El relato de Nehemías no es simplemente una historia del Antiguo Testamento, sino un espejo que refleja con fuerza el llamado que Dios hace a su pueblo en todos los tiempos. Jerusalén, en ruinas, con sus muros caídos y sus puertas quemadas, simboliza hoy a muchas congregaciones que han perdido la firmeza doctrinal y la pureza espiritual. En aquel entonces, Dios usó a un hombre que, aunque estaba cómodo en el palacio real, no pudo permanecer indiferente ante el desorden y la afrenta de su pueblo. De igual manera, nosotros vivimos en días donde la apatía y la conformidad amenazan con silenciar la voz profética de la iglesia. No basta con lamentar el estado de las cosas; debemos llorar, orar, ayunar y levantarnos con la determinación de reconstruir lo que está destruido. La pregunta que debemos hacernos es: ¿estamos dispuestos a dejar la comodidad para responder al llamado de Dios, como lo hizo Nehemías?
Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino, que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos.
En aquel momento quizás habían mas personas que sintieran preocupación por el desorden que había, pero nadie sentía una angustia tan poderosa como la que sintió Nehemías en ese momento. Él lloró, ayunó y oró al Dios vivo, su plan no era llorar y mirar los muros destruidos y no hacer nada. En nuestros tiempos solo decimos: la salvación es algo individual, trataré de vivir una vida piadosa y lo demás no importa, ¡No! Nuestra preocupación por lo que está pasando dentro de la iglesia debe de ser agonizante, no podemos quedarnos tranquilos mientras los muros están caídos, nuestro deber es hacer una reforma así como Nehemías y clamar al Dios vivo y reconstruir los muros, este es el punto querido hermano, este es el punto.
En ese momento el pueblo necesitaba un hombre que tome la iniciativa, un hombre despierto, que tenga su corazón ardiendo en llamas por la preocupación de todo un pueblo y ese hombre era Nehemías. Imaginemos que Nehemías se hubiese hecho el ignorante ante tal hecho, ¿como serían reconstruidos los muros? Pero Dios siempre tendrá personas que estén dispuestas a arreglar todo el desorden y hemos sido llamados a eso, esa es nuestro comisión, arreglar este desorden.
Nehemías estaba cómodo en el palacio del rey, él era copero del rey, él estaba ahí en la realeza, pero todo esto no llenó su corazón y no se quedo ahí donde lo tenía todo, su corazón ardía por emprender una obra sin importar que un Sambalat o Tobías se levantase, él proseguía al blanco y el blanco era reconstruir los muros. ¿A qué has sido llamado? ¿Has sido llamado a quedarte sentado en un banco mientras el altar esta siendo profanado? ¿O a levantarte y decir: no!!! Esto debe de cambiar, esto debe de ser reconstruido, Dios debe de descender en este lugar y quitar todo este desorden!!
Nuestra preocupación no debe de ser menor por nuestra iglesia, no debe de ser menor. Mientras estamos haciendo actividades de inauguración de ministerios y cuantas cosas todo esto se está desplomando. Paul Washer dijo: ¡No estamos llamados construir imperios, no estamos llamados a ser aceptados! ESTAMOS LLAMADOS A GLORIFICAR A DIOS. Hemos sido llamados a avanzar un reino, el cual es el evangelio, esa debe de ser nuestra gran labor y no nuestras pequeñas causas temporales.
Conclusión
La pasión y determinación de Nehemías nos desafían a no permanecer indiferentes mientras los muros espirituales de la iglesia se derrumban. Dios no nos ha llamado a la comodidad ni a la apatía, sino a una obra de restauración que requiere lágrimas, oración, ayuno y acción decidida. Así como Nehemías dejó el palacio para enfrentar la oposición y reconstruir, también nosotros debemos estar dispuestos a abandonar nuestra zona de confort y levantarnos por la gloria de Dios. No se trata de edificar para nuestra fama o intereses personales, sino de levantar el testimonio del evangelio y honrar el nombre de Cristo. La comisión que hemos recibido es clara: reparar las brechas, restaurar la verdad y proclamar el reino, confiando en que el Dios de los cielos nos dará éxito en la tarea.