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¿Yo declaro o hágase tu voluntad?

Sabemos con claridad que el tema «yo declaro» está siendo muy utilizado en muchas de nuestras Iglesias, de manera que, las personas ya no esperan en la soberana voluntad de Dios, sino que muchas veces dan órdenes a Dios, como si Dios fuera un humano o alguien inferior a ellos.

A pesar que este no sea el sentir, es lo que están haciendo a la hora de solo declarar y declarar. He visto muchísimas veces como personas se paran en los púlpitos y comienzan a darle órdenes a Dios de qué es lo que se debe hacer. La pregunta es: ¿Cuál debe ser mi posición como creyente, declarar o decirle a Dios que solo se haga su voluntad? El apóstol Pablo nos responde parte de nuestra pregunta:

Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.
1 Corintios 11:1 Reina-Valera 1960

Pablo daba mandato a los Corintios, de que así como él imitaba a Cristo, ellos también debían hacerlo. Esta suprema persona que el apóstol nos manda a imitar, es el que pronunció las siguientes palabras:

Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.

Mateo 26:39

Es importante destacar que en este momento de tanta aflicción y dolor en el que se encontraba nuestro glorioso Maestro Jesús, le dijo a su Padre: «pero no sea como yo quiero, sino como tú». ¿Cuántos de nosotros le decimos a Dios en los momentos más tristes de nuestras vidas que solo se haga la voluntad de Dios? Muchas veces cuando nos encontramos en los momentos más difíciles comenzamos a decretar y declarar, no comprendiendo que Dios es un Dios soberano y esto de soberano incluye que Él hace como quiera, como cree que es mejor.

Esta debe ser la actitud de cada creyente, que en cada momento de nuestras vidas podamos decir junto al Maestro en aquella hora solemne: «hágase tu voluntad». Que en cada momento podamos entender la sublime voluntad de nuestro Creador. El apóstol Pablo dijo:

Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.

Filipenses 4:12

Les aseguro que el apóstol no comenzó a hacer declaraciones sobre su situación, a ordenarle a Dios que le dé dinero cuando no tenía, abundancia y todo lo demás; la expresión de Pablo fue nacida de Dios, él dijo que sabe vivir en las buenas y en las malas.

Vivamos dentro de la soberana voluntad de Dios, aprendamos que Dios no necesita recibir órdenes de nadie y que nuestras vidas son diminutas delante de Él.

Es evidente que muchas veces el creyente moderno ha confundido la fe con una especie de fórmula mágica en la que basta con declarar algo para que automáticamente ocurra. Sin embargo, la Biblia nos enseña que la verdadera fe consiste en descansar en lo que Dios ya ha prometido, confiando en que su voluntad es perfecta. Declarar cosas sin respaldo bíblico o fuera de la voluntad de Dios puede llevarnos a la frustración, ya que no estamos llamados a imponerle nuestras ideas al Señor, sino a someternos a su plan eterno.

La oración de Jesús en Getsemaní es el ejemplo más elevado de humildad y confianza. Él, siendo el Hijo de Dios, pudo haber exigido ser librado de la cruz, pero decidió decir: «no sea como yo quiero, sino como tú». Esta expresión debería ser el modelo de cada cristiano, recordándonos que en los momentos más oscuros, nuestra mayor fortaleza proviene de aceptar la soberanía de Dios. La vida cristiana no consiste en manipular a Dios, sino en rendirnos a su señorío.

Cuando miramos la vida del apóstol Pablo, vemos que él enfrentó prisiones, naufragios, hambre y persecuciones. En ninguna de esas circunstancias buscó declarar prosperidad sobre sí mismo, sino que supo reconocer que su gozo estaba en Cristo y no en las circunstancias. Esto nos enseña que el verdadero contentamiento no depende de lo material, sino de la comunión íntima con Dios. En nuestros tiempos, donde la cultura del “declara y recibe” se ha expandido, es vital regresar a los fundamentos de la Escritura.

Por lo tanto, en lugar de gastar nuestras fuerzas en decretar, debemos invertir tiempo en orar, en escudriñar la Palabra y en confiar en que nuestro Padre celestial sabe lo que necesitamos antes de que lo pidamos. Jesús mismo enseñó en Mateo 6 que no debemos preocuparnos obsesivamente por la comida, la bebida o el vestido, porque Dios cuida de nosotros. Declarar cosas materiales puede sonar espiritual, pero la verdadera espiritualidad es confiar plenamente en que Dios suplirá conforme a sus riquezas en gloria.

En conclusión, el creyente maduro debe aprender a discernir entre lo que es un deseo humano y lo que es la perfecta voluntad de Dios. No estamos llamados a manipular al Creador, sino a rendirnos a Él con corazones humildes. Que cada día podamos recordar que nuestra vida depende enteramente de su gracia, y que la mejor declaración que un cristiano puede hacer es: “Señor, hágase tu voluntad en mi vida”.

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