Ya sabemos cuáles son las obras de la carne, que consisten en todo aquello que desagrada a Dios, y ya sabemos cuáles son los frutos del Espíritu. Ambos son lo contrario, uno produce vida y otro produce la muerte. ¿Cuál elegimos?
El apóstol Pablo escribió a los Romanos sobre esto:
5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;
8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
Romanos 8:5-8
Pablo comienza en el verso cinco estableciendo una diferencia entre aquellos que piensan en las cosas de la carne y los que piensan en las cosas del Espíritu. Si usted deja que esa lucha sea ganada por las obras de la carne y permanece en ellas, simplemente usted es de la carne, eso es lo que Pablo está diciendo aquí.
La Biblia establece que el alma que peca esa va a morir, de la misma manera, el ocuparse de la carne nos lleva a esa muerte, pero si nos ocupamos de las cosas espirituales entonces tendremos vida.
Por otro lado, si somos cristianos y aún así insistimos en hacer las obras de la carne, en vano es nuestro peregrinaje, porque no estamos agradando a Dios.
De manera que, si estás viviendo bajo los conceptos de la carne, te instamos a que vayas ante Dios y le pidas que te ayude a vivir según el Espíritu, ya que de esta forma hay vida en Cristo Jesús.