Testigos de Cristo

Si algo debemos amar de la iglesia primitiva es la fuerza, el coraje, y la dependencia de Dios que poseían. Era una llama que recién se encendía, y para ellos nada tenía más valor que la perfecta causa de Cristo, incluso si esto les costaba su propia vida.

Vemos al apóstol Pedro, quien caminó junto al Maestro, siendo uno de los 12, teniendo el privilegio de pertenecer al ministerio de Jesús y verlo luego de Su resurrección. En su primer discurso habló con mucha valentía al pueblo judío, y ahora en Hechos capítulo 5 también habló con la misma valentía:

30 El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero.

31 A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.

32 Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.

Hechos 5:30-32

Lo primero de todo es, que Pedro siendo un testigo presencial del ministerio de Jesús, sabía que ellos habían asesinado al verdadero Hijo de Dios, y no escatima a la hora de culparlos por su crimen.

Segundo, no deja de confirmar el ministerio de Jesús como Salvador y quien tiene el poder de perdonar los pecados. ¿Sabes que eso de que Jesús puede perdonar pecados para ellos era una blasfemia?  Pero qué importa, Pedro sólo quería exponer la verdad, sin añadir ni quitar.

Pedro y los apóstoles sabían que ellos eran testigos de Jesús, y la mejor forma de demostrarlo era hablar la verdad sin temer, independientemente de que esto les costase la vida. Ellos sabían que tenían un bien mayor, por lo cual, sus vidas no eran preciosas en comparación al ministerio del Evangelio.

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