;

19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Ser embajadores de Cristo significa que representamos a nuestro Señor en todo lo que hacemos y decimos. Es un título honorable pero también una gran responsabilidad, ya que nuestras acciones deben reflejar los valores del Reino de Dios. Nuestra autoridad radica en ser portadores de un mensaje que trae vida, esperanza y reconciliación.

Dios nos confió el ministerio de la reconciliación, lo que implica acercar a las personas a Su gracia y amor. Como embajadores, debemos vivir de manera coherente con el evangelio para que otros puedan ver en nosotros la justicia de Dios manifestada en Cristo. Esta misión es un privilegio que nos llena de gozo y propósito.

La Gracia de ganar en la lucha contra el enemigo – Efesios 6:10-20

10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.

11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.

12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,

15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.

16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;

18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;

19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio,

20 por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.

La lucha espiritual es una realidad que todo creyente enfrenta, pero Dios no nos deja indefensos. A través de la armadura de Dios tenemos las herramientas necesarias para resistir al enemigo y mantenernos firmes en la fe. Cada pieza de la armadura simboliza un aspecto fundamental de nuestra vida cristiana: la verdad, la justicia, la fe, la salvación y la Palabra de Dios.

Esta autoridad espiritual no se trata de una confrontación física, sino de una dependencia constante del Señor en oración y en la fortaleza de Su Espíritu. Al mantenernos firmes en la fe y equipados con la armadura de Dios, podemos vivir en victoria sobre las tinieblas y ser testigos fieles del poder transformador de Cristo.

Conclusión

La autoridad del cristiano es un regalo divino que tiene como propósito cumplir la misión de Dios en la tierra. No es para engrandecernos, sino para servir con humildad y ser instrumentos útiles en las manos del Señor. Cada pasaje analizado nos recuerda que esta autoridad proviene de Cristo y debe ejercerse con responsabilidad.

Como hijos de Dios, debemos vivir conscientes de este privilegio, utilizando la autoridad que Él nos ha dado para predicar el evangelio, resistir al enemigo y representar dignamente a Cristo. Al hacerlo, no solo caminamos en victoria, sino que también llevamos esperanza y transformación a un mundo necesitado del amor y la gracia de nuestro Señor.

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