Si vivimos según la carne, actuando de manera pecaminosa delante de nuestro Dios, ya con esto hay condenación, porque a todo aquel que anda según la carne, le espera un triste final si no se arrepiente de sus malas obras y le entrega su vida a Dios.
Muchos tienen su vida desordenada porque Cristo no está presente en sus vidas. Recordemos que solo hay uno que puede transformar nuestras vidas para bien, librarnos de la condenación, de los deseos de la carne y del desorden, este es nuestro Dios Altísimo.
¿Qué persona por sí sola puede apartarse de las vanidades y del desorden que provoca su pecado? ¿Acaso no es Dios quien puede limpiarnos de toda estas cosas? Somos débiles y es por eso que debemos apegarnos a los mandatos que el Señor ha puesto para que así podamos ser libres.
En el siguiente versículo Pablo habla de un gran beneficio de andar conforme al Espíritu: