Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan

Como seres humanos y creación de Dios, a veces nos volvemos ignorantes, ya que existen momentos difíciles en el camino, no solo para los hijos de Dios, sino para todo el mundo.

Hoy en día podemos ver personas que viven en las calles, otras que lo tenían todo y por un error perdieron todo. Pero esto no termina aquí, y es que no podemos juzgar a las personas que han pasado este tipo de procesos porque tú también podrías caer en el mismo error.

Cuando veas a una persona pasando pasando por tal dificultad o a alguien que vive en la calle, no lo ignores, si puedes ayúdale, dale de comer, no mires su error. Dios está en el cielo y él mira tu intención, Él te recompensará. La Biblia dice en Proverbios 19:17 que el que da al pobre, a Dios le presta.

Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan,
Y si tuviere sed, dale de beber agua;

Proverbios 25:21

Haz el bien sin mirar a quien, no importa que sea tu enemigo, solo actúa en bien, haz como dice la palabra. ¿Tienen hambre? Dales de comer. ¿Tienen sed? Dales de beber, olvida que esa persona te aborrece, porque con estos hechos estás teniendo misericordia de tu prójimo aún siendo tu enemigo.

Muchas personas no lo hacen por temor, otros porque creen que lo están haciendo bien al ignorar o juzgar a estas personas que tienen dificultad y que viven en las calles, otros simplemente le gusta hacer el bien para ganar elogio por los demás, también tenemos a los que están falta de humildad, y a estas personas Dios las mira desde lejos.

Porque ascuas amontonarás sobre su cabeza,
Y Jehová te lo pagará.

Proverbios 25:22

Por eso es bueno no mirar lo que darás, solo haz el bien y Dios te dará tu recompensa. Dios también te ayudará en tu dificultad o prueba, no por el favor que hiciste, sino porque no juzgaste a aquella persona, sino que tuviste misericordia. Dios es fiel y te dará las fuerzas para que puedas seguir adelante.

Así. Que si ves una persona en las calles que necesita de ti, no te olvides de él, ni voltees la cara. Haz el bien.

El valor de la misericordia en la vida cristiana

Cuando practicamos la misericordia hacia los demás, estamos reflejando el mismo carácter de Dios. Él nunca nos desamparó en nuestros momentos de necesidad, y de la misma manera espera que extendamos la mano al necesitado. El cristiano no solo se mide por sus palabras, sino también por sus acciones concretas de amor y servicio.

La misericordia no significa únicamente dar dinero, también puede ser una palabra de aliento, un consejo oportuno, una oración sincera o simplemente escuchar a alguien que está pasando por un momento de dolor. Estos actos, aunque parezcan pequeños, tienen un gran valor delante de Dios, porque son señales de un corazón sensible.

El ejemplo de Jesús

Nuestro mayor ejemplo en esta área es Jesucristo. Él nunca rechazó a los pobres, ni a los marginados, ni a los pecadores. Todo lo contrario, compartía con ellos, les sanaba y les mostraba compasión. El relato bíblico nos enseña que Jesús se conmovía al ver multitudes con hambre y que no dudaba en proveer alimento. Esta actitud es la que debemos imitar en nuestras vidas diarias.

Si Jesús, siendo el Hijo de Dios, no tuvo inconveniente en acercarse a los despreciados por la sociedad, ¿cómo podríamos nosotros ignorar a quienes más lo necesitan? Cada vez que ayudamos a alguien en necesidad, es como si lo hiciéramos a Cristo mismo, pues así lo declaró Él en Mateo 25:40: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.

Una recompensa eterna

Hacer el bien no siempre traerá un reconocimiento en esta vida. A veces quienes reciben nuestra ayuda ni siquiera lo agradecen. Sin embargo, los cristianos entendemos que nuestra verdadera recompensa viene de Dios, y que el acto de misericordia no se realiza por interés propio, sino por obediencia y amor. Dios es justo y no olvida las obras que hacemos en su nombre.

Por eso, cuando extiendas tu mano al necesitado, recuerda que lo que siembras hoy tendrá fruto en el tiempo de Dios. Aún en medio de tus propias pruebas, el Señor proveerá y te dará nuevas fuerzas para seguir siendo instrumento de bendición.

Conclusión

No cierres tu corazón al dolor ajeno, no voltees la cara frente a la necesidad, porque al hacerlo puedes estar perdiendo una oportunidad de mostrar el amor de Cristo. El llamado es claro: haz el bien, sin mirar a quién. Sé compasivo, ayuda al pobre, alimenta al hambriento y extiende tu mano incluso a tu enemigo. La misericordia abre puertas en el cielo y atrae la bendición de Dios sobre tu vida.

Vivir de esta manera no solo transforma a quienes reciben tu ayuda, sino también a ti, porque el amor de Dios se perfecciona en aquellos que saben dar sin esperar nada a cambio.

Seamos gente de paz
El verdadero amor