¿“Dios aborrece el pecado y ama al pecador”? Una frase popular que debemos examinar
Seguro que has escuchado muchas veces la frase “Dios aborrece el pecado y ama al pecador” y probablemente estás de acuerdo con ella. Pero, ¿alguna vez te has detenido a pensar si eso es exactamente lo que enseña la Escritura? A continuación comparto una reflexión inspirada en un mensaje de Paul Washer titulado “El hombre y el pecado”. No lo dejes de leer; al final encontrarás el video completo de la prédica.
Lo que sí dice la Biblia
La Escritura no habla del pecado como algo abstracto separado de la persona que lo practica. Revisa, por ejemplo, Salmos 5:5 (RVR1960):
“Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad.”
El texto no afirma únicamente que Dios aborrece la iniquidad, sino que aborrece a todos los que hacen la iniquidad. De igual manera, Salmos 11:5 declara: “Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece”. Y Salmos 7:11 añade: “Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días.” Estas expresiones bíblicas confrontan nuestra tendencia a suavizar la realidad del juicio divino.
¿Y qué hay de Juan 3:16?
Al escuchar lo anterior, algunos responden: “Pero Juan 3:16 está en la Biblia”. ¡Por supuesto! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”. Este texto proclama el amor genuino de Dios que se mueve a dar a su Hijo para salvar a pecadores. La cuestión no es negar el amor de Dios, sino evitar oponerlo a su santidad y justicia. La Biblia sostiene simultáneamente que Dios se complace en la justicia y que aborrece la maldad y a quienes persisten contumazmente en ella.
El problema con la frase popular
La frase “Dios aborrece el pecado y ama al pecador” puede ser engañosa cuando se usa para minimizar la seriedad de nuestra condición. A veces se predica como si Dios mirara el pecado con una mueca de disgusto, pero al pecador con neutralidad benigna. Sin embargo, la Escritura describe al ser humano fuera de Cristo como “hijo de ira” (Efesios 2:3), enemigo de Dios (Romanos 5:10) y condenado bajo la ley (Gálatas 3:10). Si reducimos la realidad del pecado a un simple “error” que Dios tolera mientras nos “ama tal cual somos”, perdemos el filo del evangelio y diluimos la necesidad de la cruz.
Dios no es un “abuelo bonachón”: santidad, justicia y amor
Cuando hablamos del pecado, debemos hablar de quién es Dios. Él es santo (Isaías 6), aborrece la iniquidad (Habacuc 1:13) y es juez justo (Salmos 7:11). No es un ídolo complaciente ni un “papá Noel” cósmico. Al mismo tiempo, Dios es amor (1 Juan 4:8) y “rico en misericordia” (Efesios 2:4). Estas verdades no se contradicen: su amor es santo y su santidad es amorosa. Por eso, su amor no pasa por alto el pecado; lo enfrenta y lo vence en la cruz.
¿Cómo se reconcilia todo esto? La cruz de Cristo
La buena noticia es que Dios, sin dejar de ser justo, justifica al impío por medio de la obra de Cristo (Romanos 3:26). Cristo cargó con la culpa del pecador, recibió la ira que merecíamos y nos vistió con su justicia. Así, Dios no ama al pecador ignorando su pecado; lo ama proveyéndole un Salvador y transformándolo por su gracia. Fuera de Cristo, el pecador permanece bajo condenación (Juan 3:18, 36); en Cristo, es reconciliado y adoptado.
Aplicaciones prácticas
- Rechaza clichés no bíblicos. Lo que “suena bien” no siempre es bíblico. Vuelve al texto sagrado y deja que él corrija tus categorías.
- Predica a Cristo, no sentimentalismo. El amor de Dios no es permisividad; es un amor santo que nos llama al arrepentimiento y a la fe en el Hijo.
- Ve tu pecado con seriedad. Dios aborrece la maldad; no juegues con aquello que costó la sangre de Cristo.
- Abraza la gracia transformadora. El mismo Dios que juzga al impío cambia al pecador en Cristo y lo conforma a la imagen de su Hijo.
Conclusión
Decir simplemente “Dios aborrece el pecado y ama al pecador” puede ocultar la realidad bíblica de que Dios está airado contra el impío y, a la vez, ha manifestado un amor glorioso al entregar a su Hijo por pecadores. El evangelio no endulza el pecado; lo expone y lo clava en el madero. Y precisamente por eso es tan buena noticia: en Cristo hay perdón, reconciliación y nueva vida. Que nuestras palabras reflejen toda la verdad de Dios: su santidad, su justicia y su amor soberano revelados en la cruz.
Mensaje recomendado de Paul Washer
Te invito a escuchar el mensaje completo que inspiró esta reflexión: El hombre y el pecado