2 Razones por las cuales no se puede cobrar por predicar

cobrar por predicar

Hace un tiempo nos pidieron este tema, por eso hemos querido traerla a colación.

Vivimos en una época donde el Evangelio ha sufrido mucho daño, no que haya cambiado, porque el evangelio no tiene variación, sino como dice el Apóstol Pablo: Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo (Galatas1:6-7). De esta misma forma en nuestra época vemos diferentes cosas extrañas dentro de la iglesia. Existen pastores que cobran hasta 500 dólares o más por dar un mensaje en una Iglesia. La pregunta que traemos en ese día es: ¿Debe un predicador cobrar por predicar? Aquí hemos preparado dos razones por las que entendemos que no.

1. No tenemos por qué gloriarnos

El apóstol pablo dice en 1 Corintios 9:16 Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y !Ay de mí si no anunciare el evangelio!

Este es un punto a considerar en nuestro texto: “No tengo porqué gloriarme”. Tenemos la suprema obligación de predicar el Evangelio, tenemos la encomiendo de hacerlo, simplemente nos es “impuesta necesidad”, de manera que , el ministro que predica el Evangelio no se gloríe porque es escuchado por los demás o porque a alcanzado cierto grado, mas gloríese en aquel que sufrió hasta la muerte para que esta salvación nos sea dada.

2. Si me fue entregado a precio de sangre, ¿Por qué ponerle un precio?

Martín Lutero decía que este Evangelio siempre ha sido a precio de sangre, pues, por la muerte de uno (Jesús) nos fue entregado, por la muerte de muchos continuo siendo llevado.

El apóstol Pablo expresa:

1 Corintios 9:

17 Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada.

18 ¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio.

El apóstol nos habla de presentar el Evangelio gratuitamente, pues, ¿Acaso podemos vender lo que no hemos comprado? De la misma manera, todo predicador que le pone un precio a su mensaje esta vendiendo aquello que se le fue entregado gratuitamente. Jesús pago un alto precio, no debemos de meter el mensaje de Dios en juego como si fuera un negocio, no debemos.

Conclusión

El llamado a predicar no es un contrato comercial, sino un mandato divino que se fundamenta en la gracia recibida y no en el lucro personal. La Palabra de Dios no es un producto sujeto a tarifas, sino un tesoro eterno que se comparte de manera libre y desinteresada. Cuando un siervo del Señor decide anunciar el Evangelio, debe hacerlo movido por amor a Dios y compasión por las almas, no por el beneficio económico que pueda obtener.

La Biblia nos recuerda que hemos recibido de gracia y, por lo tanto, debemos dar de gracia (Mateo 10:8). Ponerle un precio al mensaje que fue pagado con la sangre de Cristo es desvirtuar su propósito y convertir lo sagrado en una transacción terrenal. Esto no significa que la iglesia no pueda suplir las necesidades de sus obreros, pues el obrero es digno de su salario (1 Timoteo 5:18), pero esto debe ser un acto de generosidad y sostenimiento, no un requisito impuesto para que la Palabra sea predicada.

En un tiempo donde el ministerio muchas veces es visto como una profesión más, es fundamental que los predicadores recuperen el sentido de servicio y entrega total. La verdadera recompensa no está en una cuenta bancaria, sino en la certeza de haber sido fieles al Señor y en el gozo de ver vidas transformadas por el poder del Evangelio. Predicar con humildad, sin buscar la gloria personal, es el mayor testimonio de que el mensaje que llevamos no es nuestro, sino de Aquel que nos envió.

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