Este verso tan popular de las Escrituras, ha llegado a ser uno de los más importante en toda la Biblia, ¿por qué importante? pues, a través de este artículo nos daremos cuenta de que el amor con el que Dios nos amó es sobre todo amor, más sublime que el amor que alguna persona nos haya mostrado alguna vez.
Juan 3:16 ha sido uno de los versos más mencionados en nuestras iglesias, hasta el punto de que ya se hace poca mención del mismo. Es como cuando nososotros como humanos nos cansamos de hacer lo mismo cada día, sin embargo, no creo que este glorioso verso sea para cansarnos, si es posible deberíamos explicarlo siempre a las personas sin Cristo, para que entiendan su gran significado.
Hablar de este verso requiere de mucho tiempo, pero vamos ha resumir su importancia:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Para explicar el amor de Dios en ese momento de entregar a su hijo, primero tenemos que destacar la maldad del hombre desde el libro de Génesis, de tal manera que el apóstol Pablo dijo: «por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios». El ser humano se volvió un enemigo de Dios, violando todas sus leyes (Romanos :3:23). Entonces, ¿en qué se basa el amor de Dios? El sublime amor de Dios se basa en que aún nosotros siendo pecadores y aborreciendo el bien, olvidándonos de la ley de Altísimo, aun así, Dios con su eterno amor nos amó y dio a su hijo por nuestros pecados.
La expresión «de tal manera» denota un amor extraordinario, puesto que nisiqueira merecíamos la muerte del hijo de Dios, pues, Él entregó a su hijo por nosotros. Imagínese usted, ¿entregaría a su hijo por la humanidad? Para nosotros los que somos padres, sería algo muy doloroso tener que entregar a muerte a un hijo para un determinado plan. ¿Alguna vez te has detenido a pensar el dolor que sufrió Dios por entregar a su hijo por verlo sufrir hasta la muerte?
Un amigo Pastor llamado Samuel Nina, dijo algo muy interesante sobre este verso y fue lo siguiente:
«Yo pensaba que el mayor sacrificio lo había hecho el Hijo de Dios al hacerse carne y entregarse por nosotros, estaba equivocado, el mayor sacrificio lo hizo el Padre al entregar el Hijo . Porque si existe un dolor mayor que morir nosotros mismos, es el dolor de ver morir a un hijo».
El Padre tuvo que derramar su ira sobre su propio hijo, y todo esto por nosotros, para nuestra salvación. ¿Acaso necesitamos algo más? ¿No es suficiente este gran acto? Algunas veces reclamamos a Dios muchas cosas, bienes materiales, entre otras, pero la pregunta es la siguiente: ¿Cuántas veces les damos las gracias a Dios por este gran sacrificio? Quizás es la pregunta más difícil que hayas escuchado el día de hoy, pero es la realidad.
Él ofreció a su único hijo, pero no lo ofreció simplemente para verlo sufrir y morir, sino que entregó a su hijo como rescaste para nuestras almas. Lo entregó para que todo aquel que en Él crea no se pierda, sino que tenga la vida eterna.
Desde el momento que hemos creido en el hijo de Dios, hemos comenzado a vivir en la eternidad, porque Jesús es la eternidad, en ese momento comienza la vida mas difícil en la tierra, para luego vivir en un lugar que es más sublime que el lugar más maravilloso de la tierra.
El autor de los Hebreos expresó:
¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? (Hebreos 10:29)
La sangre de Jesús es precisosa, su sacrifico es inigualable, es perfecto, para el Padre Él lo es todo. ¿Estás pisoteando esta sangre? Ay de ti!