Cómo borrar tus pecados

Tenemos un acusador que siempre busca la forma de que estemos mal delante de Dios nuestro Creador, que le fallemos en todo lo que sea posible. Pero seamos fuertes y pidamos a Dios que nos ayude.

¿De qué forma podemos restaurar nuestras vidas, borrar nuestros pecados y servir fieles ante la presencia de Dios? La respuesta está en apartarnos de todo lo que el enemigo coloca delante de nosotros como una trampa, aquello que parece fácil, atractivo o placentero, pero que en realidad solo busca alejarnos de la santidad y de la comunión con nuestro Señor. El diablo siempre presentará atajos, tentaciones y caminos amplios que parecen correctos, pero que llevan a la muerte espiritual. Por eso debemos estar atentos y vivir en oración constante, pidiendo discernimiento y fuerzas para resistir.

Debemos dejar todas las cosas que no son del agrado de Dios, pidiéndole a Él que perdone nuestras faltas y que limpie nuestro corazón. El camino del arrepentimiento es el que abre la puerta a la verdadera restauración. Orar al Padre, confesar nuestras faltas y suplicar Su gracia nos hace nuevos. Lucas escribió sobre esto en el libro de los Hechos:

Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,

Hechos 3:19

Lucas exhorta a arrepentirse y convertirse para que nuestros pecados sean borrados y para que podamos llegar a la presencia del Señor. Y es aquí donde está la clave de todo, pues, una vez que reconocemos que somos pecadores y nos arrepentimos de nuestras malas obras, entonces es en ese momento que podremos estar delante de Dios. El arrepentimiento no es solo un sentimiento de tristeza por haber fallado, sino un cambio radical de dirección: dejar atrás el pecado y volvernos a Cristo.

Cuando damos este paso de fe, el Señor nos recibe con brazos abiertos. Él no desprecia al corazón contrito y humillado. Cada lágrima de arrepentimiento, cada oración sincera, llega a Su trono. Y entonces comienza en nosotros un proceso glorioso: nuestros pecados son lavados, nuestro pasado es perdonado, y se abre delante de nosotros un camino nuevo lleno de esperanza y propósito.

El mismo versículo habla de “tiempos de refrigerio”. Esto nos recuerda que cuando confesamos nuestras faltas, cuando nos rendimos al Señor, experimentamos descanso espiritual. Es como un soplo fresco que renueva el alma cansada y abatida. Ese refrigerio no viene de los hombres, ni de los placeres temporales, sino directamente de la presencia del Señor. Ahí encontramos paz, ahí somos restaurados.

Todo aquel que se rinde ante el Señor recibirá paz, gozo y amor eterno. Ya no será la misma persona, sino alguien transformado por la gracia de Dios. El apóstol Pablo lo resumió al decir: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). En Cristo hay vida nueva, identidad renovada y un futuro glorioso.

Querido lector, si sientes que tus pecados te han alejado del Señor, este es el tiempo de volver. El enemigo te acusará, te dirá que no eres digno, que ya no hay perdón para ti. Pero la Palabra de Dios afirma lo contrario: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). No hay mancha que la sangre de Cristo no pueda limpiar, no hay culpa tan grande que Su amor no pueda cubrir.

Palabras finales

Así que, vayamos delante del Señor con un corazón sincero. Él quitará nuestros pecados, nos levantará del polvo y nos dará un nuevo comienzo. No importa cuán lejos hayas caído, en Cristo hay restauración. Humillémonos delante de Dios y Él hará que nuestros pecados sean borrados. No vivas más en condenación, vive en la libertad gloriosa que solo Jesús ofrece. Que cada día sea un día de renovación, y que en la presencia de nuestro Dios experimentes esos “tiempos de refrigerio” que vienen del cielo.

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