7 Razones por la cual debemos de contender por la fe

En muchas de nuestras publicaciones hemos leído diferentes tipos de comentarios, tales como, que debemos dejar de criticar, que solo debemos de predicar el Evangelio y no juzguemos a los demás. Algunos de nuestros seguidores expresaron:

Y es una vergüenza que una página que debe usarse para glorificar al Hijo del Hombre se dedique a esta porquería de denostar a músicos, mejor enfóquense en llevar la palabra a quienes les hace falta, Esto es puro chisme que solo sirve para dividir y poner cizaña entre la hermandad.

Partiendo de este comentario, quisiera expresarles las siete razones por la cual debemos de contender por la fe:

1. Mi pueblo perece por falta de conocimiento

Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento. Por cuanto tú has rechazado el conocimiento, yo también te rechazaré para que no seas mi sacerdote; como has olvidado la ley de tu Dios, yo también me olvidaré de tus hijos.

Oseas 4:6

Es de saber que en muchas de nuestras Iglesias es aburrido estudiar la Biblia para algunos hermanos. Por lo cual nuestro deber como maestros, como líderes es guiarlos hacia el conocimiento de Dios, que encontramos en Su palabra. Pablo llevaba una preocupación por todas las iglesias (y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias. 2 Corintios 11:28).

2. La apostasía

Es cierto que no podemos detener la «apostasía», sin embargo, esto no quiere decir que no hagamos saber a nuestros hermanos cuáles son los errores de doctrinas por los cuales muchos se han desviado.

Pero el Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe, prestando atención a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios

2 Timoteo 4:1

3. Nuestra preocupación por la casa de Dios

En el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino, 2 que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. 3 Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego.
4 Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos. 5 Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; 6 esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. 7 En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo.

Nehemías 1:1-7

En aquel momento los muros de la gran ciudad (Jerusalén) se encontraban destruidos. Nehemías era copero de la realeza, y estaba lo suficientemente cómodo como para quedarse rezagado; sin embargo, podemos ver que al escuchar tal noticia expresa: «Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo.» Entonces mi pregunta sería: ¿Cómo podemos ver que todo se está destruyendo dentro de la casa de Dios y quedarnos cómodos como si nada estuviera sucediendo?

4. Glorificar a Cristo a través de predicar Todo el consejo de Dios

El predicador Charles Spurgeon decía que como predicadores hemos sido llamados a predicar toda la verdad de Dios, no aquellas que nosotros creamos que son ciertas y las demás hacerlas a un lado. ¡De ninguna manera! Si vamos a predicar el mensaje del Evangelio, entonces tenemos que predicar el mensaje del «Evangelio», no el mensaje de nuestros propios pensamientos. De esto se trata, no de lo que yo creo que es cierto, sino de aquello que la Biblia me dice que es cierto. Predicando toda la verdad del Evangelio predicamos a Cristo, sin importar que le agrade o no a los hombres.

5. Defender el evangelio

Todo aquel que profesa algo debe de ser defensor de aquello en lo que ha creído. Nuestro principal trabajo como pueblo adquirido por Dios es «temerle». Sabemos que nuestro Dios es un Dios Santo y que solo a Él debe de ser toda gloria; ahora bien, también debemos «defenderle». No es que vamos a ser un grupo de personas que no vamos a denunciar las falsedades mientras miles de personas están siendo engañadas.

6. Nuestra fe

Amados, por el gran empeño que tenía en escribiros acerca de nuestra común salvación, he sentido la necesidad de escribiros exhortándoos a contender ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos.

Judas 1:3

Los apóstoles combatieron grandemente por la fe que les fue dada. El apóstol Judas hace hincapié en esto, recordándole a aquella iglesia que su deber era contender o debatir ardientemente por la fe que una vez para siempre fue entregada a los santos. No siempre los demás estarán de acuerdo con aquellas cosas que debatimos por causa de la fe que nos ha sido dada; sin embargo, nuestro deber es debatir y exponer cada doctrina extraña que muchos han querido traer a las iglesias.

Qué triste sería que yo teniendo la cura del cáncer la ocultara a la humanidad. De la misma manera, qué triste sería aún más que yo teniendo la verdad la disminuya ocultándosela al mundo.

7. Para que la fe se mantenga pura

La presencia de falsos maestros con falsas doctrinas fue lo que motivó a Judas a escribir su corta epístola. Les exhortaba a contender por la fe. Hoy en día está pasando lo mismo. La iglesia está llena de falsos pastores, predicadores y «apóstoles» inyectando falsas enseñanzas y ordeñando las ovejas. Y sus seguidores tienen una venda en los ojos. No es correcto quedarse callados ante lo que está sucediendo. ¿Hacemos que no sabemos nada y les pintamos pajaritos en los cielos?

Conclusión

Contender por la fe no es un acto de orgullo ni de confrontación innecesaria, sino una expresión de amor hacia Dios y hacia Su pueblo. Callar frente a la mentira es dejar que la verdad sea pisoteada y que las almas se pierdan en el error. Así como los profetas, apóstoles y siervos fieles del pasado alzaron su voz para advertir, corregir y enseñar, hoy nosotros tenemos la misma responsabilidad. Que nuestras palabras y acciones siempre estén llenas de gracia, pero también firmes en la verdad, recordando que la defensa del Evangelio no es opcional, sino un mandato divino. En tiempos de confusión, más que nunca debemos aferrarnos a la Palabra, vivirla y proclamarla sin temor.

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