En la vida nos llegan diferentes dificultades, estas a veces nos desenfocan de la voluntad divina de Dios, nos hacen que dejemos de confiar en el Señor.
Cuando atravesamos pruebas, lo primero que suele tambalear es nuestra fe. El ser humano, por naturaleza, quiere tener el control de todas las cosas y cuando las cosas se salen de nuestras manos, la desesperación nos visita. Sin embargo, debemos recordar que nada escapa de la voluntad de Dios. Las dificultades no llegan para destruirnos, sino para moldear nuestro carácter y hacernos depender más de nuestro Creador.
Afirmemos cada día nuestros pasos delante del Señor, creyendo en Él de todo corazón, pidiendo que Su voluntad sea nuestra prioridad en nuestras vidas, y que ante todo sigamos Sus pasos porque nuestro sustento viene del Señor nuestro Dios.
Esto implica disciplina espiritual: leer la Palabra diariamente, orar con fervor, congregarnos y mantenernos firmes en la fe. No es suficiente decir que creemos, debemos demostrarlo con una vida entregada y obediente a Dios. El que confía en el Señor no se desespera, sino que espera con paciencia Su respuesta.
Aunque estemos en momentos malos, esa escasez que viene a nuestras vidas, viendo que ya no podemos más, que se agotaron nuestras fuerzas, donde nuestros hijos están hambrientos, sin techo, no desmayemos porque Dios está con nosotros y no nos dejará morir en ese proceso. En la carta del apóstol Pablo a los filipenses encontramos una gran enseñanza:
No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación.
Filipenses 4:11
Pablo había pasado por distintas situaciones económicas, tanto de abundancia como de escasez, y en todas ellas él sabía estar contento. ¿Tu felicidad depende de tener cosas materiales? Pablo incluso en la misma cárcel cantaba himnos al Señor (Hechos 16:25). ¿No puedes tú hacer lo mismo en los momentos de escasez en tu hogar?
La enseñanza de Pablo nos recuerda que el gozo verdadero no proviene de las circunstancias, sino de la comunión con Dios. Puedes no tener riquezas materiales, pero si tienes paz en tu corazón, entonces eres más rico que muchos. La escasez solo dura un tiempo, pero la bendición de Dios permanece para siempre. Esa actitud de agradecimiento abre las puertas para que el Señor obre en tu vida y transforme tu lamento en gozo.
También debemos considerar que nuestras pruebas son testimonios para otros. Cuando alguien ve cómo te mantienes firme, confiado y gozoso aun en medio de la necesidad, glorifica a Dios. Tal vez tu vecino, un familiar o tus propios hijos se animen a confiar en el Señor al ver tu fe inquebrantable. Cada lágrima que derramas, cada oración en silencio y cada paso de obediencia tiene un propósito eterno.
Por eso hermanos, seamos sabios, estemos gozosos todo el tiempo, sin importar que estemos pasando por nuestro peor momento, gocémonos y alegrémonos delante de la presencia de nuestro Dios que está en los cielos, pues Él llegará en el momento preciso para cubrir nuestras necesidades.
No olvidemos que el Señor ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). Esa promesa debe sostenernos en medio de cualquier tribulación. Las pruebas no son eternas, pero la fidelidad de Dios sí lo es. La clave está en aprender a descansar en Él, como un niño descansa en los brazos de su padre.
En conclusión, cada dificultad es una oportunidad para fortalecer nuestra fe y reafirmar nuestra confianza en Dios. No permitamos que la escasez, la enfermedad o los problemas nos roben el gozo. Más bien, aprendamos a decir como Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Ese es el secreto de la verdadera paz y la vida plena en Cristo Jesús.