Ser moroso es pecado

Es muy importante ser responsable en todo el sentido de la palabra: familia, trabajo, etc. También debemos ser responsables en cuanto a la obediencia en el Señor y en todo lo que vayamos a ofrecer para honra y gloria de Dios.

Ser diligentes, ser sabios y actuar con responsabilidad, nos hace ser personas con buen carácter para poder enfrentar cualquier situación en la vida.

En los tiempos pasados habían cobradores de impuestos los cuales no fallaban, estos siempre se mantenían pendientes para cada momento en el cual llegaba el cobro de impuestos, ir y cobrarle a todo aquel que debía. Por eso cada quien tenía que dar su impuesto, aunque habían algunos que se negaban a hacerlo.

En la carta del apóstol Pablo a los Romanos encontramos un versículo bíblico sobre las deudas:

Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.

Romanos 13:7

El apóstol les recuerda a todos que todo tipo de deuda debe ser pagada, ya sea impuestos y tributos al gobierno, o respeto y honra al que la merece. En el versículo ocho también podremos encontrar algo muy importante:

No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.

Romanos 13:8

Amados, debemos cumplir con el pago de todas nuestras responsabilidades económicas, y eso incluye pagar a aquellas personas que les hemos tomado dinero prestado. Si tomas prestado y no pagas, estás desobedeciendo a la Palabra del Señor. Así también, si no cumples con el pago de los impuestos que las autoridades de tu país han establecido, estás faltando a Dios.

Si no crees lo que hemos dicho anteriormente, te presentaremos otro versículos para que lo analices y medites:

El impío toma prestado, y no paga; Mas el justo tiene misericordia, y da.

Salmos 37:21

¿Te consideras un impío o una persona justa?

La responsabilidad no se limita únicamente al ámbito económico, también incluye nuestra conducta diaria. Una persona responsable cumple con su palabra, respeta los compromisos adquiridos y procura siempre actuar de manera recta. Cuando un creyente asume su responsabilidad con madurez, está reflejando la luz de Cristo en su vida y dando un buen testimonio delante de los demás.

Un cristiano debe ser ejemplo en el trabajo, en la universidad, en el hogar y en la sociedad. No se trata solo de predicar con palabras, sino de predicar con hechos, demostrando que lo que creemos se refleja en la manera en que vivimos. Cuando cumplimos con nuestras obligaciones, incluso con aquellas que no nos agradan tanto, estamos obedeciendo a Dios y mostrando que nuestro corazón desea agradarle en todo.

Por ejemplo, pagar los impuestos puede parecer una carga difícil, pero hacerlo con responsabilidad nos libra de problemas legales, evita cargas innecesarias y sobre todo nos ayuda a vivir en paz con Dios y con las autoridades. Jesús mismo habló acerca de este tema cuando dijo: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21). Esto nos recuerda que ser obedientes en estas áreas también forma parte de nuestra fe.

Asimismo, cumplir con nuestras deudas personales demuestra respeto hacia el prójimo. Cuando alguien nos presta, deposita confianza en nosotros, y si no cumplimos estamos defraudando no solo a esa persona, sino también a Dios, quien nos manda a ser fieles. Un corazón agradecido y justo se esfuerza por devolver lo que ha tomado y, si es posible, ayudar a otros en su necesidad.

Ser responsables también incluye el área espiritual. La oración, la lectura de la Palabra y el compromiso con la iglesia forman parte de nuestra vida de fe. No podemos descuidar estas áreas porque son la base para mantenernos firmes en medio de las pruebas. Así como cumplimos con lo material, también debemos ser responsables en lo espiritual, cultivando una relación viva y sincera con nuestro Señor.

Querido lector, la responsabilidad es un reflejo de nuestra madurez cristiana. No olvidemos que todo lo que hacemos debe ser hecho para la gloria de Dios. Cuando actuamos con integridad y cumplimos con nuestras obligaciones, estamos sembrando semillas de bendición que darán fruto en su tiempo. Vivamos con diligencia, siendo justos en lo material y en lo espiritual, y así mostraremos que verdaderamente amamos a Dios y a nuestro prójimo.

Reflexión final: La Palabra nos llama a ser justos y responsables, no solo en nuestras finanzas, sino en cada área de nuestra vida. Recordemos que amar al prójimo también significa cumplir con lo que le debemos, y amar a Dios es obedecerle con fidelidad. Seamos fieles administradores de lo que se nos ha confiado, y Dios se glorificará en cada paso que demos.

Aprendamos a alegrarnos aún en la escasez
Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad