Solo nuestro Señor conoce nuestros pensamientos, por eso también debemos tener cuidado con las cosas que pensamos.
Una de las cosas que debemos fortalecer mucho es nuestra mente, mantenerla en la presencia de Dios, ya que existe alguien que siempre está buscando la forma de entrar en nuestras mentes y causar un gran estrago en nuestras vidas, quitando todo lo bueno que el Señor ha sembrado.
Estemos atentos y no ignoremos las maquinaciones del enemigo, no creas que quizás porque vemos las aguas calmadas, que quizás un día no recibamos ataques, que ya todo termino en ese momento, pues no, es por eso que el apóstol Pablo nos dice lo siguiente:
10 Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo,
11 para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones.
2 Corintios 2:10-11
Pablo allí les estaba enseñando también sobre el amor y el perdón, y la importancia y el impacto que puede tener el perdón en nuestras vidas. Cuando perdonas, no le das cabida al enemigo, porque de lo contrario, si no perdonas, dejas una puerta abierta para que el enemigo haga su trabajo, para que entre en tu mente y la mente de la otra persona, y así crear caos entre ustedes.
Esas son las formas que usa el enemigo, aprovechándose de la enemistad para poder cumplir sus objetivos. Pero Pablo les da a los corintios este sabio consejo para que el enemigo no ganara ventaja alguna, es decir, si el perdón reinaba entre los corintios, entonces el enemigo la tenía más difícil para poder causar división entre ellos.
Estos consejos fueron dados por el apóstol Pablo porque sabía la astucia del enemigo. Nosotros como siervos de Dios, debemos recordar siempre que el enemigo es muy astuto y usa estas herramientas para destruirnos. De manera que, procedamos en todo con amor y perdón, para no dar cabida al enemigo.
Reflexión final
Este pasaje nos invita a reflexionar sobre el poder del perdón y la vigilancia espiritual. Muchas veces pensamos que el enemigo actúa solamente a través de tentaciones visibles o ataques directos, pero la realidad es que su estrategia más sutil es sembrar división en los corazones. Cuando guardamos rencor, nuestra mente se convierte en terreno fértil para sus maquinaciones. En cambio, cuando decidimos perdonar, cerramos esas puertas y fortalecemos nuestra comunión con Dios y con los hermanos en la fe.
El Señor Jesús nos enseñó a orar diciendo: “Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mateo 6:12). No se trata solo de un mandamiento, sino de una protección espiritual. El perdón nos libera, sana nuestras heridas y nos permite caminar en paz. Cuando perdonamos, nos parecemos más a Cristo, quien desde la cruz exclamó: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Si nuestro Salvador pudo extender misericordia en medio del dolor más grande, ¿cómo nosotros no habríamos de perdonar en nuestras luchas diarias?
El apóstol Pablo insiste en que no ignoremos las maquinaciones de Satanás. Esto significa que debemos estar atentos, discernir y no ser ingenuos en la vida espiritual. El enemigo conoce nuestras debilidades y siempre buscará explotarlas. Sin embargo, nuestra defensa no está en la fuerza propia, sino en la gracia de Dios, en la oración constante y en la práctica del amor y el perdón. Cuando actuamos así, anulamos sus planes y demostramos que Cristo reina en nosotros.
Amado lector, si en tu corazón aún hay heridas, rencores o resentimientos, este es el momento de entregarlos al Señor. No permitas que el enemigo use esos sentimientos para apartarte de la paz de Cristo. Recuerda que la verdadera victoria no está en ganar una discusión ni en tener la razón, sino en mantener el corazón limpio delante de Dios. Persevera en el amor, cultiva el perdón y fortalece tu mente en la Palabra, porque solo así podrás resistir las trampas del enemigo y permanecer firme en la fe.
Que el Señor nos ayude a ser conscientes de nuestros pensamientos, a cuidar lo que guardamos en el corazón, y a vivir perdonando como Él nos perdonó. De esa manera, Satanás no podrá tener ventaja sobre nosotros, y nuestra vida reflejará la luz y la victoria de Cristo Jesús. Amén.